Una ingeniería no tan perfecta
Un amanecer de pesadilla cuestiona la resistencia de los edificios japoneses
El peor terremoto habido en Japón en los últimos 70 años presenta a los japoneses algunas lecciones sobre la vulnerabilidad de sus ciudades. Una jornada de horror por televisión observando las terribles imágenes de Kobe ha bastado para poner freno a las felicitaciones que este país se dio hace apenas un año al ver el devastador terremoto que azotó Los Ángeles. Si tal destrucción material y pérdidas de vidas han podido ocurrir con un terremoto antes del amanecer en la quinta ciudad del país, cuando apenas había tráfico por carretera o ferrocarril, ¿qué podría haber sucedido si el temblor hubiera llegado a una hora punta o a plena luz del día? ¿Y qué sucederá cuando el próximo Gran Terremoto de Kanto, que azotó Tokio en 1923 con un saldo de 140.000 muertos, golpee de nuevo la capital del archipiélago, que tiene cinco veces más la población de Kobe? La primera lección que se extrae de la catástrofe del lunes es que la cacareada superioridad de la ingeniería civil nipona ha sido sobrevalorada. Su reputación de construir edificios a prueba de terremotos, se ha visto gravemente dañada en las últimas 24 horas a través de las imágenes de la tragedia que la televisión ha difundido a todo el país y al mundo entero. Una autopista sobre un puente elevado levantada en 1966 con unas garantías que los propios ingenieros alardeaban que "soportaría otro terremoto como el de 1923" quedó hecha un acordeón y se fracturó cuando los pilares de cemento reforzados de acero cedieron de repente.
Secciones enteras del tendido ferroviario que se construyó para la primera línea del shinkansen (el tren bala) inaugurada en 1964, el año de los Juegos Olímpicos de Tokio, se derrumbó dejando al aire las vías de acero. Edificios de cemento levantados en los años sesenta y con una supuesta resistencia capaz de aguantar movimientos telúricos como el de 1923, cuando la mayoría de las casas era de madera, se han venido también abajo. Un elevado edificio de gran prestigio comercial de Kobe se halla ahora tan inclinado como la Torre de Pisa. Toda una planta de un hospital de la ciudad desapareció al ceder la estructura de hierro y acero.
"Es demasiado pronto para determinar las causas", afirma un portavoz del Ministerio de la Vivienda. Un equipo de investigación ha viajado ya a la golpeada zona de Kobe. El portavoz confesó que todo el mundo en el ministerio se halla "muy impresionado" por las imágenes vistas por televisión. El terremoto del lunes resalta, además, el peligro que representa la extrema concentración de población que existe en Japón en el denso corredor urbano que va a lo largo de la costa del Pacífico desde Tokio y Yokohama hasta Nagoya, Osaka y Kobe.
La mayor parte de los habitantes de Kobe y de las localidades vecinas fueron salvajemente sacudidos en plena noche. La reacción de un niño, cuando le preguntaron ayer en el vestíbulo de una escuela don de su familia había sido evacuada, resulta típica: "Hubo un tremendo ruido y cerré los ojos. Entonces me metí bajo la mesa y me envolví en la alfombra".
Unas 100.000 personas pasaron la noche en refugios, mientras equipos especializados intentaban frenéticamente extinguir incendios y restaurar servicios básicos como teléfonos, luz y transporte. En los arrabales, casi todas las casas se habían derrumbado: Según los informes, unos 7.000 edificios quedaron destruidos, tan sólo en el área de Kobe. Toda la noche el cielo estuvo iluminado por el resplandor naranja de decenas de incendios.
La televisión japonesa emitió conmovedoras escenas protagonizadas por gente que esperaba ser rescatada. "He encontrado un rinconcito para sentarme", decía una mujer en Osaka con voz débil, "pero mi madre tiene muy mal las piernas y no puede ir más lejos". En Kobe, una anciana con un vendaje ensangrentado temblaba de emoción y rompía a llorar. "Mi familia quedó aplastada bajo la casa".
"Pienso que las medidas de socorro han llegado muy tarde", dice Osamu, Koidel profesor de la Universidad de Tokio. "Creo que el conocimiento de prevención de terremotos es escaso", confesó Koide. Bart Matzeck, fotógrafo canadiense que viajaba por la zona de Kobe, la describió como un escenario de guerra. En general las víctimas y los periodistas japoneses demostraron una extraordinaria disciplina y control emocional durante el desastre.
Kobe no había sido previamente considerado como centro sísmico importante, aunque varias fallas recorren la región, a 450 kilómetros al oeste de Tokio. El último terremoto serio en la zona ocurrió en 1916 y tuvo una magnitud del 6,1.
"Nunca creí que algo así pudiera ocurrir en Kobe", dice el taxista Rikihiro Sumino, a quien se le cayó encima de la cama un armario pero las mantas le salvaron de una herida grave. "Imaginé que podría pasar en Tokio, pero nunca a nosotros".
Copyright The Indepéndent / EL PAÍS.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.