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EL 'CASO LASA Y ZABALA'

El juez creyó que era un ajuste de cuentas entre delincuentes

. El hallazgo, en 1985, de dos cadáveres en una fosa natural del paraje Foya de Coves, en la localidad alicantina de Busot (a 20 kilómetros de la capítal), acabó archivado en el Juzgado número 4 de Alicante por falta de pruebas. Aunque los cuerpos presentaban síntomas evidentes de haber sido torturados y cubiertos con cal viva, la investigación policial no dio resultado alguno. Nunca se supo la identidad de los dos hombres y nadie reclamó sus cuerpos.

José Manuel García Villalba, magistrado de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Alicante, no salía ayer de su asombro tras conocer que aquellos cuerpos pertenecían a dos presuntos integrantes de ETA, asesinados presumiblemente por los GAL. García es el magistrado que archivó el caso.

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¿Quién iba a pensar que en Busot iban a aparecer muertos de tan lejos, del País Vasco?... para nada", comenta. "En aquel momento", dice, "se pensó que era un ajuste de cuentas entre delincuentes. Como por esta zona hay muchos extranjeros, no era descabellado pensar que se trataba de una banda internacional".

Tras argumentar que 10 años después no recuerda todos los extremos del caso, el magistrado sólo puede asegurar que en el informe forense se indicaba que los cuerpos presentaban fuertes golpes en la cabeza propinados con algo parecido a un palo, pero no le consta que entonces se hablara de orificios de bala ni de que se hubieran encontrado casquillos en el lugar de los hechos.

Una orden que no llegó

El juez recuerda que cursé una orden para saber si se había denunciado la desaparición de dos personas por Alicante o sus provincias limítrofes, pero no hubo respuesta. "Fue una cosa muy rara, de difícil explicación", comenta. Durante varios meses, los cadáveres quedaron depositados en la cámara frigorífica del cementerio, a la espera de una reclamación que nunca llegó. Luego el sumario se archivó y el juez reconoce que se olvidó de ordenar enterrarlos.

Pasó un tiempo y por la prensa local supo que los cuerpos continuaban en la cámara. "Le dije al ordenanza que cursara la orden de enterramiento, y ahora me acabo de enterar de que todavía estaban allí". Aquel olvido ha facilitado, diez años después, una nueva autopsia que ha permitido identificar con gran precisión los cadáveres, conservados a 10 grados bajo cero. José Ramón Cano, funcionario del cementerio, no recuerda, sin embargo, nada relativo a esa orden judicial. "Los cuerpos estaban ahí porque el juez no ordenó lo contrario".

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