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La comunicación es para Francia como una nueva 'línea Maginot'

Enric González

La comunicación se ha convertido en uno de los intereses estratégicos de Francia. Sólo la preservación de la force de frappe nuclear y de la industria de armamento constituyen una prioridad comparable a la que desde París se otorga a la comunicación, considerada como el gran campo de batalla del siglo XXI: en juego están la lengua y la cultura francesas, el dominio de las tecnologías punteras, la influencia diplomática y económica.La apuesta es enorme y no hay divergencias entre los palacios del Elíseo (Jefatura del Estado) y de Matignon (Gobierno) a la hora de calificar el asunto como cuestión de soberanía. Esto es, con muy estrecho margen para la negociación.

Francia ha dado esta semana una prueba irrefutable de que está dispuesta a cualquier cosa con tal de no perder la partida: la expulsión de cinco miembros de la Agencia Central de Información (CIA) estadounidense, uno de ellos el mismísimo jefe de puesto en París, constituye un envite lleno de riesgos. Los espías de Washington trabajaban precisamente sobre los planes franceses en materia de comunicación.

La nueva línea Maginot francesa contra el imperialismo anglosajón se asienta sobre dos bastiones: la producción audiovisual (cine, televisión, informática), cada vez más integrada en un sólo paquete; y la red de telecomunicaciones (telefonía y, sobre todo, las cruciales autopistas de la información). Ambos asuntos fueron ya en 1993 el hueso en las negociaciones mundiales para la renovación del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) y vuelven a estar ahora sobre la mesa.

El problema de los productos audiovisuales mantienen en desacuerdo a los miembros de la Unión Europea, que deben renovar la directiva común llamada Televisión sin Fronteras y topan con la intransigencia francesa. Y las telecomunicaciones protagonizarán este fin de semana en Bruselas una reunión del G-7 (los siete países más industrializados), con el mismo telón de fondo: tendencia hegemónica de Estados Unidos y resistencia francesa, más arropada en este caso por el resto de la Unión Europea.

Sobre la cuestión audiovisual, el ministro de Cultura, Jacques Toubon, esgrime una panoplia de datos: sólo una de cada cinco películas exhibidas en los cines de París, Madrid o Berlín son de procedencia europea; y sólo el 40% de los programas emitidos por las televisiones de Francia o España son hechos en Europa. En los diez últimos años, el número de cadenas de televisión de la Unión Europea ha pasado de 49 a 129, y dentro de cinco años serán unas 500. En el año 2000 habrá que cubrir 3,2 millones de horas de programación. "¿Dejaremos que anglosajones y asiáticos ocupen por entero nuestros principales medios de comunicación de masas?", se pregunta Toubon.

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