Cumpleaños con la ceja partida
Los escándalos que salpican al núcleo dirigente de Convergencia ensombrecen los éxitos del partido de Pujol
El partido creado en Montserrat el 17 de noviembre de 1974, en una asamblea a la que asistieron un escaso centenar de activistas, gobierna la Generalitat desde hace 14 años, tiene desde junio de 1993 la llave parlamentaria para mantener o derribar al Gobierno de España y cree tener a su alcance la alcaldía de Barcelona, último gran reducto de los socialistas en Cataluña.Se disponía a una triunfal conmemoración de su aniversario cuando los escándalos que han alcanzado de lleno a una parte de su núcleo dirigente han helado la sonrisa de triunfo que, no sin razón, lucían líderes y militantes. El caso De la Rosa ha puesto en cuestión al consejero de Economía, Maciá Alavedra -tocado también por el caso PLanasdemunt-, y al de Política Territorial, Josep Maria Cullell. Acusado además de tráfico de influencias en favor de un familiar, Cullell tuvo que dimitir el viernes.
Estos tres asuntos de moralidad pública han permitido a la oposición recordar al líder del partido y presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que sigue sin resolverse el caso Casinos, una trama de presunta financiación irregular de Convergència sobre la"que se echó tierra en 1990. Todo ello ha motivado que, por primera vez en su ya muy larga trayectoria, Pujol saliera hace un mes del último debate general en el Parlamento catalán "con la ceja partida", al decir de un diputado de su propio partido.
Y sin embargo, los nubarrones de hoy no pueden ocultar que la creación de Convergència fue un acontecimiento político, de enorme magnitud. Un año antes de la muerte de Franco, un grupo de demócratas y catalanistas de diversas inclinaciones ideológicas tuvieron el acierto de crear el instrumento destinado a ostentar la hegemonía de la política catalana .
El 'terreno central'
La Convergència que nació el 17 de noviembre de 1974 era la materialización incipiente de una idea que Pujol había elaborado ya en los años sesenta, cuando la dictadura era como un túnel negro al que los demócratas no veían salida. El futuro de Cataluña se decidirá, adelantó entonces Pujol, en un espacio social y político que, retóricamente, definió como terreno central En este espacio teórico residen, decía, las capas de población que pueden vertebrar la sociedad catalana. Clases medias: profesionales liberales, pequeña y mediana burguesía, la payesía acomodada, empleados del sector terciario, algún obrero.
Eran las capas que se habían mantenido fieles a la catalanidad, de la que había renegado la gran burguesía entregada al franquismo. Y en ese ámbito ideal, el catalanismo podía ser la argamasa que mantuviera unidas en un mismo proyecto a gentes con ideas distintas: liberales, socialdemócratas, democristianos, independentistas, autonomistas, etcétera.
Circula en los medios nacionalistas una anécdota contada por uno de los históricos de Convergència, Miquel Sellarés, que ilustra bien el papel descollante de Pujol y la forma en que ha construido su partido. En 1978, el congreso de Convergència decidió que debía darse por culminado el proceso de confluencia y que era ya hora de convertirse en Partido Nacionalista de Cataluña (PNC). Pujol se oponía a esa idea, porque suponía fijar unos límites demasiado estrictos al proyecto. Pero Sellarés y otros nacionalistas más ortodoxos controlaban la organización y se impusieron en las votaciones del congreso. Varios días después, Pujol convocó a Sellarés a su despacho, entonces todavía en el edificio de Banca Catalana, en el paseo de Gràcia de Barcelona, y le dijo: "Mira, Miquel, a partir de ahora yo me dedicaré a hacer partido, y tú a financiarlo. ¿De acuerdo?". Tres meses después, Sellarés abandonaba Convergència -en la que reingresó años más tarde- y del PNC nunca más se habló.
Uno de los pocos integrantes del núcleo fundacional que unen la condición de ideólogo a la de militante, el abogado Jaume Casajoana, explica así la fórmula: "La clave del éxito de Convergència radica en la personalidad de Pujol, pero también en su decisión de promover un partido de márgenes muy amplios y una cierta diversidad ideológica interna, al tiempo que él se sitúa por encima de debates y pugnas".
Esta concepción permitió que durante su primera década de existencia Convergència hiciera auténtico honor a su nombre y sumara más y más aportaciones. La historia del partido es aleccionadora. A la asamblea fundacional, que se celebró en el monasterio de Montserrat, concurrieron cuatro grupos de ideología diferente: democristianos dirigidos por Anton Cañellas, socialdemócratas encabezados por Josep Pallach, un puñado de jóvenes profesionales independientes agrupados en torno a Miquel Roca, y el grupo de activistas nacionalistas y católicos que colaboraban directamente con Pujol.
Los democristianos de Cañellas se separaron poco después para mantener vivo su partido, la histórica Unió Democrática de Catalunya (UDC). Pero tras un rotundo fracaso electoral en 1977, sellaron en 1978 con Convergencia el pacto electoral que dio lugar a CiU. Una alianza que todavía sigue vigente. Los socialdemócratas de Pallach abandonaron también la Convergència original, pero en 1977 firmaron un acuerdo electoral con ella y otro grupo nacionalista, el Front Nacional de Catalunya (FNC). A este pacto se sumó además Esquerra Democràtica de Catalunya, el partido liberal creado por Ramon. Trias Fargas.
Otro de los partidos que competían por hacerse un lugar en este espacio social, la Unión de Centro de Cataluña, formada por empresarios y altos ejecutivos de ideas democráticas y liberales, del que era secretario general Joaquim Molins, se integró en Convergència en enero de 1981. La agregación de fuerzas prosiguió con incorporaciones procedentes de la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez. En este partido figuraban numerosos militantes que habían ejercido cargos locales en la última etapa del franquismo, con lo que Convergència amplió notablemente su oferta electoral hacia la derecha del espectro político.
Más de un millón de votos
A todas estas sumas se añadió aún un pacto parlamentario en 1980 con la Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que dirigía Heribert Barrera. ERC quedó en posición de bisagra en las primeras elecciones autonómicas y se decantó en favor de la derecha. Con este pacto, Pujol y su coalición eliminaron, además, toda competencia por el flanco estrictamente nacionalista. Satelizaron a ERC hasta tal punto que los republicanos sufrieron a partir de entonces una. enorme sangría de militantes y votos hacia Convergència.
De esta forma, Convergència llegó a las elecciones autonómicas de 1984 habiendo agrupado en su seno a la casi totalidad de las fuerzas del disperso ámbito del centro derecha y el centro izquierda catalanista. Ésa era la idea, ése era el terreno central. Los 522.000 votos de las primeras elecciones democráticas, las del 15 de junio de 1977, se convirtieron en 1.346.000 en las elecciones autonómicas de 1984 (el 47% de los votos emitidos), en las que consiguió la primera de las tres mayorías absolutas de que ha gozado desde entonces.
Esta es la cota electoral más alta alcanzada por CiU. No se ha repetido. Pero el bloque social que se expresa políticamente en él ha continuado siéndole fiel. Ahora se le presentan, a la vez, grandes esperanzas e inquietantes problemas.
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