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FIN DE UNA HUIDA

La mujer que no quería ser famosa

Juez. Hija de juez. Esposa de juez. Ana María Ferrer García, para el siglo Ana Ferrer, es la juez instructora del caso Roldán. Hace escasamente un mes que cumplió 36 años. Y la noche del lunes, mientras oía en TVE la detención del prófugo más famoso del país, su primer pensamiento se fue hacia su niña, de seis meses. "A partir de ahora", se dijo, "estar contigo va a ser más complicado". Porque otra vez la fama, maldita fama, volvía el lunes a perseguir a Ana Ferrer.Porque, al final, a Ana Ferrer, juez, hija de juez y esposa de juez, la captura del ex director general de la Guardia Civil Luis Roldán vuelve a sumirla en un ajetreo de declaraciones, fotógrafos, carreras y preocupaciones de las que ella abomina. Ella va a saber más que nadie sobre Roldán, pero también va a ver su vida terriblemente complicada.

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Nació en una familia de cuatro hermanos. Y ella es la única que siguió la carrera del padre, decano de los juzgados de Instrucción de Madrid. Rozando los 25 años, esta mujer rubia y frágil, se presentó a las oposiciones y las ganó. Ya había trabajado como delegada profesional en el Tribunal Tutelar de Menores. Era entonces casi una cría -estudiaba segundo de Derecho- y luego confesaría que fue una etapa de su vida que le había impactado profundamente.

No le gusta la fama, pero Ana Ferrer, mal que le pese, fue la persona, más perseguida por los medios de comunicación cuando estalló el caso Roldán, y ella con su embarazo de ocho meses salía cada dos por tres en los telediarios, y sonreía y trataba de meterse en su despacho, de pasar inadvertida, de no hablar. Ella se lo decía a Maruja Torres en agosto de 1994: "Me gustaría pasar desapercibida para conseguir la serenidad necesaria para hacer las cosas bien".

Hacer las cosas bien dicen que es para ella una obsesión. Y dicen que bajo su aparente fragilidad se esconde un carácter de acero blindado. Y una capacidad de trabajo que desborda, en ocasiones, a sus colaboradores. Así que Ana Ferrer, a lo peor, no gusta a todos, pero aseguran que es de un rigurosidad apabullante en su trabajo de juez instructor, y que medita sus decisiones hasta el último minuto.

Ana reconoce que por ser mujer lo tuvo más difícil, tal vez, que sus compañeros varones. Pero tampoco ha significado para ella trauma alguna, y, en realidad, tampoco la ha importado demasiado. En 1982 se licenció en Derecho y en 1983 aprobó las oposiciones. Como juez ha pasado por Valdepeñas, por Linares, Aranjuez, Leganés. Y Madrid. Aquí es donde ocupa ahora la titularidad del Juzgado de Instrucción número 16, en el que se instruye el caso de Luis Roldán.

Cuenta que ha vivido momentos divertidos, porque era mujer y porque era joven. Y porque en los pueblos, ya se sabe. Como cuando se le acercó al juzgado de Valdepeñas un buen hombre y le dijo: "Oiga, mire, que yo vengo buscando al juez, pero me dicen que ya no hay juez, que hay una chica". Y la chica era ella, y el juez era ella, claro.

Pero tampoco eso la sorprende, aunque admita que vivimos en una sociedad donde todavía la profesión de juez está muy cerrada a las mujeres. Pertenece a Jueces para la Democracia.

Ahora, a sus 36 años recién cumplidos, vuelve a estar en el ojo del huracán. Pero no le gusta nada. Nada. Porque lo que de verdad le gustaría sería poder hacer su trabajo con calma, en paz. Y jugar con su hija, sin que nadie la persiga, la pregunte, y la fotografíe. Para tener la calma, la calma necesaria para hacer las cosas bien.

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