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Un ruso prisionero de guerra relata su experiencia en la batalla de Grozni

"Nos bombardearán. Mañana, pasado mañana, o cualquier día de estos. Pero no dudo de que lo harán. Ya no tengo e,speranza". Con estas amargas palabras, Madina Shamursáieva, médica jefa de un hospital de Gudermés, resume los ánimos que reinan en esta ciudad que queda a 36 kilómetros al este de Grozni. Las noticias divulgadas hace unos días sobre que Sultán Guelisjánov, jefe de la seguridad chechena, había dejado Grozni y se encontraba en Gudermés fueron interpretadas como un intento de preparar a la opinión pública rusa para cuando llegase el bombardeo.Shamursáieva, chechena de 30 años, soltera, hace sólo cinco meses que es médica jefa del Hospital de Ferrocarriles y lamenta profundamente esta guerra, no sólo porque, según afirma, están exterminando a su pueblo, sino también porque fue educada en la cultura rusa y entre rusos. Entre los heridos que se encuentran en el hospital de Shamursáieva destaca Sultán Atenguiríyev, de 25 años, hombre de verdes ojos infantires y pelo castaño cobrizo. En realidad, le vi sólo un ojo. El otro está cubierto por una venda. Más abajo, en la mejilla, se ve un sinnúmero de costras; la mano izquierda se la han operado. En la frente lleva la cinta verde islámica, que significa que lucha en, una guerra santa.

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Sultán comenzó a combatir a finales de noviembre y estuvo en lugares calientes como Pervomáisk, Petropáviovsk y Chervliónaia. Después, formando parte de un grupo especial "en una operación de exploracián" se hizo con un lanzagranadas. El 1 de enero, una vez que rechazaron el ataque ruso en las inmediaciones del palacio presidencial, fue a la zona de la estación de ferrocarril, donde resultó herido "tras destruir dos tanques". "Todavía tengo en la cara pequeñas esquirlas de metralla. Pero no me molestan, ahora lo principal es volver a luchar. Mi mano derecha está intacta", dice Sultán, que en tiempos de paz era decorador y trabajaba la madera y el mármol.

Horas antes que Sultán, resultó herido, la Nochevieja, el capitán de artillería Alexandr Bóndarev, de 26 años, ruso salvado por sus enemigos, que hoy está en otro hospital de Gudermés. "Ingresé en la escuela de artillería" dice, "cuando la. URSS todavía era una gran potencia. Y cuando estuve en Alemania, me sentía una persona de primera categoría. Después, aunque nadie nos derrotó, nos desintegramos", comienza su largo monólogo Alexandr, todavía un poco bajo los efectos de la anestesia: le acaban de operar. Su división fue una de las primeras en dejar Alemania, y de regreso a la URSS se vio en Ucrania. -Pero al poco tiempo se firmó el Pacto de Minsk -es decir, la desintegración de la URSS- y entonces se vio en el extranjero. Después de un tiempo pidió que lo trasladasen al distrito militar del Cáucaso -más cerca de su casa, pues es de Annavir, ciudad a orillas de Kubán- y comenzó a servir en Vladikavkaz. Y a finales de noviembre los hicieron levantarse en la noche y reunieron "todo el material que estaba más o menos en condiciones de funcionar. Después de ir de un lado a otro, el 15 de diciembre ocupamos los cerros desde los que se ve Grozni".

Mientras tanto, el checheno Shepa, su guardián, de cuando en cuando le acerca a la boca un trozo de gasa empapado en agua, que Alexandr chupa con avidez. El capitán ruso estaba convencido que habían llamado a las tropas rusas para imponer la paz, como lo hicieron en el Transdniéster. "Nunca me imaginé que íbamos a usar la artillería y, peor aún, la aviación contra una ciudad en la que viven decenas de miles de civiles".

En vísperas de Año Nuevo, en la noche, los levantaron y les ordenaron avanzar sobre Grozni. "Nadie nos arengó, nadie nos dio instrucciones claras. Nuestra columna de tanques -entre25 y 30- entró en la ciudad. La gente nos miraba, luego desapareció, y entonces empezaron a disparar y dispairar contra nosotros".

Cayeron,en una trampa y los tanques empezaron a arder iano tras otro. Al de Alexandr le olio una granada -¿no sería una de las que lanzó Sultán-, y de inmediato sintió como si le hubieran volado el brazo; pero no, todavía colgaba. Las es quirlas tambiém se le incrustaron en el vientre. Como pudo, con ayuda de su brazo bueno y Sus piernas, se asomó a la torreta del tanque en llamas y sus soldados lo sacaron. Todos los tanques de su columna fueron destruidos. Los Soldados siguieron defendiéndose y muriendo. Al caer la noche quedaban sólo seis, cuatro ¿le ellos heridos. Los sanos tornaron las armas y prometieron que regresarían con ayuda a buscarlos. Esperó toda la noche. En vano. No regresaron.

Los chechenos lo encontraron y lo llevaron al hospital.

"Soy ruso y mi lugar está en Lusia. Pero estoy terriblemente o decepcionado. Creía que íbamos hacia Europa, hacia la democracia, pero después de lanzarnos como ganado al matadero comprendo que pasarán muchísimos años antes de alcanzar el nivel de civilización europeo", concluye Alexandr.

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