La aventura exterior
El Instituto de la Empresa Familiar pide incentivos fiscales para potenciar la inversión en el extranjero
De Italia, la moda y el diseño. De Francia, el lujo y la tecnología. Los coches, fiables, seguros y alemanes. Los ingleses no se explican por qué no han logrado exportar su pastel de riñones y carne, pero ahí está Escocia con su whisky de malta. Holanda ha inundado el universo de tulipanes y quesos' de bola, y, aun cuando los belgas tuvieran razón en vindicar para sí el mejor chocolate del mundo, todavía le quedaría a Suiza el reloj de cuco. ¿Y España?Quien se haya dado una vuelta por un supermercado europeo habrá notado con estupefacción que el aceite de oliva es italiano, que las naranjas son israelíes y que el vino puede ser húngaro -si es para beber- o francés, en caso de que su precio lo haga más apto para ponerlo en una hornacina.
"El factor imagen de marca nacional tiene una enorme influencia en la capacidad de penetración en los mercados exteriores", señala el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) en un reciente estudio que ha enviado a los ministerios de Economía y Comercio, principales destinatarios de las medidas que solicita. En ese estudio se recoge la petición de las empresas para mejorar su actividad exportadora y su presencia en el exterior. Fuentes de la Administración consultadas han manifestado que estudiarán el proyecto.
Según el IEF, España no ha definido estratégicamente su marca diferenciada, a pesar de tímidos intentos de vincular lo español con el mundo de la moda y con la imagen del ocio.
La Administración se ha centrado, para estimular la expansión internacional de las empresas, en el apoyo a la actividad exportadora. Esto no basta, según el IEF, ya que sólo tiene efectos a corto plazo, Lo que hace falta, dicen, es un programa estatal de apoyo a la actividad inversora en el exterior.
En buena medida, esto viene a querer decir que hay que bajar los impuestos a los que quieran invertir fuera. Propone, por ejemplo, que se eximan de impuestos los dividendos que provengan de las filiales extranjeras de una empresa española, y también los incrementos de patrimonio producidos por la venta de acciones de esas filiales.
Si la primera propuesta es de inspiración alemana, la segunda encuentra su modelo en Francia y consiste en una especie de periodo de gracia fiscal. Por ejemplo, si una empresa empieza a invertir en el exterior, la mitad del capital invertido podría estar libre de impuestos durante los cinco primeros años. Los impuestos atrasados se pagarían en los cinco años siguientes.
Las sucursales en el extranjero de una compañía pagan impuestos en el país que las hospeda. El estudio propone que la empresa pueda decidir libremente si renuncia a esa situación. Por ejemplo, si una sucursal está teniendo pérdidas, la empresa matriz podría preferir incluirla en sus balances en España para deducir las pérdidas de la sucursal de los ingresos de la matriz.La lista de modalidades impositivas que el IEF ha puesto en su punto de mira es inagotable: impuestos sobre las rentas de los empleados que trabajan en el extranjero -ya reducidos en Italia-, sobre la cesión de patentes y derechos de propiedad industrial -ya recortados en Francia, Irlanda y Japón-, sobre los beneficios obtenidos por el centro gestor de multinacionales -ya aliviados en Alemania, Bélgica y Suiza-, o sobre la prestación de servicios en las filiales.
En opinión del IEF, el trueque -que ya se usa en la adquisición de petróleo- facilitaría también el comercio con países en dificultades monetarias.
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