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Tribuna:
Tribuna
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Estadistas

Todo el mundo se reconoce sabedor de quién es el señor X, y sólo el señor X -por modestia histórica y ética, supongo- rechaza el título. Las hemerotecas podrían prestar ahora él curioso servicio de resucitar, cuántas veces el señor X insinuó que lo era y cuántas veces la corte de aduladores le aplaudieron la gracia o al menos sonrieron desde una íntima complicidad, imbuidos del espíritu de servicio a la razón de Estado. Algunos de aquellos aduladores componen ahora una histérica y esquizofrénica jauría a la caza del señor X, porque mientras gritan "¡crucificale!, ¡crucificale!" insisten en que el Estado delincuente existe en todas partes y en que sólo hay dos clases de Estados delincuentes: los que saben disimularlo y los que no.Si de esta asquerosa historia salimos sólo con el balance del señor X cautivo y desarmado, poco balance será. O una democracia joven como la nuestra está en condiciones de replantearse adónde conduce el secreto de Estado y los fondos reservados o nuevos señores X aparecerán sin otra alternativa moral que la obra bien hecha, es decir, el crimen de Estado bien hecho. Tan indignante como el avestrucismo desarrollado por los socios de Mr. X y la complicidad de la Dirección de Instituciones Penitenciarias con la campaña de descrédito de los jueces movida por los supuestos implicados en el caso GAL está siendo la estrategia de los que reducen la operación a un ejercicio histérico de caza de un señor X malherido. Cuando se sinceran, y a veces lo hacen a micrófono abierto, resulta que ellos, en el lugar de Mr. X hubieran hecho lo mismo, y se atreven a generalizar:

"Todos cerramos los ojos cuando se produjo el caso GAL, y todos hubiéramos hecho lo mismo". So, caballo. Que cada implicado aguante su vela; es decir, todos los que en el pasado fueron tan estadistas como el estadista que les parió.

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