González: "No nos han perdonado que ganáramos las elecciones de junio de 1993"
El presidente del Gobierno, Felipe González, hizo caso ayer a sus asesores. Su discurso de apertura fue el menos institucional que se ha oído en los 10 años de historia del debate sobre el estado dé la nación. González dedicó la mitad de su tiempo a una defensa, combinada con ataques rápidos, frente a las acusaciones de implicación de su Gobierno en el caso GAL. El jefe del Ejecutivo mantuvo una tesis básica: "Desde la celebración de las pasadas elecciones generales venimos asistiendo a un movimiento destinado a negar legitimidad al partido que las ganó limpiamente. No nos han perdonado que ganáramos".
La conclusión política inmediata de González no ofreció sorpresas: el Gobierno continuará su actividad y no habrá anticipación electoral, como pide la oposición. Negó, una vez más, la mayor: "El Gobierno no ha estado ni está implicado en operaciones ilegales que condena abiertamente", en referencia a los GAL. Reiteró el compromiso del Ejecutivo de ayudar a la justicia a esclarecer los hechos y negó cualquier tipo de obstrucción a la misma desde su Gabinete. También insistió en que en el último año, tras la afloración de los escándalos Roldán y Rubio, se había establecido un sistema. más riguroso de controles para evitar la corrupción.González combinó su defensa con el ataque, al sacar a relucir que, siendo ministros del Interior Manuel Fraga y Rodolfo Martín Villa, ya funcionaban las tramas antiterroristas.
Culminó este apartado con la oferta a todos los grupos para realizar un "ejercicio de especial responsabilidad" en esta materia. "Tenemos que impedir que, al amparo de un tratamiento partidista de este asunto, demos a las a estrategias terroristas para quebrar la solidaridad de los partidos democráticos".
González dedicó la segunda parte de su intervención a justificar la continuidad del Gobierno y su intención de agotar la legislatura. No ofreció novedades en sus argumentos: la existencia de una mayoría parlamentaria suficiente, sustentada por CiU, y un programa de Gobierno cuyo eje principal es aprovechar la recuperación económica.
Pero el jefe de Gobierno también dio a su discurso un toque trascendente, de signo histórico, que generó abucheos de la oposición. "Estamos viviendo del periodo más largo de estabilidad política de nuestra historia reciente. No quiero contribuir a romperlo". Según González, el primer tercio del siglo XX dejó en España una imagen de crisis políticas permanentes. La causa de ello era el aprovechamiento, por parte de los políticos más ávidos de llegar al poder, de cualquier escándalo para -con la ayuda de la prensa adicta- a magnificar los movimientos de opinión y utilizarlos para crear crisis y divisiones políticas en los partidos turnantes, explicó.
Asimismo, González reveló otra de sus preocupaciones en el funcionamiento de la democracia española: "Es cierto que se ha producido una ruptura con el lenguaje, los usos y los modos habituales en una democracia sólida. Es cierto que hay quienes basan toda su estrategia en la. descalificación, el insulto y la erosión sistemática. Es cierto que en algunas fuerzas políticas -y en algunas instancias sociales- se ha instalado la doctrina del todo vale. Demasiado a menudo, se pretende desconocer la presunción de inocencia o la necesidad de que sea el que acusa quien pruebe sus imputaciones".
González dedicó el final de su discurso a tratar de demostrar que el Gobierno tiene aún un programa de realizaciones que justifican su continuidad. En materia económica, citó reformas pendientes como la Ley del Suelo, la Ley de Comercio y la reforma del Impuesto de Sociedades, y los planes de liberalización del transporte.
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