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El cese del obispo Gaillot abre una profunda crisis en el catolicismo francés

El prelado responde a su destitución con la ocupación de un centro de auxilio social

Enric González

La suspensión del obispo de Evreux, Jacques Gaillot, por parte del papa Juan Pablo II ha abierto una herida profunda en el catolicismo francés. Los millares de muestras de apoyo al caído obispo progresista parecen demostrar que una gran parte de la sociedad católica se sien te mal representada por la jerarquía vaticana, como admitió ayer el presidente de la Conferencia Episcopal, Joseph Duval. E indican también que las crecientes desigualdades sociales en la otrora cohesionada Francia están llevando a numerosos clérigos a sumarse al bando de los desprotegidos.

El ex obispo de Evreux, desde el viernes obispo in partibus de la fantasmagórica diócesis mauritana de Partenia, tuvo ayer la reacción que esperaban sus seguidores: ocupó con un centenar de personas un centro de auxilio social en París para reclamar ayudas para los jóvenes que "sin poder estudiar ni trabajar, carecen de subsidios y parecen no tener derecho a la vida". Fue una forma simbólica de echarse al monte y unirse a la guerrilla católica que, desde hace años, encabeza el popularísimo abad Pierre.Una guerrilla que no rompe con los dogmas de la Iglesia, pero insiste en el deber de defender a los más débiles y en el derecho a discrepar de la doctrina emanada del Vaticano, sea en el uso de preservativos para luchar contra el sida, sea en la administración de sacramentos a los divorciados, sea en la ordenación de sacerdotes casados.

[El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, dijo ayer en el avión que llevaba al Papa a Papúa-Nueva Guinea: "Un obispo tiene una gran libertad de palabra, pero no debe sobrepasar lo que enseña la Iglesia".]

Durante el pasado fin de semana, más de 10.000 católicos y no creyentes, entre ellos mucha gente de raza negra y muchos mendigos, se manifestaron en distintas diócesis para, mostrar su apoyo al ex obispo de Evreux, con un lema que hizo fortuna: "Gaillot, SDF". Las siglas de Sin Diócesis Fija eran las mismas que las de Sin Domicilio Fijo, la situación en que se encuentra más de medio millón de franceses. "Ahora yo también estoy, de alguna forma, en la calle, y eso me dará más tiempo y más fuerzas para, defender a los SDF", afirmó ayer Gaillot.

Bastantes de quienes ahora exigen su restitución al frente del obispado normando de Evreux habían criticado antes la tendencia a la autopublicidad de Jacques Gaillot y su apego a las cámaras de televisión. Pero por encima de todo se valora en estos momentos el catolicismo de compromiso social representado por el obispo proscrito. Y afloran todas las tensiones acumuladas por el centralismo impuesto por el papa Juan Pablo II, con el que han ganado poder los nuncios y lo han perdido las conferencias, episcopales nacionales. El debate abierto por la suspensión del polémico obispo está alcanzando todos los núcleos del catolicismo. En el diario La Croix, principal publicación católica francesa, la mayor parte de la redacción suscribió ayer un mensaje de apoyo a Gaillot. Varios obispos, como los de Cambrai, Touleuse y Saint Brieuc, lamentaron públicamente la decisión papal. Ochenta sacerdotes emitieron un comunicado expresando su "desánimo". Y el propio presidente de la Conferencia Episcopal, Joseph Duval, arzobispo de Ruán, admitió que muchos católicos se sentían mal representados por la jerarquía y "heridos por la decisión tomada en Roma", y que se había abierto "una herida muy difícil de cicatrizar". [En Bélgica, miles de católicos han creado un comité de apoyo al obispo Gaillot, informa Reuter. Sus fundadores piden su inmediato regreso al obispado normando].

Sanción tardía

Desde sectores conservadores o espiritualistas se expresaba, por el contrario, alivio ante la decisión de Juan Pablo II: "Hacía años que Gaillot escandalizaba a gran numero de católicos; y lo sorprendente de esta historia es que no se le sancionara ante?, declaró el abad Philippe Laguérie, de la parroquia parisina de Saint-Nicolas du Chardonnet, cuya feligresía simpatizaba con el fallecido obispo ultra Marcel Léfebvre.

La polémica trascendió el ámbito católico. Lo demuestra el espacio concedido al tema los dos últimos días por el diario progresista Libération y el comentario de primera página que, bajo el título Una Iglesia. que se aleja de la sociedad, publicó ayer el circunspecto vespertino Le Monde. El diario conservador Le Figaro asumió la defensa de la jerarquía, con un comentario en portada en el que atribuía al obispo rebelde un pecado de orgullo".

Entre los políticos, Arlette Laguiller, eterna candidata trotskista a la presidencia, tuvo encendidas palabras de apoyo para Jacques Gaillot, "desde una perspectiva social y no religiosa", y hablaron a favor el inefable eurodiputado radical Bernard Tapie y el ex primer secretario del Partido Socialista, Laurent Fabius.

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