Tres agujeros en tres lustros
De la Rosa protagonizó las crisis de Garriga Nogués, Torras y Tibidabo
Javier de la Rosa ha protagonizado en apenas tres lustros tres de las crisis empresariales más importantes de España. La primera, el agujero millonario que dejó en la Banca Garriga Nogués cuando dirigía la entidad. La segunda, las pérdidas del Grupo Torras, que dirigió por encargo del Kuwait Investments Office (KIO). Y la tercera, la debacle de Grand Tibidabo.De la Rosa empezó a forjarse en los negocios muy joven. Con sólo 24 años y tras licenciarse en Derecho, deslumbró al entonces presidente de Banesto, Pablo Garnica Mansi, que de una tacada y con una corta experiencia en el Banco Pastor le nombró consejero delegado y vicepresidente de la filial Banca Garriga Nogués. En el banco, De la Rosa potenció negocios que a la larga se volvieron ruinosos. El fracaso más sonado fue el de los créditos millonarios a Harry Walker, Ibusa y Squash. En el caso de la última, el banco tuvo que quedarse con las acciones. En 1984, De la Rosa se vio obligado a dejar la Garriga Nogués, que se enfrentó a un agujero de 100.000 millones de pesetas. Mandaba José María López de Letona. Su protector, Pablo Garnica, había perdido poder en Banesto.
En ese mismo año, su padre, el abogado del Estado Antonio De la Rosa Vázquez, huye de España tras cometer un fraude en el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, del que era secretario. De la Rosa Vázquez, acusado de simular compras de fincas con dinero del organismo público y desviar los fondos en su provecho, está huido de España desde entonces.
Javier de la Rosa reaparece a principios de 1983 creando la sociedad Quail con algunos socios como Narciso de Mir. Pero su gran salto se da en 1986. En septiembre de ese año es nombrado por las autoridades de Kuwait representante en España del Kuwait Investments Office (KIO).
Con el dinero de KIO, De la Rosa se dedica a invertir en el sector industrial español. En 1987 da la campanada al comprar la papelera Torras Hostench, recién salida de una suspensión de pagos. Es su primera gran operación. En septiembre de 1987 la Bolsa estaba muy caliente. Aún faltaba un mes para el crash de octubre. De la Rosa empieza a comprar acciones en operaciones millonarias con el poderío que le dan los recursos de KIO y lanza su artillería sobre dos empresas químicas con serios problemas: Cros y ERT. Pero encuentra resistencia. En ERT se embarca en una dura guerra de meses con su entonces presidente, José María Escondrillas, al que al final logra desalojar. En Cros entra de forma más suave, tras pactar con el entonces presidente, el fallecido Francisco Godia. De la Rosa fusiona Cros y ERT. De ellas nace Ercros, anunciado en su momento como "el mayor grupo químico español" y hoy en liquidación.
En 1992 llega la ruptura con KIO. La crisis del petróleo y las dificultades de KIO en España, junto con el cambio que se produce en el Gobierno de Kuwait, precipitan el relevo de De la Rosa al frente del office. No es una salida amistosa. El grupo Torras, cabecera de los negocios de KIO en España, suspende pagos ocho meses después. Cae un grupo con 250.000 millones de deudas y casi 20.000 empleos.
Pero los árabes denuncian que se han producido irregularidades y desvío de fondos por parte de su antiguo hombre de confianza. Interponen una querella contra De la Rosa y empiezan a liquidar sus negocios.
A partir de entonces, De la Rosa actúa otra vez por su cuenta. Concentra sus negocios en Cataluña. Potencia su empresa patrimonial Quail, donde estaban sus activos personales, y crea Grand Tibidabo, que engloba el parque de atracciones y otros negocios.
La creación de Grand Tibidabo se produce a partir de una estudiada operación de ingeniería financiera muy de su estilo. De la Rosa toma el control de una sociedad muy solvente pero con un capital disperso: el Consorcio Nacional del Leasing (CNL).
De la Rosa desvela en pocos días sus intenciones. Vende por 30.000 millones de pesetas la cartera de leasing del CNL al Banco Central Hispano y convierte el CNL en Grand Tibidabo, la matriz de empresas como Diset, Bansa, Tibidabo, Guadalmina. En su penúltima aventura se hace cargo del parque de atracciones que la Generalitat impulsa en Tarragona. Pero el cerco se estrecha y el presidente Jordi Pujol se ve obligado a forzar su salida del parque para que cojan el relevo La Caixa y la británica Pearson.
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