El dilema de Pujol
CONVERGÈNCIA I Unió escenificó la semana pasada una situación de ruptura con el Gobierno. La dimisión de Josep Maria Cullell como consejero del Gobierno catalán y la celebración en Montserrat del 200 aniversario de la fundación de Convergéncia Democrática de Catalunya fueron la ocasión para que dirigentes nacionalistas ex presaran serias dudas sobre la conveniencia de mantener su apoyo al Gobierno de González. Una vez creado el efecto, tanto Pujol y Roca como el democristiano Duran i Lleida han desmentido la posibilidad de una ruptura. Al menos de momento.La realidad es que hay sólidas razones para que CiU siga apoyando al PSOE. Unas son objetivas: es bueno garantizar la estabilidad en un momento de recuperación económica. Otras tienen que ver con intereses de partido: es difícil imaginar que Pujol vuelva a contar con circunstancias tan favorables para influir sobre un Gobierno, e incluso para gobernar por personas interpuestas como sucede ahora, contando con una fuerza parlamentaria tan escasa. Es obvio que ello no se daría en el caso de un Gobierno del PP con mayoría absoluta; pero incluso con una mayoría popular insuficiente sería de prever un periodo bastante largo de adaptación y conflictos. Es lógico que CiU intente apurar al máximo la situación actual de gobierno por procuración.
Ello no excluye la necesidad de exhibir periódicamente la lista de reivindicaciones nacionalistas agrupadas bajo el capítulo de profundización de la autonomía, como sucede ahora mismo. Pero el auténtico programa de apoyo se refiere sobre todo al presupuesto y cuestiones conexas: flexibilidad del mercado de trabajo, lucha contra el déficit público, estímulos a la inversión, apoyo a las pequeñas y medianas empresas... Lo cual se proyecta también, en el terreno político, en forma de alternativa a un eventual acuerdo de los socialistas con Izquierda Unida.
Desde medios nacionalistas se sostiene que los escándalos que vienen afectando a la Generalitat son consecuencia del apoyo a los socialistas, insinuando que por ahí podría venir el argumento para romper. Es dudoso que casos como el del financiero De la Rosa hubieran dejado de surgir con otra política de alianzas. Sea como sea, Pujol descartó ayer -en su entrevista en la cadena SER- que ésa pueda ser una causa de ruptura: "Nunca romiperemos por miedo a ser atacados", dijo.
Un argumento por la continuidad del pacto es que probablemente la actitud de los socialistas catalanes habría sido más dura de no haber tenido las manos amarradas. Y los nacionalistas no tendrían ocasión de seguir presentando escándalos como el del caso Cullell y el incipiente de Subirá como fruto de la acción de agentes ajenos a Cataluña y como resultado de la generosidad de Pujol con González y con la estabilidad política.
Todo ello no significa que haya que descartar la ruptura a medió plazo. Por una parte, la dinámica electoral favorece la ruptura: las municipales de mayo harán aumentar la tensión entre convergentes y socialistas; las autonómicas catalanas en 1996 marcan un ritmo y un calendario que pueden aconsejar a Pujol dar fin a la alianza con margen temporal suficiente. Por otra, la tensión entre CDC UDC -y entre los propios líderes del partido de Pujol- puede alimentar una dinámica que Conduzca a una conclusión del pacto.
En medio juegan también las encuestas. A fin de cuentas, el argumento para durar era que peor no podemos estar. Si empieza un repunte -para unos o para otros dentro del bloque de gobierno-, es fácil que surja la tentación de aprovechar el vientecito antes de que regrese la tempestad. Y, sobre todo, Pujol no quiere exponerse a que, por efecto de algún cambio en la dirección del viento, sea González quien en un momento dado decida acortar la legislatura. Quiere retener el poder de decidirlo, y eso puede llevarle a hacerlo antes de lo previsto.
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