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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los archivos toman vida

Pocas veces habrían sido más necesarias las notas al programa que en el concierto de la Orquesta Nacional de España, dirigido por Luis Izquierdo, el pasado viernes para el Festival de Otoño. Dedicado a la música española, los autores seleccionados, con excepción de Moreno Torroba, resultan escasamente conocidos por la audiencia de hoy. Pertenecen a tres generaciones: a la de 1841, Miguel Marqués, contemporáneo de Pedrell, Sarasate, Chueca, Griieg, Massenet y Rinisky; a la de 1886, la de Guridi, Esplá y Moreno Torroba, y a la de 1927, tantas veces reducida por los comentarista a algunos de sus grupos, Ángel Martín Pompey y José María Franco y Bordons.El iruñés Franco (1894-1971), único discípulo de Arbós, hombre plural e inquieto que escribió tempranamente un concierto para Ondas Martenot, desarrolló una gran actividad como pianista, director, catedrático y compositor. Estuvo al frente de la ONE en muchas de sus primeras andaduras y parecía obligado que se le recordara en el centenario de su nacimiento. Se hizo con el ballet vasco Tres hermanos marineros, sobre argumento de Consuelo Gil, estrenado en el Español en 1942. Es obra de tendencia nacionalista, cercana a Guridi, pero con una orquestáción personal, muy diversificada y rica de color.

Orquesta Nacional de España

Director: L. Izquierdo. Solista: H. Quagliata. Obras de M. Pompey, Franco, M. Torroba y Marqués. Festival de Otoño (Comunidad de Madrid). Auditorio Nacional. Madrid, 12 de noviembre.

El madrileño Moreno Torroba (1891-1982), uno de los últimos grandes de la zarzuela, escribió en los últimos días de su vida una Fantasía castellana, para piano y orquesta, que estrenó, después de su muerte, el uruguayo Humberto Quagliata, que ahora volvió a protagonizarlo. Música amable, de romanticismo rezagado y ligera de vuelo, se esucha con agrado.

De Ángel Marín Pompey (Montejo de la Sierra, 1902), discípulo de los históricos Julio Francés y Conrado del Campo, se interpretó la obertura Madrid 1900, fechada en 1955. En ella se acusa un buen hacer, un pensamiento español no pintoresquista (apenas echa mano el autor del ritmo de bolero), a través de una orquesta claramente deudora de la de su maestro Del Campo. Fue largamente aplaudida, y el autor, con sus 92 años bien llevados, recibió el homenaje de un público que, en buena parte, lo descubría.

En fin, el mallorquín Miguel Marqués (Valdemosa, 18431918), un "ave rara" en su tiempo, pues, junto a zarzuelas de éxito (El anillo de hierro, El reloj de lucerna), la Orquesta de la Sociedad de Conciertos dio a conocer varias marchas y polonesas y cinco sinfonías que, tras la de Arriaga, suponen una aportación atípica de España al sinfonismo europeo. Gracias a las revisiones puntales de Ramón Sobrino, estas obras, tan elogiadas en su momento, retornan al nuestro para acusar su transparencia de textura, su fluido melódico y su pensamiento entre francés -Marqués estudió en París con Bazin y conoció a Berlioz- y nórdico, en este caso no por influencia, pues Grieg nace el mismo año que el mallorquín. Supenor, a mi modo de ver, a la primera sinfonía, tocada de cierto beethovenismo, la Sinfonía número tres en si menor no me parece, ni mucho menos, música desechable. El público quedó sobradamente complacido.

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