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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El medio mandato

EL PRÓXIMO martes, Bill Clinton tiene que afrontar una de las pruebas más difíciles de su presidencia: las elecciones en las que demócratas y republicanos tienen que medir sus fuerzas en la designación de representantes y senadores, lo cual aportará un juicio popular irrebatible sobre lo que piensan los electores de los dos primeros años del presidente que han elegido. Hace unas tres semanas, las perspectivas para Clinton no podían ser peores. Se daba por probable no sólo que los demócratas perderían la mayoría en el Senado (que habían conservado en la época de Reagan y Bush), sino que quedarían en minoría en la Cámara de Representantes, algo que no se ha producido en el último medio siglo. Candidatos demócratas de primera fila, como Mario Cuomo para gobernador de Nueva York, sufrían en los sondeos descensos sorprendentes. Los electores culpaban a Clinton de todo lo que no marcha, desde la alta criminalidad hasta el desorden constante de las grandes ciudades.Pero en las últimas semanas se ha producido cierto giro en favor de Bill Clinton, que se expresa en los siguientes datos de un sondeo preparado por The Washington Post: la opinión de que Clinton hace "un buen trabajo" ha pasado del 45% al 49% en poco más de un mes; en lo económico, del 43% al 45%, y en política exterior, del 37% al 50%. Dos factores han pesado fundamentalmente en esta evolución.

Curiosamente, Clinton, que había despreciado la política internacional en toda la primera parte de su mandato, se ha dedicado, y con algunos éxitos sensibles, a temas de política exterior en los últimos tiempos. Su viaje a Oriente Próximo ha mostrado al elector que su actual presidente está obteniendo resultados positivos en un tema como el de esa zona, muy sensible en EE UU. Por otra parte, el envío de tropas a Haití, que ha eliminado una dictadura sanguinaria y devuelto al país el presidente que el pueblo había elegido, ha pesado en los juicios de muchos electores. En el caso de Irak, aunque EE UU exageró un peligro nimio, el hecho es que el envío rápido de tropas, aviones y barcos a la zona obligó a Sadam Husein a retirar sus tropas de una zona fronteriza con Kuwait en la que se habían concentrado. Ello apareció como gran éxito de un presidente que obliga a capitular al odiado Husein, personificación del mal en esta etapa internacional. Incluso en Bosnia, donde la situación es más compleja, el apoyo dado por Clinton al levantamiento del embargo al Gobierno de Sarajevo se ha convertido, sobre todo con los recientes éxitos de las tropas bosnias, en una carta favorable a la imagen del presidente.

Clinton se ha beneficiado, pues; de una mejora de su imagen en gran parte gracias a éxitos exteriores. Por otra parte, en diversos lugares importantes figuras republicanas de prestigio, asustadas por el extremismo reaccionario de muchos candidatos de ese partido, han manifestado públicamente su apoyo a los candidatos demócratas. En Nueva York y Los Ángeles, los alcaldes republicanos Rudolf Giuliani y Richard Riordan han decidido dar su apoyo a los candidatos demócratas para gobernadores, Mario-Cuorno y Dianna Feinstein. En Massachusetts, los Kennedy vuelven a sonreír. Se ha extendido rápidamente un clima de optimismo de los demócratas, gracias sobre todo a que se aleja el desastre.

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Sin embargo, incluso si se difumina el peligro de una pérdida de mayoría para los demócratas en la Cámara de Representantes, la suerte del Senado sigue siendo dudosa. Clinton, suponiendo que evite el descalabro que muchos le auspiciaban, tendrá con toda probabilidad un Congreso más difícil que el anterior para poder reactivar los proyectos sociales, como el de la sanidad, en el que había puesto gran afán al inicio de su mandato. La prueba clásica del 8 de noviembre -temida por todos los presidentes de Estados Unidos- puede permitir a Clinton seguir adelante, pero quiza con mayores dificultades que hasta ahora.

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