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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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El difícil manejo de las fotos

Juan Arias

El jefe de prensa del Consejo General del Poder Judicial, Agustín Zurita Pinilla, nos informa de la "indignación" del presidente, Pascual Sala, por haber ilustrado con una foto suya la colaboración de Jaime García Añoveros titulada La farsa, del jueves pasado, en la sección de Nacional. "¿Se pretende, acaso, identificar a Pascual Sala (al que, por cierto, no se menciona ni una sola vez en el texto) con la teoría del autor sobre la farsa política?", escribe Zurita, que acude al Defensor del Lector solicitando una rectificación.¿Por qué se escogió esa foto de Pascual Sala, presidente del Consejo General del Poder Judicial, dado que, en efecto, no se le nombra explícitamente en el artículo? El Defensor del Lector se lo ha preguntado a Mariló Ruiz de Elvira, redactora jefa de Nacional, quien así ha justificado su decisión: "Pascual Sala, en su calidad de presidente del Consejo General del Poder Judicial, es el máximo representante de la judicatura y, por tanto, puede entenderse que a él se refiere la expresión "los jefes de los jueces" que utiliza el autor. A nuestro entender, la fotografía que ilustraba el artículo -una imagen de la conferencia de prensa ofrecida por Sala el pasado 25 de enero, en la que hizo un llamamiento a todos para que se respete la independencia de los jueces- es un claro reflejo de la judicialización de la vida política. García Añoveros va incluso más allá del ámbito político al afirmar que "hay una justicia tan accesible que raro es el ciudadano que no tiene un pleito". Y un dato añadido: la palabra jueces aparece por tres veces en el artículo. Lamentamos que el presidente del CGPJ vaya más allá de nuestra intención, meramente ilustrativa, y considere que la combinación del título con su foto daña su imagen".

El Defensor del Lector, tras una lectura atenta del artículo, reconoce que tenía mala salida su ilustración sin que alguien pudiera darse por aludido, dado el contenido crítico de la colaboración de García Añoveros. En el artículo se cita, por ejemplo, al presidente del Gobierno. Pero una foto suya ¿no la hubiese interpretado también Felipe González como tendenciosa? La única solución podía haber sido recurrir a los dos únicos personajes a los que se cita con nombres y apellidos: los escritores Sciascia y Valle-Inclán, los únicos que además no hubiesen podido protestar al haber fallecido ya. Por lo que se refiere a mi buen Sciascia, el sutil investigador de la Mafia y fustigador de la justicia, pienso, entre paréntesis, que hubiese gozado con el artículo La farsa, porque recuerdo que de farsa me había calificado, durante una comida en Roma, el documento de la comisión del Parlamento que investigó el asesinato, de Aldo Moro, de la que formaba parte como diputado radical, y acabó por presentar él un documento alternativo.

Alumnas del Vallecas II

El equipo directivo del instituto de formación profesional Vallecas II: director, secretario, jefe de estudios, jefa de estudios adjunta y jefe de estudios delegados [¿por qué no han firmado también los representantes de los padres ni de los alumnos?] se ha dirigido "con manifiesta indignación" al Defensor del Lector a causa de una información aparecida en este periódico el 24 de los corrientes, en las páginas de Educación, firmada por Esteban S. Barcia.En el artículo, dos estudiantes de dicho centro denunciaban que se les prohibiera la crítica, sobre todo cuando es colectiva, porque es, decían, "el objeto de las peores sanciones", y narran una historia ocurrida en el centro que costó un castigo -a juicio de ellas, injusto- a toda la clase y la expulsión temporal de cuatro alumnas.

Los responsables del instituto escriben: "En primer lugar, nos ha sorprendido que dicha información no haya sido contrastada con las otras partes implicadas -exigencia en la que ustedes son tan escrupulosos tratándose de otros periódicos-, especialmente cuando, con motivo de los hechos aludidos, ustedes fueron llamados por nosotros para que pudieran tener acceso a los mismos de primera mano y no aceptaron nuestra invitación".

Y concluye: "Nos parece poco serio que ustedes tengan tiempo y espacio para atender a los alumnos y no lo hayan tenido para "las autoridades" de un instituto cuando éstas quisieron dar una versión de los hechos".

Esteban S. Barcia, autor del reportaje, interpelado-porel Defensor del Lector, ha respondido que "no se citó expresamente el nombre del centro al que se alude en el reportaje -en un único párrafo- precisamente porque no hablamos con la dirección del mismo". Y añade: "Pensé que esa omisión nos liberaba, en cierto modo, del contraste de opiniones que reclaman los profesores, contacto que ciertamente debo confesar que no intenté porque escribí el reportaje durante un fin de semana".

Y es que el periodista sabe que el Libro de estilo exige que en los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las partes en litigio". Es verdad que el reportaje no citaba en ningún momento al centro, pero los nombres de las alumnas y sus fotos lo delataban. Pero Barcia explica: "Dudo mucho de que la inmensa mayoría de nuestros lectores estuviera en condiciones de relacionar la información a que hacía referencia en ese párrafo con el instituto de formación profesional Vallecas II en concreto. Pienso que sólo los componentes de la propia comunidad educativa del instituto habrán podido establecer tal relación, dado que en la información aparecían los nombres de dos alumnas y su fotografía. Ellas tendrán que asumir, como personas adultas que son, ante el resto de la comunidad escolar de la que forman parte, las consecuencias de sus afirmaciones, sobre todo si no se ajustan a la verdad".

En cuanto a la alusión que hacen los directivos del centro de que este diario tiene espacio para dar "a los alumnos" y no a "las autoridades", me gustaría recordar una columna mía en esta misma sección del 8 de enero pasado, en la que se recordaban unas normas de buen periodismo presentadas por el ex director del diario norteamericanom Boston Globe y actual presidente del Centro de Periodismo Internacional de Reston. Entre ellas figuraba la siguiente: "Que los informadores sobre temas de educación vayan más a las clases a hablar con los alumnos, para conocer sus propios problemas, y menos a los consejos de clase".

Personalmente creo que si de algo pecamos es de dar poca voz a los alumnos e infinitamente más a las "autoridades". Lo que no justifica que, en este caso en cuestión, debiéramos haber interpelado también a las autoridades del centro como exigen nuestras normas.

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