"Piojosos"
Una serie de comerciantes cuyos negocios se ubican en las escasas zonas peatonales del centro coinciden en afirmar que la restricción al tráfico de vehículos influye negativamente sobre la asistencia de clientes. En cuanto a cómo incide en la seguridad de las zonas, las opiniones pasan a ser más dispares.Calle del Mesón de Paredes. S. Gómez, una mujer de 32 años, atiende un negocio que prefiere que no se identifique. Cuando accede a dar su opinión, espeta: "Son unos piojosos" los heroinómanos que pululan por la calle. Le molesta que entren a pedir dinero o cambiar monedas. Afirma que al entrar en el local "espantan" a los clientes y que, por tanto, ponen el negocio en dificultades. No está segura de que la solución al deterioro de la calle sea abrirla al tráfico.
Francisco Sevilla, de 47 años, trabaja desde hace nueve en la zapatería Iris. Este comercio también tiene escaparate a la plaza de Tirso de Molina. Se trata de la esquina en la que los fines de semana, después del medio día, se concentran numerosos toxicómanos que hacen de enganche para captar compradores de heroína. Por cada 4.000 pesetas que consiguen hacer vender a los camellos, a ellos les dan por el trabajo una papelina. Así funciona el menudeo de caballo en el centro de la ciudad. Sevilla indica que no sabe hasta qué punto desaparecerán estas personas de la calle cuando se abra al tráfico: "Si no están aquí se irán un poco más abajo; sólo si la policía vigilara constantemente se arreglaría esto". Y especula que habría más público en el local si los coches pasasen ante el escaparate.
Plaza de Chueca. Faustino Gómez, de 57 años, atiende desde hace 15 el mostrador de la droguería Viuda de Leirado. Reconoce que en los últimos dos años la plaza está más limpia y cuidada: "Pero el daño al negocio ya está hecho, pues el público está temeroso y busca calles más tranquilas". Sobre la presencia de camellos, dice con desgana: "Hay hasta ocho personas que suelen vender droga, pero no molestan a nadie".
Plaza del Dos de Mayo. María Ángeles observa desde el quiosco de periódicos todo lo que sucede en la plaza desde que tenía 20 años. Ahora tiene 32 y asegura no entender toda la tinta que se vierte sobre la peligrosidad de la zona: "Parece que se quieren cargar la plaza; algunas veces, los taxistas se han negado a traerme hasta aquí". Afirma que la presencia de heroinómanos se ha reducido, y apunta: "Muchos han muerto en otros años". No les teme: "Esos chavales, a quienes llaman delincuentes, me ayudan si tengo algún problema".
Calle del Carmen. Preciados y Carmen son calles que no sufren la degradación de otras peatonales. Se han convertido en una zona comercial donde abunda la vigilancia de policías y de los empleados de empresas de seguridad. Manuel Burgos Fernández tiene 50 años y lleva 38 en la perfumería Padilla. No duda en atribuir buena culpa de la degradación de Fuencarral, Montera y Hortaleza a la dejadez de los propios comerciantes, que no se han organizado como en estas calles, dice.
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