La épica irlandesa
The Canberries son parte de un fenómeno curioso, que se viene dando en el gusto musical de la gran audiencia de unos pocos años a esta parte. Grupos o artistas, cuya producción transcurre por parámetros intimistas y alejados del barullo de las modas, que de repente se ven elevados a la categoría supervendedores en un mercado en pleno estado de confusión.Al menos, esa sensación dieron en su visita a nuestro país. El aforo de la sala estaba absolutamente vendido, a pesar del precio de las entradas, y la multitud de chavalitos asistentes se sabían al dedillo las letras de un buen puñado de canciones del grupo.
Tras un breve calentamiento a cargo de los nacionales Phanton Dogs, la personalísima voz de Dolores O'Riordan se alzó, como un muro emocional, ante los asistentes, arropada de forma escueta por una instrumentación no concebida para destacar. Esa voz, la de Dolores, posee un modo de frasear que la sitúa próxima a la mística de la música popular irlandesa, con cierto regusto a grunge e incluso ciertos matices de folclor judío. Curiosa mezcla.
Es normal, pues, que todo el concepto musical gire en torno a esa manera de cantar y a la belleza, delicada, abrupta y repetitiva a la vez, de temas como Nothing left at all, Linger, Ode to my family, Both o la más coreada de todas, Zombi.
Resultó un concierto correcto, aunque ciertamente monótono, de una banda que suena ostensiblemente mejor en el estudio que en directo y que concluyó con Dreaming my dreams, un tema que les emparenta con la épica de otros irlandeses inmortables, U 2.
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