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Como el amor por carta

Pasadas las diez de la noche, las luces permanecen aún encendidas en el instituto Quevedo, en el madrileño barrio de San Blas. De él salen José María Falagán, protésico dental, 29 años, alumno del COU; Juan Luis Ruiz, de 22, camarero, también en COU; Miguel Muñoz, de 20, monitor de natación, en tercero de BUP, y José Luis Juárez, de 26, que es jefe de negociado en una empresa, igualmente estudiante de COU.Comparten un franco entusiasmo por su experiencia en el nocturno. Como el resto de sus compañeros, han recorrido caminos similares hasta llegar aquí: bachillerato -en un centro público, fracaso; intento de remontar en un colegio privado, fracaso; regreso al instituto diurno y nuevo fracaso... Alguno ha probado la enseñanza a distancia con el mismo resultado. Ahora, en el nocturno, ven el futuro con mayor optimismo. Se preguntan "qué cabeza bienpesante puede estar fraguando la desaparición del nocturno". Dicen que han encontrado en él la "oportunidad definitiva para su superación", que "hoy sin el bachillerato no puedes emplearte ni para cuidar una granja de pollos", que se debe garantizar el regreso a quienes fallaron a la primera, la segunda..., o la quinta.

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No se fían de la enseñanza a distancia. "¿Qué fuerza de voluntad es necesaria para trabajar por tu cuenta con unos manuales por muy bien, pensados que estén?". Juan Luis resume la visión general sobre la enseñanza a distancia con humor y agudeza: "Es como el amor por carta. Con el tiempo se te quitan las ganas".

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