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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Días cruciales para México

Vivimos días cruciales. Al conflicto armado de Chiapas se han Unido las oscilaciones de nuestra moneda posteriores a su devaluación y el recrudecimiento de los antagonismos y enconos políticos. La crisis financiera puede convertirse en una verdadera crisis económica que, a su vez, podría llevarnos al desastre.Por todo esto, es grave la violencia verbal de escritores y periodistas en los diarios. Esa violencia revive quimeras ideológicas, apenas encubiertas por una fraseología democrática nueva: en sus autores y que han sido enterradas por la historia en este fin de siglo. Su resurrección en México es inquietante. Una fiebre declamatoria y declarativa se ha apoderado de muchos espíritus. Esta agitación perturba los ánimos, exacerba las pasiones, ahonda las diferencias y transforma los debates en contiendas. Debemos deponer las armas inflamables de la retórica. No le pedimos a nadie que renuncie a la exposición pública de sus ideas. Pedimos que la discusión sea racional y civilizada. En la esfera de la política se dio un gran paso, en este sentido, con la firma de los Compromisos para el Acuerdo Político Nacional. Cierto, sería imposible, además de indeseable, un pacto de esta naturaleza entre escritores y periodistas. No lo es desear que la reflexión nos lleve, sin abandonar nuestras convicciones, a escuchar las razones de los otros y a respetarlas.

Desde hace catorce meses, una parte del territorio nacional había sido ocupada por un grupo armado. Las causas de la insurrección son complejas y forman un tejido inextricable de buenas y malas razones, demandas legítimas y exigencias inaceptables, pasión de justicia y obcecación irresponsable. Pero, no discutiremos los orígenes ni los móviles del levantamiento. Es un asunto que ha sido debatido durante más de un año. Nos limitamos a subrayar que la prolongación del conflicto causará inmensas pérdidas a la nación y sufrimientos incontables a nuestro pueblo. Así se cerraría por muchos años la posibilidad de construir entre todos una democracia estable, próspera y pacífica. De ahí la urgencia de iniciar después de catorce meses de espera negociaciones que devuelvan la paz a Chiapas y la tranquilidad a todos los mexicanos. Por esto, creemos que las acciones recientes del Gobierno han sido legítimas. Poseen un doble fundamento. El primero es recobrar la soberanía de la nación sobre una parte de nuestro territorio; aceptar la existencia de dos autoridades y dos leyes habría sido el comienzo de la anarquía y de la disolución de la República. El segundo: abrir las vías de la negociación. Este segundo objetivo es inseparable del primero.

Compartimos el malestar de los más diversos grupos ante las condiciones de miseria e injusticia que han padecido los indígenas chiapanecos. Los fundamentos morales e históricos de sus demandas son claros y justificados; deben atenderse decididamente y de inmediato. Creemos también que la solución del conflicto debe buscarse a través de una negociación que se inicie lo más pronto posible. Para ello se requiere una amnistía amplia que incluya a los dirigentes del EZLN. En este proceso el Gobierno debe mostrar al mismo tiempo firmeza y generosidad.

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Entre las demandas del grupo inconforme hay algunas de carácter nacional, que los chiapanecos tienen tanto derecho a plantear como todos los mexicanos. Sin embargo, tales demandas no deben resolverse en las negociaciones entre el Gobierno y el EZLN. Discutirlas y decidir sobre ellas compete a todos los mexicanos y no a un grupo en particular.

Llamamos al EZLN a que deponga su actitud beligerante, se arriesgue por la paz y cambie la violencia armada por la acción política democrática. Hacemos este llamado movidos por nuestra conciencia de ciudadanos y más allá de los partidos y las banderías. La sociedad civil es plural y diversa por naturaleza; ningún grupo tiene derecho a proclamarse su vocero o su representante. La sociedad no es una totalidad homogénea. Nunca lo ha sido. Ni siquiera cuando ha padecido la dominación de las tiranías totalitarias. Nadie puede hablar en nombre de los otros, y menos que nadie los escritores y artistas. Su voz ha sido a lo largo. de la historia una voz única y singular.-

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