¡Y encima esto!
Caos y resignación entre los miles de pasajeros que se quedaron en tierra a causa de la huelga salvaje de los trabajadores de Iberia
"Perdimos 4-0 contra el Moscardó y encima esto". José Vicente Acosta, Joseíto, y Jaime Rodríguez, ambos de 22 años, jugadores del Realejos (2ª B), no pudieron volver ayer, con el resto de su equipo, a Tenerife. Su vuelo de Iberia de las 12.00 había sido cancelado, al igual que los más de 1.100 que ayer debían despegar o aterrizar en los aeropuertos nacionales, a causa de la huelga salvaje que efectuaron los trabajadores de tierra de la compañía de bandera. No operó ningún vuelo de Iberia ni de sus compañías filiales, Aviaco, Viva o Binter. Más de 100.000 pasajeros se quedaron en tierra en toda España, lo que puede suponer unas pérdidas de 1.000 millones de pesetas, según fuentes de la compañía, a una empresa que se espera acabe el año con 44.000 millones de pesetas de números rojos.Joseíto, Jaime y otra decena de jugadores del Realejos recibieron la noticia con resignación y buen sentido del humor: "¡Nos ha venido a ver más gente que al partido!". Echados en el suelo, apoyados en sus bolsas de deportes, enfrente de los mostradores de la terminal Nacional, fueron el objetivo de fotógrafos y cámaras mientras esperaban a ver si conseguían billetes para el vuelo de las 11.45 en Air Europa, compañía privada que al igual que Spanair o las estadounidenses TWA y American Airlines, no se ha visto afectada por el paro al disponer de sus propios servicios de tierra. "Nos hemos tumbado aquí porque estamos hechos polvo", explicaba Joseíto. "Nos levantamos a las 8.00 de la mañana y ahora nos tenemos que quedar aquí todo el día". Lo que más les preocupaba a estos futbolistas es el gasto extraordinario que este contratiempo le supone a su modesto club: "Ya nos ha costado un millón de pesetas el traslado a Madrid".
Los jugadores del Realejos, como otros tantos pasajeros que quisieron volar a las islas Canarias o Baleares, eran los que fundamentalmente poblaban el aeropuerto de Barajas ayer. Quienes viajaban a Barcelona, Alicante, Bilbao u otro punto de la Península, intentaron el acceso en tren -la contratación de billétes de Renfe subió un 80%-, taxi -unas 45.000 pesetas hasta Bilbao- o autocar. Otros prefirieron hospedarse en los hoteles cercanos al aeropuerto.
A los despistados o listillos que llegaron con el billete en mano. convencidos de que ellos, pese a todo, viajaban, se encontraron con los mostradores vacíos y con un grupo de trabajadores que, para mayor escarnio, les coreaban: "¡Desgraciados, desgraciados, todos los vuelos están cancelados!".
Los trabajadores celebraron cinco asambleas para informarse del progreso de las negociaciones que en la sede de la compañía mantenían los sindicatos y la dirección. Sólo entonces los ánimos se calentaron: "¡Ni un puto duro!", respondían a coro cuando los portavoces sindicales les mencionaban los "elevados" sueldos de los pilotos y los directivos. "¡Tenemos que seguir todos unidos!, ¡Qué no haya incidentes!", insistía Francisco Codesal, de UGT, al tiempo que reivindicaba un plan de viabilidad "realista" que no implique "ni un sólo despido". El plan de ajuste de Iberia prevé 5.200 despidos, además de la segregación de la empresa y la venta de filiales.
Una pasajera de 82 años, que se identificaba como "una roja del 36", escuchaba atónita las protestas. Resignada por no haber podido viajar a Palma de Mallorca, intentaba convencer a un grupo de trabajadores jóvenes de Iberia de que el paro era un error. "Pasado mañana ya no existe Iberia. Se está despedazando, por arriba y por abajo. Todos son medio chorizos".
El representante de CC OO, José Mora, fue menos moderado que su colega de UGT: "En esta empresa, la Administración ha metido directivos con contratos blindados de 80 millones". A lo que era contestado: "¡A la calle!". Pero la protesta no pasó de ahí. No hubo enfrentamientos con las fuerzas del orden como ocurrió el pasado jueves. Un grupo de antidisturbios de la Guardia Civil impedía el acceso de los trabajadores a las pistas para evitar que bloquearan los pocos vuelos que operaban. "Son unos armarios de dos metros con una porra de la cintura a los pies que te da miedo hasta mirarles", explicaba un operario de 32 años que lleva cinco en la compañía.
Entre asamblea y asamblea, Yuri Bojko, psicoterapeuta jefle de un hospital en Moscú, de 4.0 años, trataba expresar su frustración en su precario francés. Yuri viajaba con su mujer, Larisa, y su hija de cinco años a las islas Canarias, donde planea pasar dos semanas. Temía haber perdido el dinero del billete, pero en la taquilla de venta no había nadie para explicarle que podía volar otro día. A esta familia rusa, al igual que a otros viajeros en sus circunstancias, Iberia le garantiza volar a su destino "cuando la situación se normalice", aseguró un portavoz de la compañía.
Pero quizás la peor situación sea la de los pasajeros procedentes del extranjero que hicieron escala en Madrid para conectar con otra ciudad en el exterior. Al no tener visado para entrar en España, no pudieron salir de la zona de tránsito. Muchos de ellos llegaron a primera hora de la mañana y, a falta de personal de Iberia, no fueron asistidos por nadie. También sufrieron lo suyo quienes ni siquiera llegaron a España. Un vuelo, de Continental Airlines procedente de Newark, Nueva York, con destino Madrid acabó en París, informa Koro Castellano. Al pasaje se le advirtió del contratiempo mientras embarcaba el avión. "¡Qué vergüenza, qué imagen estamos dando siempre", musitaba un viajero español. Tras seis horas de vuelo y con la llegada del desayuno, les explicaron que el aterrizaje en Madrid era imposible: "No hay nadie para recoger las maletas ni poner la escalerilla". Pero, por lo menos, la compañía norteamericana, les ofreció "hotel, comida y alojamiento" en París.
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