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Un texto inédito revela el complejo de Sartre por "no haber movido un dedo" ante el nazismo

El filósofo se lamentó de no haber vislumbrado los efectos de la II Guerra Mundial

Enric González

Jean-Paul Sartre lamentó en 1939 "no haber movido un dedo" para oponerse al nazismo y evitar la III Guerra Mundial, y se sintió "culpable" ante algunos de sus compañeros por su desinterés frente a lapolítica internacional en los años de preguerra. Los diarios de guerra del filósofo francés ,fallecido en 1980, se reeditarán en Francia el próximo día 14, con la adición de un cuaderno hasta ahora inédito, el primero, que se creía perdido. En eseprimer cuaderno, hallado en 1991, figuran las impresiones del soldado Sartre en los días posteriores a la movilización y sus autorreproches por no haber sabido vislumbrar un conflicto bélico devastador ni tomar partido ante él.

Sartre escribió 15 cuadernos entre septiembre de 1939, inicio de la guerra, y junio de 1940, cuando Francia aceptó la derrota y capituló. De los 15 se perdieron diez, y los cinco restantes fueron publicados en 1983. Pero en 1991 apareció un cuaderno, precisamente el primero, guardado por un bibliófilo anónimo. La Biblioteca Nacional de Francia lo adquirió y la editorial Gallimard lo ha añadido -a los otros cinco para una reedición bajo el título Carnets de la drôle de guerre (traducible como Diarios de la guerra tonta).

Las páginas inéditas de Sartre se suman a la apasionada revisión de que en Francia son objeto, 50 después, los años 1939 y 1940. La profundización en el pasado ultraderechista de Mitterrand ha constituido la, cresta de un intenso debate sobre la época en que la sociedad francesa mostró sus rasgos más conservadores y antisemitas, y se inclinó, salvo excepciones, ante la ocupación nazi.

Guerra lejana

Sartre, fallecido en abril de 1980, señaló en su cuaderno que ha guerra fue la época crucial de su vida, el tiempo en que pasé de la adolescencia intelectual (aunque ya había publicado, con gran éxito, La náusea) a la madurez de pensamiento. En 1939 tenía 34 años, y cuando los aliados entraron en Berlín, en 1945, tenía ya 40. Su papel en el conflicto fue muy secundario: movilizado y destinado a: un batallón auxiliar por su miopía, jamás entró en combate y se dedicó a las mediciones meteorológicas. De ahí que, para él, fuera una "guerra tonta", siempre lejana e incomprensible. Percibió desde que llegó al frente alsaciano, sin embargo, lo mucho que estaba en juego. Y lamentó no haberse dado cuenta antes. Justo antes del inicio & la guerra, cuando. los futuros aliados intentaron un último gesto de apacigüamiento ante Adolf Hitler con los acuerdos de Múnich, el joven Sartre, prefirió no tomar partido: "Los muniqueses me asqueaban porque eran burgueses y cobardes, temerosos. por su piel, su capital o su capitalismo. Pero los anti-muniqueses Te parecían espantosos porque preconizaban la guerra", escribió en sus primeros días como soldado. "No tuve el coraje intelectual de ser una cosa ni otra" agregó.

En su primer diario, Sartre justificó su indiferencia prebélica como una actitud estoica, la misma que le permitía. vestir el uniforme "seguro de que esto va a durar un año, aunque sepa que no será así". Pero consideró que la indiferencia no era aceptable: "Haber permanecido totalmente inactivos, por asco de la política, está bien para nosotros, si acto seguido aceptamos la guerra sin quejarnos, como un cataclismo. Pero ante los jóvenes que vienen tras nosotros, y particularmente ante Bost [un compañero], hemos sido culpables". "En lo que a mí concierne, estoy limpio: odio la guerra" siguió, "pero no he movido un dedo por evitarla. Pago hoy esa imprevisión no quejándome, rechazando la rabia o la desesperación, sufriendo lo que no he sabido ni querido evitar".

También albergó, desde el principio, serias dudas sobre su propio bando militar: "¿Contra qué nos batimos? ¿Contra el nazismo? Pero desde hace un año reina un fascismo larvado en Francia", escribió Sartre, refinéndose al régimen de Pétain.

El filósofo y escritor estaba por entonces muy influido por la lectura de Martin Heidegger, de quien conocía su simpatía por los nazis, y se permitió alguna provocación en sus diarios: "Reconozco que en mi pensamiento actual hay una sombra de fascismo (el historicismo, el ser-en-el-mundo, todo lo que amarra al hombre a su tiempo, todo lo que empuja sus raíces hacia la tierra Í hacia la situación). Pero yo odio el fascismo señaló, "y no me sirvo de él más que como esa pizca de sal que se mete en el pastel para que parezca más dulce".

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