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Las inundaciones fuerzan la mayor evacuación en Holanda en 40 años

El agua había forzado ayer a más de un cuarto de millón de holandeses a abandonar sus casas o estar a punto de hacerlo, en la mayor evacuación que registra el país desde 1953. El anuncio de que los diques podrían no resistir la crecida de los ríos Rin y Mosa, agravado por el pesimismo meteorológico, ha llevado a las autoridades a sacar a más de 100.000 personas de Limburgo y Gelderland, al sureste. Ayer, la recomendación de abandonar la, zona se convirtió en orden para los vecinos de una decena de localidades en un área de 500 kilómetros cuadrados. Las inundaciones, declaradas catástrofe nacional, se han cobrado ya la primera vida.

En Francia mejora la situación en el noroeste del país, pero sigue siendo preocupante en el este y en París. Los ríos belgas, en particular el Mosa y sus afluentes, comenzaron a decrecer ayer. Los reyes Alberto y Paola recorrieron algunas de las zonas más afectadas. Las inundaciones que anegan media Europa tendrán consecuencias graves para la agricultura de numerosas regiones. En Alemania comienza a bajar el nivel del Rin, pero se mantiene el estado de alarma. El casco viejo de Colonia sigue sumergido por cuarto día consecutivo."Nos obligan a salir. Yo por mí me quedaría aquí en mi casa, con mi ducha y mi cania", dice con rostro angustiado Anette Fransen, una holandesa de Druten. "Claro que tengo iniedo", continúa, "pero esto es lo único que tengo". Apenas hace un año que compró su casa y todos sus ahorros están invertidos en esas cuatro paredes de la pequeña localidad. Al igual que la mayoría de los afectados, salió persuadida por los avisos que las autoridades hicieron a través de la radio y la televisión. Atrás iban dejando sus hogares y enseres.

La, familia Arts, con cuatro niños, el mayor de ocho años, se resigna a la situación. "Prefiero la seguridad de mis hijos a todo lo que tengo en casa", dice Marja, mientras acuna a uno de los pequeños en sus brazos. Acaba de amontonar, ayudada por su marido, todos los muebles en el ático y, con apenas algunas ropas, se han unido al éxodo del pueblo.

Dispuiestos a resistir

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A las 10 de la mañana terminaba el flujo de salida de la mayoría de los habitantes de la zona, que rodea la ciudad de Nimega, situada entre los ríos Mosa y Rin. Al igual que los Arts la mayoría de los afectados salió voluntariamente y en su propio coche en la noche del lunes al martes. Tan sólo un 10% de rezagados obligaron a las autoridades a invitarles a marcharse. A pesar de ello, algunos se negaron.

Según el portavoz del Ayuntamiento de Nimega, aunque hay posibilidad legal de obligarles a abandonar sus casas, no los van a arrastrar. "Les hemos avisado de que cuando vengan las aguas, no vamos a exponer la vida de un solo hombre para salvarles. Se quedan bajo su propia responsabilidad", asegura muy en su papel. Pero minutos después ya más relajado, confiesa entender muy, bien la situación. También él nació en Druten y su cuñado es uno de los pocos que han decidido quedarse. "Han nacido allí y allí quieren morir", dice visiblemente emocionado.

A medida que salían los últimos afectados, policías y más de 1.000 miembros de las Fuerzas Armadas ocupaban la zona para evitar los robos y convirtieron los pueblos en "áreas de acceso prohibido".

La tragedia ha conseguido concentrar grandes familias, algo inhabitual en Holanda. En estos momentos no es excepcional el caso de Bianca Wijnhoven: los únicos familiares que viven al norte del país ya han dado acogida a otros 14 evacuados. Sólo aquéllos que vivían concentrados en la zona afectada se han visto en la necesidad de hacer uso de las facilidades ofrecidas por las autoridades.

El centro deportivo de Nimega se ha convertido en el hogar de unas 300 personas. "Sólo estamos esperando que suba el agua e inunde nuestras casas", explica Marjan Martens, mientras se pasea nerviosa por la sala donde se han instalado más de 500 literas. Además de casi 100 niños se pueden encontrar amontonados jaulas de canarios, periquitos, loros y varios gatos y perros.

Las autoridades tratan desesperadamente de evitar que se repita el desastre que en 1953 costó la vida a más de 1.800 personas, inundó 145.000 hectáreas y dañó 50.000 viviendas y granjas. "En aquella ocasión la amenaza no fueron los ríos, sino el mar", rememora con la mirada perdida la abuela de la familia van de Berg-Ebben.

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