_
_
_
_

"Si nacionalistas y fascistas llegan al poder, habrá guerra civil y matanzas"

Pilar Bonet

"El presidente, Borís Yeltsin, es la única fuerza estabilizadora de la sociedad rusa que impide el estallido de la guerra civil", afirmó ayer categóricamente el ministro de Defensa de Rusia, Pável Grachov, que se considera víctima de una campaña para minar su buena relación con el líder máximo del país, en la que, según dijo, colaboran políticos reformistas del movimiento Rusia Democrática. Grachov conversó ayer con periodistas de la emisora norteamericana Radio Liberty, del diario moscovita Segodnia (Hoy) y El PAÍS. La entrevista, efectuada para el programa en lengua rusa Litsó k litsú (Cara a Cara), se emite hoy en la citada emisora.En pasillos y antesalas, los colaboradores del ministro, inquietos por la imagen pública de éste, expresaban a la vez sensación de asedio y decisión de pasar a la contraofensiva para demostrar que Grachov, un veterano de Afganistán de 46 años condecorado como héroe de la URSS, no es tan desalmado como le pintan en algunos medios de comunicación rusos. Tras una agotadora semana cargada de visitas, viajes y desagradables críticas, Grachov dedicó la mañana del sábado a darse a conocer mejor, e incluso retrasó su partido de tenis para ello.

El despacho del ministro, presidido por un retrato de Yeltsin y decorado con las imágenes de caudillos militares rusos y un globo terráqueo, es el mismo lugar, donde en la noche del 3 al 4 de octubre de 1993 se tomó la decisión de cañonear el Parlamento. En su libro Notas de un Presidente, Yeltsin afirma que Grachov vaciló antes de ordenar el ataque y exigió una orden por escrito. El ministro afirma que "no fue exactamente así". "En la noche del 3 al 4 de octubre había que tomar una importante decisión estatal sobre la intervención de las Fuerzas Armadas y su acción conjunta con las tropas del Ministerio del Interior y la policía para impedir la guerra civil en Rusia".

"Los principales responsables de la toma de decisiones se reunieron aquí bajo la dirección de Yeltsin y cada uno de ellos dio su opinión sobre el plazo de la intervención, los efectivos y el comienzo de las acciones conjuntas para impedir que se desarrollara el conflicto", añade.

"Lo más delicado era el comienzo de las acciones. Algunos eran partidarios de iniciarlas por la noche, y yo me manifesté en contra porque la colaboración nocturna entre el Ejército y las tropas del Interior no estaba rodada, y la policía podía provocar víctimas innecesarias incluso entre quienes participaban en las acciones y por eso propuse actuar al amanecer. Los debates se centraron en esto y no hubo demora para emprender la operación. Tras un serio debate de las propuestas, el presidente tomó la decisión de actuar desde la madrugada del 4 de octubre", señala Grachov, que califica el libro del presidente como un "producto artístico".

Nada hubiera tenido de particular que Grachov hubiera exigido al presidente una orden por escrito, dadas las ocasiones en que los dirigentes del Kremlin se lavaron las manos ante acciones militares que, por su posición, no podían ignorar. Grachov aclara que está obligado a cumplir una orden verbal, "pero la orden verbal, según nuestras normas, debe confirmarse con una disposición por escrito". En octubre de 1993, el ministro de Defensa no exigió ninguna orden, porque Borís Yeltsin, según dijo, tomó la iniciativa y se la mandó él mismo. Hoy, informa, la orden está guardada "en el Estado Mayor".

Tras el asesinato del periodista Dmitri Jólodov, que investigaba la corrupción en el Ejército, Gracho, ha sido objeto de duras críticas, en parte propiciadas por desafortunadas declaraciones, cuando sugirió que Jólodov fue víctima de un explosivo que él mismo había traído del Cáucaso. Grachov cree que existe "una campaña antigubemamental, antipresidencial de descrédito para echaral Gobierno y, permitir la entrada de otras fuerzas".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El diario Moskovskaia Pravda publicaba ayer una entrevista con el general Matvéi BurlakoV, el ex jefe del Grupo Occidental de Tropas (GOT), recientemente retirado de Alemania, que acaba de ser suspendido como viceministro de Defensa, mientras se le somete a una nueva investigación. La entrevista, en la que Burlakov acusaba a algunos de los políticos del entorno presidencial, iba firmada por periodistas del diario Izvestia, que, al parecer, no lograron, publicarla en su propio periódico. Grachov cree que Burlakov está siendo "conscientemente hundido", ya que durante varios años, numerosas comisiones civiles militares visitaron el GOT, que no escondió nada y que incluso contribuyó a revelar los abusos registrados, señala Grachov.

Yeltsin tiene a Grachov en alta estima, pero "existen fuerzas poderosas a las que no les gustan las relaciones del Ejército con el presidente tal como se dan ahora y Grachov es el obstáculo con el que tropiezan y el que ha dicho que va a cumplir honradamente las: órdenes del comandante en jefe, Borís Yeltsin. Esto no gusta a quien aspira al, poder de forma irreflexiva y ciega", afirma el ministro, quien no descarta que las "estructuras mafiosas", los "fascistas" y los "nacionalistas" puedan llegar al poder en Rusia. "Todo puede suceder, y si vienen éstos [nacionalistas y fascistas], ¿qué pasará? No sólo habrá guerra civil, habrá matanzas". Instado a ser más concreto, manifestó que "por desgracia los más activos contra mí son algunos representantes de Rusia Democrática."

El ministro afirma que "el potencial democrático de Borís Yeltsin no está agotado" y que los recortes de un tercio de la administración presidencial son "políticos". Grachov se declara "enemigo" de que un civil dirija las Fuerzas Armadas de Rusia hoy, porque éstas "no se someterían a un civil". Aparte de la cartera de Defensa, con la que no había soñado nunca, Grachov no ve para sí más perspectiva que la jubilación, ya que no aspira a concurrir a unas elecciones presidenciales.

En contra de lo que dicen las encuestas cree tener el apoyo de sus subordinados y explica el. comportamiento poco disciplinado del general Alexandr . Lébed, su compañero de estudios y de Afganistán, que hoy dirige el 14 Ejército ruso, estacionado en Moldavia. Lébed "se sintió un héroe ( ... ) y a veces se comporta de forma incorrecta y hay que corregirlo. De todas maneras, me parece que hay quién le insufla la idea de que tiene la posibilidad de hacer una gran carrera política, y si continua así le propondremos que elija entre el Ejército y la política". Si Lébed llegara a ministro de Defensa, señala, "le harán caso durante dos meses y al tercero Comenzarán a acusarle de deshacer el Ejército, de que la reforma no funciona y de que no construye casas, y ni su valor ni su vozarrón le servirán de nada". "Y además, necesita estudiar Tendría que pasar por la Academia del Estado Mayor".

Al ministro se le ha reprochado la compra de dos vehículos Mercedes para su departamento. La utilización de vehículos extranjeros por los guardianes del patriotismo ruso puede resultar curiosa dada la profunda crisis de la industria automovilística rusa. Grachov explica que está en vigor una disposición emitida en 1989 por el Gobierno soviético, que prohibía a los altos cargos utilizar los coches de producción nacional, como los ZIL y los Chaika. Su objeto era "que los ciudadanos de a pie no se pusieran nerviosos viendo Como los dirigentes iban en esos coches tan largos". Los Mercedes, por lo visto, no provocan tal nerviosismo, porque en Mercedes van todos aquí hoy, desde los jóvenes de 18 años hasta los ancianos". "Desde ese coche, además, puedo dirigir la utilización de armas nucleares, en caso de que sea necesario. Les revelo un pequeño secreto", sentencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_