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La policía 'revienta' dos talleres y detiene a siete inmigrantes chinos

Antonio Jiménez Barca

, La Policía Municipal entró a las dos de la madrugada de ayer en un local con poca luz, de unos sesenta metros cuadrados, lleno de máquinas de coser. A sus mandos, seis chinos introducidos ilegalmente en el país fabricaban prendas de ropa. Era el número 47 de la calle de Antonio Velasco Zazo, en Usera. Cerca de allí, en Carabanchel, los agentes encontraron otro taller supuestamente clandestino, y en él, otro trabajador chino ilegal. Los siete inmigrantes detenidos vivían presumiblemente en los talleres.

El segundo de los talleres se encontraba en la calle de Ferroviarios, 45. En los dos casos fueron las denuncias de los vecinos, disgustados por el ruido nocturno de los talleres, lo que puso a los agentes sobre la pista. Los siete inmigrantes detenidos de la Brigada Provincial de Documentación. Los dueños de los talleres, con residencia legal, no fueron detenidos.En el local de Velasco Zazo todavía se podían ver las 14 máquinas industriales de confección de ropa y las tres planchadoras de vapor; además, se veían trajes femeninos recién terminados.

Por el suelo, patrones de vestidos y trozos de tela. Todo parecía preparado para reanudar una labor esclavizadora. La policía había descubierto en un rincón del local una pequeña cocina y un conjunto de colchones que confirmaban la sospecha de que el taller, además de lugar de trabajo para los inmigrantes, también era su casa. A las once de la mañana de ayer, el teléfono no dejaba de sonar. Un hombre de rasgos orientales, al que los vecinos del barrio no dudaron un segundo en calificar como "uno de los dos jefes", se atrincheraba detrás de la puerta del local. No respondió a ninguna pregunta, argumentando desconocer completamente el español. Con la misma excusa se negó a contestar otro oriental que, también según los vecinos, era el segundo jefe". "Llevo en España medio año", fue todo lo que dijo.

Los vecinos sí los conocían. El taller llevaba funcionando, según ellos, más de tres años. "Pero últimamente era como un baile de chinos entrando y saliendo", comentaba uno de los vecinos, quien afirmaba también que había visto pasar por la calle un buen número de Mercedes desde que el taller llevaba funcionando. "Los jefes de los jefes", añadía. "Se les reconoce por la ropa, por las maneras, y porque nos lo han dicho", se reía el vecino.

La policía no quisó relacionar los talleres con la mafia china, una organización que ha crecido en la ciudad con redes internacionales de inmigración ilegal, casinos fraudulentos y restaurantes. Todavía se encuentra en la unidad de quemados de La Paz Wang Ping Su, cuyo restaurante, el Tiananmen, voló por los aires el pasado 5 de septiembre en un ajuste de cuentas.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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