España necesita 10 donantes más de sangre por cada 1.000 habitantes
"Nosotros citábamos a todos los donantes que habían dado positivo en el test del sida y la mayor parte de ellos confesaba haber falseado los datos del cuestionario, cuenta Fernando Gómez Reino. "Antes era frecuente ir a donar sangre para saber si eras seropositivo; ahora la gente se autoexcluye".Otro cambio es que "ya nadie se molesta cuando tiene que contestar si es promiscuo", dice María Jesús Fernández-Villalta. "Hoy se quejan de la burocracia; antes se levantaban y se iban". Lo que no ha variado en la donación es que es "no retribuida" en vez de altruista. "Se dona con un propósito: un familiar, un amigo...", dice Reino.
Las transfusiones de sangre en España son seguras. Se estima que sólo una de cada 150.000 podría transmitir el virus del sida. Pero también deberían ser siempre un as guardado en la manga para cuando no cupieran otras soluciones, tanto por la seguridad del enfermo como por la escasez de sangre.La autotransfusión, en la que el paciente es su propio donante, es una alternativa, aunque se practica muy poco en los hospitales españoles. Según los datos oficiales disponibles, de las alrededor de 1.260.000 unidades de sangre extraídas en 1993, menos del 1% corresponde a autodonaciones.
En los bancos de sangre aún se recibe con sorpresa -y muchas sonrisas- a los donantes habituales, que los visitan sin esperar a que haya un familiar enfermo. Son sobre todo mujeres y junto a los esporádicos sumaron en 1993 poco más de 32 por cada mil españoles, uno más que el año anterior. Pero para que España no necesitara importar sangre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que deberían ser entre 40 y 50 por mil; un índice que los navarros superan (56,36 donantes por mil), y que parece impensable en Canarias (25,33 por mil).
Quienes reciben su sangre tienen hoy la garantía de que la calidad de los bancos españoles "ha mejorado muchísimo", según afirma María José Fernández-Villalta, responsable del banco del hospital de La Princesa y uno de los ocho miembros del comité nacional de control llamado Pabas (Programa de Acreditación de Bancos de Sangre).
La norma de hacer pruebas para detectar el virus del sida, de las hepatitis B o C y de la sífilis, se cumple a rajatabla, así como la de no aceptar donantes que declaren tener prácticas homosexuales (masculinas), ser promiscuos o mantener relaciones con personas que lo sean.
Además, el custionario que debe cumplimentar cada donante potencial desde finales de los ochenta da pistas para identificar a quienes pudieran, sin saberlo, pertenecer a un grupo de riesgo, o a los que padezcan dolencias aún no bien comprendidas (como el cáncer o la diabetes). Estas medidas y la mayor sensibilidad actual de las pruebas diagnósticas hacen que el riesgo teórico, de contraer el virus de la hepatitis C tras una transfusión sea hoy menor del 1%, cuando hace cinco años un 7% de transfundidos se contagiaba.
Sin embargo, "la sangre no es como un fármaco, que se puede esterilizar, es un producto biológico de origen humano. Aunque se ha mejorado mucho, no deja de tener capacidad para transmitir enfermedades", señala el hematólogo Fernando Gómez Reino, ex director del programa de donaciones de la Comunidad de Madrid.
Una manera de limitar el riesgo es buscar alternativas a la transfusión convencional. "Por ejemplo, ahora se usa eritropoyetina [hormona que fomenta la formación de hemoglobina], y se ha aprendido a aprovechar cada vez más, cuando es posible, la sangre del propio paciente. Aquí entra la autotransfusión", continúa este especialista.
"Es una técnica cada vez más extendida. No es más barata, pero vale la pena", afirma Fernández-Villalta, en cuyo hospital ahorraron el pasado año cerca de 650 unidades de sangre (casi 3.000 litros) de donantes externos gracias a la autodonación o autotransfusión. En 1982, cuando empezaron a practicarla, extrajeron sólo 22 unidades. La media nacional en autotransfusiones fue de 11.046 unidades en 1993, frente a 8.281 en el año anterior.
En la autodonación programada, la más frecuente, el paciente deja "en depósito", días antes de la intervención, la cantidad de sangre que necesitará, para que luego le sea transfundida. Unas tomas de hierro evitarán que llegue debilitado al quirófano. Hay además otras dos modalidades, que exigen a anestesistas y cirujanos algo más que coordinación con el banco de sangre.
Rosario Arrieta, miembro de la Comisión Nacional de Hemoterapia, recuerda que no en todos los casos es posible la autrotransfusión, y que nunca debe transmitirse la idea de que, como existe, ya no hacen falta donantes.
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