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Vergonzoso e infausto

Cerro Viejo / Lomelín, Urrutia, Moreno, Ondarza

Nueve toros (uno, sobrero, de regalo): ocho de Cerro Viejo, irreprochables y descarados, duros, broncos y peligrosos (excepto primero y sexto); uno de Espíritu Santo, limpio y manso.

Antonio Lomelín: media (aplausos y salida al tercio); estocada (división y salida protestada); estocada baja (división). Antonio Urrutia: estocada (silencio); dos pinchazos -aviso-, dos estocadas cortas y media (pitos). Manuel Moreno, que confirmó la alternativa: estocada desprendida (aplausos y salida al tercio); estocada contraria (silencio). Hernán Ondarza: pinchazo y dos estocadas (pitos); estocada delantera -primer aviso-, estocada -segundo aviso- y descabello (silencio).

Se multó a los subalternos Adolfo Sánchez, Antonio Velázquez y Fermín Quirós por banderillear indecorosamente en el 1º, 6º y 7º, respectivamente.

Monumental Plaza México, 1 de enero. Un cuarto de entrada.

La corrida del domingo fue un espectáculo vergonzoso e infausto por el sentido que desarrolló el encierro jalisciense, el aire que sopló intensamente a partir del quinto toro y la falta de sitio de los alternantes. Mal empieza el año taurino.Antonio Lomelín se vio vacilante y desentrenado. No pudo dominar al segundo adversario, que punteaba mucho, y sólo mostró aguante en algunos unipases por la derecha.

Lo único sobresaliente con el manso quinto fue la manera en la que ejecutó la suerte suprema. Se perfiló de frente y con limpieza dejó el acero en los rubios.

Cometió el error de regalar el sobrero, pues el aire soplaba con fuerza y hacía flamear los engaños. Para colmo de males, el burel llegó crudo a la muleta por mansedumbre ante el caballo y, además, tenía genio.

En general, la actuación de Lomelín dejó mucho que desear y fue despedido del coso con abucheos.

Como el tercero se revolvía, puso en apuros a Antonio Urrutia tanto con el percal como con la pañosa. Aunque tuvo voluntad en su labor no supo domeñar al débil ejemplar.

Al fijo sexto, aplaudido en el arrastre, Urrutia lo saludó de hinojos con (los largas cambiadas aprovechando la alegría del bovino. Después realizó valientes chicuelinas y verónicas. En su trasteo de muleta hubo enjundia pero el aire no le permitió quedarse quieto pues lo descubría. Al final de su quehacer pudo aprovechar el buen recorrido del astado y logró una serie de templados derechazos.

El portugués Manuel Moreno no supo qué hacer con el claro morlaco de su confirmación de alternativa. Su trabajo fue acartonado y alejado del viaje de la res. Jamás le dio la distancia y nunca templó sus pases.

La lidia del séptimo transcurrió entre el viento, lo áspero del bicho y la ineptitud y carencia de conocimientos del diestro lusitano.

Hernán Ondarza hizo su tarea al cuarto con serenidad pero la incertidumbre y el medio recorrido del toro no le ayudaron a lucirse. Cuando salió el octavo ya era imposible torear pues el aire hacía que la muleta ondeara como bandera y pusiera al diestro de Monterrey a merced de los tornillazos del cornúpeta.

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