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0,7%

Jorge M. Reverte

Cuando yo tenía entre 9 y 12 años, me echaban los curas a la calle con una cabeza de chino en las manos para saquear a los viandantes al grito de "para el Domund". Aquéllos eran días esplendorosos en los que mis amigos y yo nos sentíamos protagonistas de algo. Los transeúntes nos huían con escaso éxito, acosados por todas partes por bandas de niños sin control que exigían un impuesto que serviría para paliar los sufrimientos de muchos niños.Luego, como siempre pasa, los de mi banda nos comenzamos a corromper. Armados de cuchillo ancho y plano, sacábamos pequeñas tajadas de la hucha para gastarnos el dinero sustraído en cromos o pastillas de leche de burra. El colmo de la abyección lo alcanzamos cuando varios nos llegamos a quedar con la hucha so pretexto de haber sido maltratados por el cura que administraba las limosnas.

O sea, que comprendí en mí más tierna infancia lo de la corrupción de los aparatos de los partidos. Está claro que mis amigos y yo éramos los corruptos en el caso que se narra.

Desde entonces, y salvando una época en que me pretendieron captar para Acción Católica (lo que consistió en varios cruces de ciego sin permiso del ciego), renuncié a toda acción de solidaridad que fuera conjunta. Me parecían cosas de curas, acciones inútiles y ñoñas que no servían para remediar de verdad ninguna situación. Para mi desconcierto, la movilización madrileña por el 0,7% me ha provocado una sensación de desasosiego. Me creo ese impulso de quienes acampan todos los días en la Castellana. Y me creo que somos capaces de dedicar el 0,7% del PIB al Tercer Mundo, y que ese dinero sea administrado. por las ONG sin que se quede nadie con la cabeza del chino.

¿Me estaré haciendo viejo? Es muy posible, porque me conformo con el 0,5% ya y el resto en un par de años.

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