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Pijama o fianza

Jueces y fiscales que llevan los grandes casos de delitos económicos suelen murmurar estos días una pista concreta, entre sí, cuando un acusado citado a declarar tiene posibilidades de ir a prisión: "Ya puede venir con su pijama". Que se sepa ni el fiscal Florentino Ortí ni el juez Manuel García-Castellón han evocado el pijama de Arturo Romaní, pero era evidente que su declaración sería una de las más importantes en lo que va de sumario. En efecto: ayer fue el día más largo de la historia de Romaní y aún así hoy vuelve a declarar ante el juez. Su dilema podría ser ¿ pijama o fianza?.La investigación sobre los presuntos delitos de Romaní comenzó poco después de la intervención del 28 de diciembre de 1993. Primero se confeccionó el árbol genealógico de sus sociedades patrimoniales, algunas de las cuales comparte con el ex presidente de Banesto, Mario Conde. Luego se identificó a aquellas que hicieron beneficios importantes con la compraventa de valores. En tercer término, se estudió las que mantenían riesgos con los bancos de Banesto. Por último, se examinaron las sociedades no residentes.

Una de esas empresas, Data Trasmision Systems, contaba a 31 de diciembre de 1992 con un capital de 10 millones. Sus cuentas correspondientes al ejercicio 1990 recogían un beneficio global de 1.271 millones; de ellos 1.226 millones corresponden a inversiones financieras. Tanto Data Trasmision Systems como Gay Cordon habían intervenido en una operación: la compra de acciones de Prebetong Aragón.

¿De dónde salieron los beneficios? Los documentos, fotocopias, pagos, transferencias bancarias, atestiguan que las plusvalías fueron el resultado de lo que en el mercado se conoce como un simple y vulgar pase, una compra y posterior venta. Las sociedades de Romaní compraron por 176 millones un paquete de acciones y lo vendieron a la Corporación Industrial por 1.402 millones. Problema: Romaní era el responsable de esa Corporación.

Mario Conde mantuvo en 1989 y primeros meses de 1990 una batalla campal con la familia de José Pepe Serratosa por el control de uno de los pilares del grupo cementero de Banesto: Valenciana de Cementos. Serratosa envió, el 23 de noviembre de 1989, una carta de dimisión a su cargo de consejero de Banesto. El punto número uno es la denuncia de las promesas violadas por Conde: "Claro incumplimiento de todas cuantas manifestaciones, en relación con Compañía Valenciana de Cementos Portland y su grupo, me hizo usted como presidente de Banesto, antes de mi nombramiento de consejero de dicha entidad, lo que se concreta en no haber respetado su promesa de no alterar la participación de Banesto en Valenciana y sus subsidiarias y participadas ya que, dado el excelente rendimiento de estas sociedades a lo largo de los años, a Banesto le bastaba con seguir disfrutando del sustancioso, negocio bancario que las mismas le proporcionaban..."

Razón, pues, tenía Serratosa. A los hombres de Conde no les bastaba solo con el negocio bancario ("Banesto no era exactamente un banco", ha dicho Mario Conde). En marzo de 1990, Conde llegó a un pacto con la familia Serratosa, quien se quedó con Valenciana, Cementos del Mar y Cementos del Atlántico. Banesto adquirió el 50% de Portland Iberia, el 50% de Cementos de las Islas y la participación que Valenciana poseía en Cementos Portland Morata del Jalón. Romaní, entonces, movilizó a sus patrimoniales.

En la reunión del consejo de administración de Banesto del 30 de marzo de 1990, Conde informó de los acuerdos cementeros. Allí decía: "Quiere [el presidente] dejar expresa constancia de su felicitación al consejero ejecutivo del área industrial y empresas participadas, Arturo Romaní...". Otro asunto: la desaparición de 1.344 millones que Air Products pagó a Banesto por una opción de compra de 672.000 acciones de Carburos. Y hay más operaciones en, la Corporación Industrial (Valyser-lsolux, Promociones Hoteleras), realizadas bajo responsabilidad de Romaní, y cuyos beneficiarlos reales -he aquí la clave del caso- están por desenmascar.

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