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Más mentiras que razones

Juan Jesús Aznárez

El desgarrador llanto de las madres peruanas y ecuatorianas en los funerales por sus hijos muertos, la intolerable sangría de recursos ocasionada por la contienda y la dramática diáspora amazónica, mayoritariamete indígena, analfabeta y misérrima, impiden valoraciones frívolas sobre el desarrollo de una disputa más sobrada de mentiras que de razones. Suscrita la declaración de paz, aún se escuchaban en Lima y, Quito arengas patrioteras y llamamientos a no ceder un ápice en las conversaciones encargadas de completar la demarcación de los 78 kilómetros de frontera de la cordillera del Cóndor pendientes de trazado en el Protocolo de Río de Janeiro de 1942.Las tropas se repliegan a las guarniciones de retaguardia cantando victoria, y cesan las hostilidades con las respectivas enseñas nacionales izadas en los mástiles de Base del Sur, Cueva de los Tayos y Tiwintza, posiciones de localización misteriosa y aparentemente intercambiables. Exceptuando el agravamiento de la enemistad vecinal y los costes del confuso enfrentamiento, nada parece haberse avanzado en la solución de un contencioso que ahora aleja las posibilidades de integración andina, y parece reclamar responsabilidades.

El espacio para la ecuanimidad y la crítica ha sido escaso, y los presidentes Alberto Fujimori y Sixto Durán-Ballén, con un ojo puesto en la salvaguarda de su futuro político, apenas encontraron Oposición a la conducción de la crisis.

El voluntarismo asegura que se ha dado "un paso adelante". Posiblemente sea así, pero la aparente inutilidad de estas tres semanas de rocambolescos choques, lo baldío de unas refriegas remotas, empantanadas y siempre victoriosas, pueden demostrarse fructíferos si en el análisis de posguerra las dos empobrecidas naciones coinciden en la incapacidad de las armas para resolver sus históricas diferencias fronterizas.

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