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Los poceros se tropiezan con un osario de cientos de esqueletos bajo la calle de Arapiles

Javier Casqueiro

Dos poceros de una contrata municipal se tropezaron en la tarde del pasado miércoles con un gran osario a 12 metros de profundidad bajo la céntrica calle de Arapiles, frente a la entrada de los conocidos almacenes de Galerías Preciados, ya cerrados. La fúnebre galería perteneció al desaparecido cementerio general del Norte, enclavado justo en esa zona en el siglo XIX, y contiene centenares de esqueletos perfectamente disgregados ya en huesos. Los operarios trabajaban en la desviación de un conducto que estorbaba las obras de un aparcamiento subterráneo cercano.

El número exacto de cadáveres enterrados en esta fosa común todavía se desconoce, pero en cualquier caso se calcula por centenas. Los poceros que descubrieron el osario elevaron la cantidad a casi un millar, tras suponer que la galería -de unos cuatro metros de largo, dos y medio de alto y uno y medio de ancho- podría ramificarse como las catacumbas. El experto de la Empresa Mixta de Servicios Funerarios Gabino Abanades Guerrero contó más de 50 cráneos en una primera inspección y luego elevó esa cifra a varios cientos.Nadie recordaba ayer un hallazgo de este tipo y calibre en Madrid desde hace muchas decenas de años. Cristóbal Higuero, de 20 años, uno de los operarios que, se encontró con el foso, reconoció que al principio tanto él como su compañero se lo tomaron un poco a guasa cuando la tierra de la mina que estaban abriendo se vino abajo y de, la oscuridad surgió una nueva caverna, abovedada, de ladrillos, y encalada, con cientos de huesos apilados.

Ricardo Vega, de 52 años, que descubrió con él la fosa, nunca había visto nada igual en sus más de 40 años de trabajo, siempre en el Madrid subterráneo. Los dos trabajadores se hallaban sobre las cinco y media de la tarde del miércoles a 12 metros de profundidad, ensanchando la mina por la que pasará el colector de agua sucia, cuando una pared de arena se derrumbó. En ese momento no valoraron excesivamente su descubrimiento.

Los poceros miraron en el interior de la galería, vieron que estaba repleta de fémures, tibias, cráneos y otros huesos desmembrados y acabaron su tarea. Vega es de un pueblo de Toledo, Nambroca; e Higuero, de Villaverde Alto. Antes de marcharse para casa comunicaron el hallazgo a su empresa, Exposan, una subcontrata de la constructora que se encargará del aparcamiento subterráneo para residentes que el Ayuntamiento de Madrid planea en la cercana plaza del Conde del Valle de Suchil.

Exposan está especializada en trabajos de pocería. El aparcámiento citado -de cuatro plantas- afecta a un colector y éste debe variar su rumbo. Los operarios fabricaban el nuevo túnel para esa conducción.

La empresa fue la que alertó a la Policía Municipal, que se personó en el pozo sobre las nueve de la mañana de ayer. Un poco más tarde llegó el juez de guardia, del Juzgado de Instrucción número 39. El juez paralizó los trabajos y se llevó cuatro esqueletos al Instituto Anatómico Forense para determinar su antigüedad. A partir de ese momento se empezaron a barajar hipótesis sobre el origen del descubrimiento.

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Gabino Abanades Guerrero, director de servicios de la funeraria municipal, fue el más comedido desde el principio en sus pronósticos y se reveló luego como el más acertado. Abanades consideró que, por el estado de los huesos separados y sin ningún rastro de ropa- y por la categoría del osario, éste debía formar parte de un cementerio situado hace más de cien anos por la zona.

Gabriel Molera, secretario de la junta de distrito de Chamberí, confirmó más tarde, sobre planes municipales de 1902, que en esa área existieron dos cementerios, el de San Martín y el de Vallermoso.

El director del archivo municipal, José María Bernáldez, apoyó esa tesis: "Hablo de memoria, pero creo que se le llamaba La Patriarcal, y se trataba de un sacramental de la parroquia de San Martín". Bernáldez explicó que los ensanchamientos de algunas de las galerías del subsuelo fueron usadas como osarios.

En el libro El Madrid desaparecido, de Isabel Gea, se reflejó más tarde que el camposanto, situado donde está ahora la calle de Arapiles, se denominó Cementerio General del. Norte, creado por José Bonaparte y que albergó los restos de Mariano José de Larra.

Los vecinos de mayor edad de la zona no recordaban ayer ningún cementerio, aunque sí hallazgos de cadáveres y esqueletos durante la guerra civil. La memoria de Pablo y Conchita, ambos de 76 años y residentes históricos de Chamberí, les devolvía imágenes de una explanada con árboles; y luego, de las cocheras de los tranvías.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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