Berlusconi, ante el juez
SILVIO BERLUSCONI, primer jefe de Gobierno italiano sometido a investigación judicial en el ejercicio del cargo, parece abocado a un final próximo de su primera tentativa de mandato. Sus aliados ya han amenazado con abandonarle. La neofascista Alianza Nacional apenas le da unas semanas de vida al Gabinete, y la Liga Norte asegura que le va a retirar la confianza cuando las cámaras aprueben el presupuesto, lo que ha de ocurrir antes de fin de año.Berlusconi declaró ayer ante la fiscalía de Milán durante toda la tarde por las acusaciones formuladas contra diversas empresas de su imperio Fininvest por el presunto pago de 330 millones deliras (unos 27millones, de pesetas) a inspectores del fisco a cambio de estimaciones favorables. Casi cualquiera que sea el resultado de las investigaciones, su Gobierno parece hoy moribundo y su nombre, inevitablemente vinculado a las prácticas que han sido tan comunes en la industria italiana durante lo que el periodista Indro Montanelli calificó de años, de fango, los de la corrupción rampanteque investigan los jueces del equipo de Manos Limpias.
La reciente dimisión del magistrado más popular de este grupo de investigadores, Antonio di Pietro, que alegó persecución desde el poder e instrumentalización desde los partidos, había dado aparentemente un respiro al magnate convertido en improvisado salvador del país. Pero en los últimos días el desplome de la lira, una pérdida general de la confianza pública y el alejamiento de sus asociados en el poder hacen problemática su continuidad.
Y lo cierto es que niguna fuerza política desea especialmente la caída del Gobierno y la convocatoria de elecciones. Ni la oposición, en la que destacan los ex comunistas del Partido Democrático de la Izquierda y los antiguos democristianos del Partido Popular, ni neofascistas o federalistas afrontarían con entusiasmo una nueva contienda en la que el cansancio del electorado pudiera exigirles cuentas a todos ellos. Y, sin embargo, el Gobierno está extenuado, en retroceso ante los sindicatos, bamboleado por una protesta popular creciente, batido en las recientes elecciones locales, y, sobre todo, minado por la guerra civil entre sus propios componentes. El acróbata Berlusconi parece vacilar sobre el alambre.
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