Ya se ve la luz
En el análisis de la crisis política que está viviendo España en las últimas semanas se puede proceder por simple descripción, insistiendo en los aspectos negativos o pensando, por una vez, en los positivos. La descripción nos remite a rasgos muy característicos de nuestro tiempo presente en que unas sociedades grises, cuyo prosaismo se conmueve súbitamente por el espasmo, dan la sensación de poder llegar a una especie de revolución por un proceso de descomposición. En el momento clave el ansia colectiva se expresa en la búsqueda de un orden y en la sensación de incapacidad de encontrarlo -porque nada ni nadie parece comportarse como le corresponde y de él se espera- se cifra el aspecto más negativo de la agonía colectiva. La barahúnda de las últimas semanas nace, ante todo, de la sensación de ausencia de reglas, derrumbamiento de principios y vaciamiento de sentido en las instituciones.Pero de ella, como es lógico, también se puede salir. En los últimos días ha habido buenas pruebas de ello y quizá ha funcionado un registro muy habitual durante la transición que podía ser descrito como la imposición de la sensatez desde la sociedad. En tres ocasiones instituciones que no son estrictamente político-partidistas han ofrecido un criterio sobre materia que, siendo de su competencia, también la trasciende. Cuando el Consejo de RTVE vota casi por unanimidad un criterio común acerca de las declaraciones de Sancristóbal está, por vez primera en mucho tiempo, cumpliendo la misión que le es propia y superando las barreras impuestas por el procedimiento de nombrar a sus miembros. También el Consejo del Poder Judicial ha hecho una declaración de principios unánime, quizá repitiendo lo obvio, pero en ocasiones como la actual eso resulta imprescindible. La sorpresa más positiva ha sido, sin embargo, el pronunciamiento de la patronal y los sindicatos porque sin duda en la solución concreta de la crisis están en el desacuerdo más completo, pero han sabido recordar que es imprescindible encontrar la salida y remitir su contenido a quienes les corresponde. Todas estas iniciativas, espontáneas y producto de la sensatez misma, recuerdan ese aspecto esencial de la democracia que es el sentimiento de tarea común y compartida, ese 'fellow feeling" del que hablaba -creo recordar- John Stuart Mill.
Ese, sin embargo, no es el único aspecto positivo de la crisis política. Hay otro también que reside en la sensación de irreversibilidad de cuanto ha sucedido (y no sólo en el sentido de que nada será perdonado). La magnitud de la crisis viene dada no tanto por la monstruosidad del GAL, sino porque se presenta como un colofón y como una consecuencia final. Eso hace qué nos instale en una fase definitivamente nueva cuyos rasgos todavía no podemos definir, pero que ya se nos presenta como tal.
Ahora les toca jugar a los partidos y bueno será recordar que hasta el momento han estado por debajo del nivel exigible. Nadie podrá decir que no tienen razones (para no pedir la moción de confianza, para no poner el voto de censura o para apoyar a un gobierno sin admitir pertenecer a una coalición). Incluso se puede añadir aún más: les corresponde el derecho pleno a hacerlo. Pero otra cuestión es si este tipo de comportamiento es responsable en unas circunstancias como las actuales. Richard ven Weizsacker decía que un político en la Europa actual es sólo un generalista con ciertas ideas elementales sobre cómo combatir al adversario. Pero tiene que ser algo más: debe también ser capaz de resolver problemas. Ahora, en la semana entrante, les corresponde a los políticos españoles demostrar si pueden cumplir esa segunda parte de sus obligaciones.
Claro está que hay muchos otros- problemas complementarios: el momento de celebrar elecciones, el peso específico de cada partido en un futuro, la futura conveniencia o no de gobiernos de minoría parlamentaria. Ésas son cuestiones muy importantes, pero posteriores en el tiempo. Lo que ahora importa es que en el debate parlamentario de la semana entrante los partidos políticos estén a una altura que no han logrado en las semanas precedentes. Como el nivel exigible lo han señalado entidades no partidistas con esas declaraciones hay razones para justificar la esperanza de que, por fin, al final del túnel, estemos empezando a ver la luz.
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