El peso mexicano pierde otro 10% de su valor y llena de incertidumbre el futuro económico de México
El proyecto económico mexicano se vino abajo la semana pasada. Dos decisiones del Gobierno de Ernesto Zedillo sobre la paridad del peso con el dólar han dado al traste con las previsiones para 1995. El día 20, el secretario (ministro) de Hacienda, Jaime Serra, anunciaba la devaluación del peso en un 15%. Un día después, la Administración decidía dejar libre su flotación. La cotización de la divisa estadounidense se disparó hasta los 5,5 pesos por dólar, un aumento de más del 50% en esas dos jornadas. Tras una breve recuperación, ayer el peso volvió a bajar un 10% y se cambiaba a 5,6 por dólar.
La moneda mexicana no soportó la presión el día 20 en los mercados financieros, mientras el Ejecutivo se empeñaba en achacar la devaluación al conflicto armado del Estado de Chiapas.En un país en el que las devaluaciones llevan consigo una carga psicológica de desastre económico y en el primer año de vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte, la medida de devaluación situaba al dólar en cuatro pesos por dólar. El Banco de México continuaba sufriendo una enorme pérdida de sus reservas en divisas que el pasado viernes se situaban alrededor de 6.500 millones de dólares. Dos meses antes, la institución financiera disponía de más de 17.000 millones de dólares.
No fue suficiente. El día 21 por la tarde, Serra se reunía con las organizaciones empresariales y sindicales. El resultado fue tajante: las bandas de fluctuación que sostenían al peso en ciertos márgenes fueron eliminadas. La moneda flotaba libremente y la reacción fue inmediata. En una jornada, el peso perdía otro 30% de su valor y alcanzaba casi los seis pesos por dólar.
Un auténtico desastre para el recién estrenado Gobierno de Zedillo. Los objetivos de inflación para 1995, cifrados en el 4%, el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) que se preveía alcanzara el mismo porcentaje, y la creación de 800.000 puestos de trabajo el año que viene, pasaron a mejor vida. Ello sin contar el descalabro automático que la devaluación supone para la deuda externa de México, que ha vuelto a colocarse en el 60% del PIB, el nivel que tenía en 1986.
De la reunión de Serra con los sectores sociales en la que se decidió la libre flotación, surgió un compromiso que pretendía evitar, de momento, que la carga de la devaluación recayera sobre los consumidores. El sector empresarial se comprometió a congelar los precios durante dos meses. Horas después, podía comprobarse que los precios de los productos en los comercios, sobre todo los de importación, subían en un promedio de un 15%.
El Gobierno mexicano no puede abandonar su lucha contra la inflación, que actualmente se sitúa sobre el 7%. No obstante, la consultora mexicana Ciemeóx-Wefa calcula que el índice de precios puede alcanzar el 15% en 1994. El doble de la previsión del Ejecutivo. Y aunque los sindicatos comienzan a pedir revisiones salariales ante el panorama que se les avecina, no hay todavía medidas concretas para afrontar las consecuencias de la devaluación.
La patronal mexicana pidió ayer al Ejecutivo de Zedillo una "imprescindible concertación social" y la desregulación y simplificación administrativa para asegurar la superviviencia de miles de pequeñas empresas. Exigen sobre todo claridad. El Gobierno preparaba ayer un paquete de medidas de ahorro de gasto ante la magnitud de la crisis monetaria.
Pero el Ejecutivo de Zedillo no está solo. Los socios comerciales de México no están por la labor de cambios drásticos en la política económica. Las Administraciones de Estados Unidos y Canadá han puesto a disposición del Gobierno de México créditos por valor de casi 7.000 millones de dólares para que las autoridades financieras mexicanas se puedan defender al peso de las turbulencias de los mercados financieros.
La incertidumbre sobre el futuro de la economía mexicana es palpable. Ayer se produjo otra señal de esta confusa situación. Los bancos mexicanos, muchos de los cuales no vendieron dólares durante los días siguientes a la devaluación, suspendieron la concesión de créditos. El peso volvió, a bajar un 10% frente al dólar. Y esa incertidumbre es lo que más preocupa al Gabinete mexicano ante la masiva fuga de capital extranjero que se viene produciendo desde principios de año. Una inversión foránea imprescindible para que México pueda modernizar su infraestructura y ser más competitivo en el ámbito del TLC.
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