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Una embajada fantasma

Ramón Lobo

El nombre de España sonaba en los informativos de Radio Tropic cuando se ofrecía como asilo a los golpistas o en los merengues dominicanos. La embajada, un elegante caserón fantasmal y semivacío desde el que se ve nítida la bella bahía de Puerto Príncipe, no tiene embajador. Su sustituto provisional, Salvador Mas Poch, un encargado de negocios en su primer destino desde hace ya más de dos años, juguetea con las horas sobre una mesa vacía. Con 94 visados entregados en 1994 -una media de nueve al mes- y una diminuta colonia española de 46 residentes (32 reales), Poch posee todo el tiempo del mundo.

En el tercer aniversario del golpe militar, el viernes 30 de septiembre, la catedral de Puerto Príncipe se llenó de demócratas y del cuerpo diplomático. Era un acto de repudio de la dictadura. España no estuvo presente. Poch tampoco acudió el día anterior, el 29, a la toma del alcalde legítimo de la capital, Evans Paul. "Estuve indispuesto", dice Poch como excusa. El encargado de negocios tampoco tiene previsto acudir hoy viernes a la iglesia del Sagrado Corazón, a la misa funeral en el primer aniversario del asesinado ministro de Justicia, Guy Malary. El evento ha sido convocado por el Gobierno legal del primer ministro Malval. A él acudirán de nuevo todos los demócratas. "¿Tiene usted previsto ir a los actos del presidente Aristide mañana?"."Si me invitan, sí", responde el diplomático.

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