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Los socialistas franceses buscan un candidato de consenso capaz de llegar a la segunda vuelta de las presidenciales

Enric González

El Partido Socialista francés (PS), huérfano de Jacques Delors, tiene ante sí dos opciones: la mala y la peor. La mala, sufrir una derrota en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La peor, no llegar siquiera a esa segunda vuelta, la decisiva, y regalársela a dos candidatos de la derecha. Sólo un dirigente del PS, el ex primer secretario y ex ministro de Educación Lionel Jospin, ha anunciado su "candidatura a la candidatura socialista". Pero la formación Radical de Bernard Tapie ha vetado a Jospin, con la amenaza de presentar un candidato propio que, con la división del voto de la izquierda no comunista, impida que haya un socialista en la votación del 7 de mayo.Bernard Tapie no podrá ser candidato si, como se espera, l6s tribunales ratifican su inhabilitación por cinco años a causa de sus supuestamente fraudulentos negocios privados. Pero Tapie sigue gozando de una importante popularidad entre la juventud y las clases más desfavorecidas de Francia, y está en condiciones de romper el electorado socialista si patrocina un candidato alternativo al PS. Ya lo hizo en las europeas de junio pasado, con un resultado demoledor: 14,5% para los socialistas, 12% para Tapie, y despedida inmediata del entonces primer secretario del PS, Michel Rocard.

Para Henri Emmanuelli, actual primer secretario socialista, el mayor problema es que la precandidatura de Jospin ha obtenido una buena acogida entre la militancia y es apoyada por la minoría renovadora de Pierre Mauroy y Martine Aubry (la hija de Jacques Delors) y por el propio Rocard, e incluso es bien vista por la formación izquierdista Movimiento de los Ciudadanos, del ex ministro Jean-Pierre Chévènement. Jospin es un hombre íntegro, alejado del mitterrandismo y de los numerosos casos de corrupción que han salpicado al PS. Para forzarle a abandonar, Eminanuelli necesita un candidato de unión, alguien que guste al partido y a los demás grupos de la izquierda no socialista y que, además, tenga fuerza electoral. Encontrar ese mirlo blanco está resultando muy difícil.

Con el beneplácito de François Mitterrand, Eminanuelli ha tentado varias veces a Pierre Joxe, ex ministro del Interior y presidente del Tribunal de Cuentas, pero siempre ha obtenido un no por respuesta. Robert Badinter, ex ministro de Justicia y presidente del Tribunal Constitucional hasta febrero, también ha sido requerido y tampoco le ha visto ventajas a la oferta. Tapie propone al ex ministro de Acción Humanitaria Bernard Kouchner, pero un gran sector del PS no quiere ni oír hablar de él.

Los dos principales dirigentes socialistas, el ex primer ministro Laurent. Fabius y el propio Emmanuelli, no cuentan por estar procesados. Queda el ex ministro de Cultura Jack Lang, el mejor situado en los sondeos, con el inconveniente de que repele a los antimitterrandistas. Con estos mimbres, los socialistas han de tejer una candidatura capaz de hacer frente al, hoy por hoy, presidente virtual Edouard Balladur.

"Imaginemos", afirma Emmanuelli, "que las encuestas aciertan y gana Balladur, quien dispone de una abrumadora mayoría parlamentaria. Si los socialistas no llegamos siquiera a la segunda vuelta de las presidenciales, la izquierda volverá al nivel de l958", año en que se entregó todo el poder al general Charles de Gaulle para hacer frente a la crisis argelina y a la indisciplina del Ejército. "Sería casi como estar en la clandestinidad", subraya, "y eso es imposible".

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