Retenido en Palma un avión secuestrado por tres argelinos
Los 35 pasajeros y cuatro tripulantes, procedentes de Argel, liberados después de ocho horas
Un martillo y varios cuchillos Éstas fueron las armas empleadas por los argelinos Merzak Benachour, Madjid Arab y Mohamed Nedgar para mantener secuestrado más de ocho horas un avión Fokker de Air Algerie. La bomba que supuestamente escondían en una caja de cartón resultó ser un inofensivo molinillo de café. La mayor parte del secuestro se desarrolló en el aeropuerto de Son San Joan. A las 19.15, los piratas aéreos se rindieron tras liberar a los 35 pasajeros y cuatro tripulantes.Las autoridades españolas han descartado sus sospechas iniciales de que los autores del secuestro sean terroristas del Frente Islámico de Salvación (FIS).
El avión, un pequeño Fokker -con dos motores de hélice- de las líneas interiores de Argelia con 38 pasajeros y cuatro tripulantes a bordo, despegó a las 9.45 de Argel rumbo a Uargla, situada a unos 800 kilómetros de la capital.
Unos 15 minutos después tres hombres con edades entre 30 y 40 años se levantaron de sus asientos. Uno de ellos se dirigió a la cabina del avión mientras sus otros dos cómplices permanecían atrás. Tras amenazar a la tripulación, los secuestradores anunciaron por la megafonía que la aeronave quedaba bajo su control.
Rumbo frustrado a Francia
Inmediatamente obligaron al comandante a cambiar de rumbo. Los piratas pretendían llegar a Francia, pero el piloto decidió aterrizar en Mallorca por falta de combustible. Poco antes de las 10.50, en la torre de control del aeropuerto de Palma se recibió una petición de aterrizaje para un vuelo no previsto. La llamada fue cursada bajo el código internacional de secuestros. Inmediatamente se desplegó el dispositivo previsto para estos casos. Cuando llegaron a Son Sant Joan, los secuestradores desconocían en dónde se encontraban.
El Fokker quedó aislado en la cabecera de la segunda pista, lejos de la terminal de pasajeros y con una visibilidad perfecta desde la torre de control, en donde se centralizó la operación de seguridad. Miembros del Cuerpo Nacional de Policía y agentes de las Unidades Especiales de Intervención de la Guardia Civil fueron movilizados en previsión de que tuvieran que actuar.
Nada más aterrizar en Palma de Mallorca, los piratas aéreos exigieron la liberación de los presos políticos de su país y la reanudación del proceso electoral argelino, interrumpido por las autoridades en 1991. Desde el primer momento mostraron señales de buena voluntad, al permitir la evacuación de un viajero que sufría una fuerte taquicardia.
Pero también dieron muestras de estar confundidos sobre el plan a seguir: tan pronto pedían combustible para proseguir vuelo a Marsella (Francia), como cambiaban de idea y anunciaban su deseo de poner rumbo a Madrid o a Barcelona. También pidieron la presencia de una periodista francesa para que actuase como intérprete en las negociaciones con las autoridades españolas. En posteriores comunicaciones, los secuestradores se proclamaron miembros de la inexistente Unión de Ciudadanos Pacíficos y reclamaron la libertad de los presos políticos en Argelia. Horas más tarde reclamaron asilo político en España.
Sobre las dos de la tarde, los secuestradores autorizaron a salir del aparato a las cuatro mujeres que viajaban en el aparato, dos de ellas azafatas. Éstas rechazaron la oferta y decidieron permanecer a bordo para poder ocuparse del pasaje. Minutos después de las cuatro de la tarde, los tres argelinos permitieron que se introdujesen en la aeronave bocadillos, alimentos y agua para los pasajeros y los tripulantes.
Las informaciones recibidas por los periodistas procedieron durante toda la jornada del director del aeropuerto de Palma, Pedro Meaurio. Este señaló que, en un primer momento, se temió que la tripulación pudiera estar vinculada al secuestro, ya que el comandante de la aeronave actuaba como portavoz único.
A lo largo de la tarde, el grupo de delincuentes exigió que sólo fueran mujeres quienes realizaran cualquier operación en las inmediaciones del avión. Así, cuando un pasajero sufrió un conato de ataque de nervios que obligó a su evacuación, los piratas reclamaron una médica y una conductora para la ambulancia.
El delegado del Gobierno en la Comunidad balear, Gerardo García, y un miembro del Cesid (servicio de inteligencia militar) tomaron parte en las negociaciones con los secuestradores. Al llegar al aeropuerto para dirigir las operaciones, Gerardo García pidió: "Estemos tranquilos. Quienes han de estar nerviosos son ellos".
La recta final de las negociaciones comenzó a las seis de la tarde, cuando un secuestrador se trasladó a la torre de control con la intención de dialogar con las autoridades españolas y el agregado militar de la Embajada de Argelia en Madrid, que se había desplazado a Mallorca, pero al que no se le permitió participar en las negociaciones.
Sin extradición
En las conversaciones, las autoridades insistieron en que no iban a entregar combustible alguno si no se liberaba a los rehenes. Según las primeras informaciones, el único punto negociable se centró en la petición de los secuestradores de no ser extraditados a Argelia.
Sobre las 19.15, los piratas aéreos dejaron salir del avión a los pasajeros, que fueron trasladados a la terminal en varios autobuses. Éstos tenían previsto pasar la noche en un hotel de Palma y, después de ser interrogados por la policía, la mayoría de ellos serán repatriados a su país, si bien se les ha otorgado un permiso de estancia de 48 horas en España. Los secuestradores se entregaron sonrientes a las fuerzas de seguridad.
El embajador de Argelia, Kahubi Abdelaziz, que llegó al final del secuestro a Mallorca, confirmó que su país no había participado en la negociación y anunció que no iban a pedir la extradición porque no hay convenio con España. También insistió en que eran simplemente piratas y en que el secuestro no tenía significación política.
Centenares de policías y guardias civiles efectuaron un despliegue en Son Sant Joan que, por precaución, no se realizó en las inmediaciones del avión. En previsión de una solución drástica fue trasladada desde Madrid, a bordo de dos aviones militares, una unidad especial de intervención (UEI) de la Guardia Civil. La posibilidad de que los secuestradores pretendieran volar a otros aeropuertos motivó la alerta en Madrid-Barajas.
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