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Unas normas sismorresistentes que no hacen milagros

El aumento de gastos y quién vigila el cumplimiento son los principales problemas en la aplicación de las normas que intentan evitar daños en las construcciones cuando se producen movimientos de tierra, las llamadas normas de sismorresistencia. Hasta ahora, estas recomendaciones técnicas de obligado cumplimiento para nuevas construcciones en zonas sísmicas, como algunas del sur de España, se han centrado en los edificios y se han olvidado un poco de las infraestructuras (raíles, autopistas...) y del suelo, el que parece haber sido el principal problema en el caso de Kobe. "La ingeniería resuelve cualquier problema ahora mismo en cuanto a edificación, pero no si es un problema de suelo", señala Emilio Carreño, jefe del Servicio de Ingeniería Sísmica del Instituto Geográfico Nacional. Con normas más rígidas se podría aminorar el daño aplicando parámetros más restrictivos o haciendo cimentaciones más complicadas, pero no hay garantías. "Lo mejor", dice este especialista, "es irse a vivir a otro sitio, porque no hay soluciones. Estamos ante un fenómeno natural que no podemos controlar. Se ha visto cómo dentro de una misma ciudad hay una diferencia tremenda de daños en cuestión de metros, exclusivamente por el suelo. No estamos hablando de la corteza terrestre, sino de los metros superficiales del suelo, que son muy importantes".La norma española, aprobada en el último Consejo de Ministros del año 94, sólo se refiere a edificios, pero en Europa se están haciendo normas, llamadas eurocódigos, que contemplan también la construcción de puentes, chimeneas, mástiles y cimentación. En tres años serán de aplicación obligatoria para todos los países de la UE.

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Evitar víctimas

Las normas sismorresistentes tienen como finalidad fundamental evitar víctimas, para lo cual tratan de impedir que los edificios colapsen y para ello se utilizan materiales dúctiles. "Puede ocurrir que después de un terremoto haya que tirar el edificio, pero de momento no colapsan y se salvan las vidas humanas", explica Carreño. Se pretende que se deforme el edificio, pero que no se rompa. "Esto tiene un inconveniente, si el edificio llega a colapsar, el colapso es total. No ocurre como con una casa de madera que se hunde por partes. Si colapsa un edificio moderno se hunde entero, por eso aparecen esos edificios como sandwiches, planta sobre planta", dice.

El efecto de las ondas sísmicas sobre una población varía mucho según la distancia del epicentro del terremoto. Si está muy cerca de la población, generalmente los edificios bajos son los más afectados porque llegan las frecuencias altas (periodos cortos). Sin embargo, a más distancia del epicentro son los edificios altos los que salen peor parados.

En cuanto a recomendaciones, los expertos -apoyados en los estudios sobre la aceleración del suelo- señalan que en la construcción de edificios, aparte de utilizar materiales dúctiles (aquéllos que oscilan con el movimiento, pero no se parten), no debe haber elementos sueltos, todos tienen que estar bien anclados. Las ornamentaciones exteriores deben estar muy fijas. Algo fundamental es la simetría de un edificio: un edificio muy regular, con la caja de ascensores en el centro sufre menos que otro en forma de pirámide invertida. Es muy peligroso en zonas sísmicas el que haya piscinas en las azoteas porque el edificio se comportaría como un péndulo invertido, es una masa enorme arriba. Es el mismo efecto de las autopistas o raíles elevados.

En cuanto a detalles técnicos, explica Carreño, las uniones deben ser rígidas entre los elementos verticales y horizontales, pero que tengan una cierta ductilidad, bien sea por el tipo de materiales o por distintos dispositivos. Es fundamental que se rompan antes las vigas que los pilares. Y que los dispositivos de unión de los servicios entre edificios estén muy cuidados (juntas de agua, conductos de gas), incluso que se queden aislados en caso de movimientos sísmicos. ¿Y el suelo? "En anclajes y pilares habría que hacer algo nuevo, pero no se sabe todavía el qué", comenta.

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