Un obispo africano pide en el sínodo al Papa que las mujeres puedan ser nombradas cardenales
La petición de que el Papa nombre mujeres cardenales, hecha ayer en el sínodo de obispos que se está celebrando en el Vaticano por el jesuita africano Ernest Kombo, obispo de Owando, en el Congo, provocó murmullos de estupor en el aula sinodal. Juan Pablo II no movió ni una ceja. El papel de la mujer en la Iglesia, relegada de hecho, se quejan las religiosas, mientras el Papa se desgañita en cantar su alta dignidad, ha sido una de las cuestiones presentes desde los primeros días del Sínodo.La propuesta del obispo Kombo, pidiendo más espacio para las monjas en la vida de la Iglesia no sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente, es decir, elevándolas a los primeros puestos de la jerarquía y llegando a hacerlas cardenales -con lo cual podrían participar incluso en la elección de Papa-, contrasta con la doctrina oficial vaticana, que veta a las mujeres el acceso al sacerdocio, haciendo alusión a la voluntad divina para justificar esa postura contraria.
El escalafón eclesiástico prevé sólo tres figuras: el diácono, el sacerdote y el obispo, y el cardenalato, que tiene su origen en el siglo XI, puede ser alcanzado incluso por un laico, como de hecho se ha dado en el pasado, si bien nunca una mujer ha sido distinguida con la púrpura. No obstante, una bula de Juan XXIII -deseo también de Juan Pablo ll- recomendó que todos los cardenales fueran obispos, encargo este último prohibido para las mujeres.
Por su parte, el arzobispo de Quebec, Maurice Couture, se lamentó, poco antes de la intervención de su colega africano, de que "hay todavía pasos que dar para hacer desaparecer de las estructuras de nuestras iglesias y del lenguaje eclesial indicios de la diferencia de trato reservada a los hombres y a las mujeres en la vida religiosa" y aseguró tener derecho a esperar que la Iglesia adecúe sus acciones a las palabras que pronuncia.
Estas intervenciones no alteran a Juan Pablo II. Hace tres días escuchó sin inmutarse cómo una monja de Ghana, Rosa Sumah proponía un sueldo para las monjas al igual que lo tienen los sacerdotes.
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