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Reportaje:

Un infierno de trabajos forzados en Bihac

En el campo serbio de Dubrava, los prisioneros del V Cuerpo del Ejército musulmán viven como en un gallinero

"Tienen sólo 35 minutos", dijo el policía serbio en la puerta del campo de prisioneros de Dubrava, en el enclave de Bihac. No podíamos sacar fotografías de los comandantes del campo. Tampoco podíamos fotografiar las 60 tumbas musulmanas recientes, situadas justo a la entrada. Cuando fuimos a hablar con los 450 prisioneros -algunos de los cuales aparentaban más de 70 años-, muchos se daban la vuelta con miedo, o susurraban, como hizo un anciano: "No puedo hablar".Siniestro no es la palabra Dubrava, donde los hombres viven en gallineros y realizan trabajos forzados bajo la vigilancia de los guardias armados, parece un infierno.

Está situado en una colina baja a las afueras de Velika Kladusa, al norte del enclave, tan cerca de la línea de fuego de los serbios y de sus aliados musulmanes del caudillo local Fikret Abdic que los proyectiles silban sobre sus cabezas. También se halla a medio kilómetro del campamento de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas en la parte de Croacia ocupada por los serbios [la región de Krajina].

Fuera del alcance de la ONU

Dubrava está en Bosnia y, por tanto, fuera del mandato de las tropas de la ONU establecidas en Croacia. Según los serbios y los oficiales de sus aliados musulmanes de las denominadas Fuerzas de Defensa Nacional de Bosnia Occidental, todos los hombres de Dubrava fueron capturados durante la ofensiva para arrebatar al V Cuerpo del Ejército del Gobierno bosnio la ciudad de Velika Kladusa, una batalla que todavía sigue a un kilómetro del campo.Todos eran soldados del V Cuerpo. Si no han cometido ningún crimen, quedan en libertad, como señalan insistentemente los altos mandos del campo. Entre los pálidos prisioneros, por lo menos la mitad aparenta tener más de 50 años por su aspecto avejentado y su pelo canoso. Se paran durante los paseos. Algunos llevan gorras militares de color caqui, pero la mayoría viste vaqueros viejos y camisetas rotas. Se parecen a los musulmanes que vi hace 30 meses en el campo de Manjaca, en Bosnia central, acobardados y asustados. Tras ser liberados, los hombres de Manjaca contaron los asesinatos nocturnos a manos de sus guardianes y las violaciones de sus esposas secuestradas.

Cuando preguntamos de quién eran las tumbas de la entrada del campo, otro oficial, que también se declaró musulmán leal al aliado de los serbios, nos dijo al principio que eran de soldados de Abdic, enterrados allí por sus familiares. Otro oficial del campo aclaró que eran de hombres de Abdic y de soldados del V Cuerpo que habían "muerto en el combate". La mitad de las tumbas no llevan nombre.

Los prisioneros estaban de pie o escarbando en la tierra a lo largo del perímetro del campo, acciones que, presumiblemente, les habían sido ordenadas cuando nosotros llegamos. Había visto antes otros detenidos de Dubrava quitando piedras en una carretera cercana. Los oficiales del campo dijeron que cumplían las normas internacionales para prisioneros. Nos enseñaron una casa calentada por una chimenea de leña con varios jóvenes sentados en las literas del barracón. No hay duda de que algunos de los guardias eran musulmanes vigilando a sus correligionarios, algunos de sus mismos pueblos. Un oficial del campo señaló a un flaco prisionero de 29 años, que nos dijo que se llamaba Seinir Javaragic y nos contó que habían ido juntos a la escuela.

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Sobre las puertas del campo de prisioneros de Dubrava, una bandera blanca anuncia que el campo está dirigido por las musulmanas Fuerzas de Defensa de Abdic, pero un militar con uniforme de oficial serbio visitó el campo mientras nos encontrábamos allí. Y los serbios también vigilaban la carretera que conduce al campo de prisioneros de Dubrava.

¿Por qué nos dejaron ver este campo los serbios y sus aliados musulmanes? ¿Para persuadirnos de que están ganando la batalla del enclave de Bihac? ¿Para demostrarnos que los prisioneros no son maltratados? "Tienen mejor aspecto que nuestros refugiados de Batnoga", afirmó el responsable del campo cuando nos marchábamos. "Escriba esto en su periódico", espetó.

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