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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Roldán

Mi periódico es EL PAÍS. Pero si creyese que iba a ser más eficaz o más atendido en otro medio, a otro medio hubiera escrito ya para tratar de transmitir esto que me inquieta. Porque estoy realmente inquieto como, me imagino, tantos y tantos españoles que nos encontramos a horcajadas entre el escándalo y el asombro en este turbio y sonoro asunto de Roldán.Tenía yo un tío-abuelo muy simpático y dicharachero, brillante fiscal, que abusaba comedidamente de mis pocos años y de la gratitud de mi estómago para, después de darme de merendar -a veces no tan bien como yo esperaba-, endilgarme discursos con bases juridicofilosóficas tal que éste: "La legislación actual permite condenar por indicios, pero -eran otros tiempos- ¿condenaría usted a muerte -me llamaba de usted cuando exponía- por indicios!?

No sé si ahora se condena a algo "por indicios", pero indicios hay de que Roldán conspiró, urdió, sobornó -pagó directamente o por persona interpuesta, vamos-, chantajeó, falsificó -o encargó que se falsificara- y firmó en una trama que perseguía -o persigue- el objetivo de amparar a un delincuente, engañar a los españoles, aun a costa de desprestigiar gravemente al país, y hurtar de la justicia a un -o unos- presunto/s chorizo/s.

Pido públicamente, en consecuencia, que si cabe alguna duda sobre la procesabilidad incondicional e ilimitada del sujeto, se le suelte. Y que, a la puerta de la cárcel, se le detenga legalmente y con todas las garantías judiciales al caso imputándosele, solo o en compañía, estos delitos. Y que como las ventajas que se pudieran derivar del presunto dolo no deben reportar ventajas a los delincuentes, se les empapele a él y a toda la superestructura compleja montada -o ya existente- para eludir unas responsabilidades -y digo bien: unas, en plural, porque quiero referirme a varios responsables-, o sea, engañar al Estado español, con lo que se posibilitaría un fraude público tan escandaloso como molesto dada su consiguiente y muy perjudicial repercusión en lo que parece que nos importa: la economía o arte con que otros manejan la pasta.-

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