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5.000 ricos y famosos

Me parece bien que Hacienda tome medidas para combatir el fraude fiscal, puesto que soy de los que hacían declaración del IRPF cuando se creó en tiempos de Franco, que no éramos muchos. Pero estoy que no vivo desde que el secretario de Estado de Hacienda anunció la confección de., una lista de 5.000 personas de máxima relevancia social a quienes vigilar especialmente para saber si evaden. Como, otros muchos profesionales, llevo mis asuntos personales con algún desorden: a veces olvido una de mis citas con Hacienda y retraso esta. declaración o aquel pago. Pero se lo prometo, al final siempre cumplo todas mis obligaciones. Soy miembro de la Comisión Trilateral, vulgo Gobierno del mundo; me ha condecorado la Reina de Inglaterra, luzco en las columnas de los periódicos más afamados de Europa; todo eso puede llevarles a incluir mi nombre en la lista de los 5.000.Por favor, señor secretario de listado, ¡inscríbame en la lista de los 5.000! Si no estoy en esa lista, no soy de la élite, no soy nadie. Prefiero en ese caso que el señor secretario de Estado convenza al señor ministro, y éste al señor Felipe, que emplee o empleen otros métodos para reducir la evasión fiscal. Creo que ayudaría a conseguir ese benemérito fin que fuera menor la cuantía de los impuestos que hemos de pagar la mayoría de los españoles, cualesquiera sean nuestra fortuna e ingresos. Para que esa reducción fuese duradera, podrían pensar en reducir la desmesura del gasto: así se olvidarían pronto de la lista de los 5.000 ricos y famosos que me trae a mal traer.

Ya ven que no soy de esos señores de la oposición que coinciden con los mantenedores del Gobierno y con la izquierda recalcitrante en mantener sin más modificaciones que algún maquillaje todo el gasto del Estado de bienestar, pese a que todos saben que es insostenible. No me importaría que se mantuviera el gasto y bajaran los impuestos si el déficit consiguiente lo pagaran otros, pero temo, por lo que me sugiere la experiencia, que a la postre recaería sobre mí por el aumento de los intereses de mi hipoteca o por el aumento de los precios se la cesta de la compra. En mis tiempos de estudiante, viví en el Portugal de Oliveira Salazar y como era señorito me molestaba sobre todo que las salidas con mis enamoradas incluyeran siempre una chaperonne: solíamos decir que esas dignas matronas ponían cara de quedarse con la miel en los labios porque "llevaban el cesto". Pues la misma cara que a ellas se me pone cuando me dejan colgado del brazo el cesto de la inflación.

Es cierto que está el problema de los votos. Si soy popular, apoyo el sistema de pensiones de los socialistas para que no me lo saque Felipe en la televisión y me robe la victoria. Si soy sociata, mantengo la progresividad del impuesto para parecer que machaco a los ricos más que a los pobres. Yo sugiero con cierta desesperanza pero agobiado por mi posible exclusión de los 5.000, que el gasto se redujera sin mentir y el impuesto no castigara a los pocos ricos que no emplean asesor fiscal.

. El impuesto sobre la renta podría ser proporcional, para que pagaran más los que más pudieran y al propio tiempo sintieran el peso del impuesto en su medida los votantes de la mayoría. Creo que debería excluirse, con la gradación apropiada, a quien estuviera por debajo de la línea de subsistencia. Pero si lo políticos, para impedir que baje el paro y conseguir sustanciosas subvenciones de la UE, quieren seguir cargando un tipo marginal por encima del 100% a los parados que se deciden a trabajar, pierden las chapuzas y el PER, y pasan a sufrir deducciones, callaré discretamente.

Como ven, sólo me mueve la cochina envidia, el vicio fiscal por excelencia.

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