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Reportaje:ELECCIONES EN ALEMANIA

Los liberales, sin líderes y divididos

La suerte del FDP en los comicios del día 16 resultará decisiva para determinar quién gobernará en Bonn en los próximos cuatro años

Los liberales alemanes (FDP) carecen de líderes atractivos, su programa ha perdido perfil, se encuentran divididos y enfrentados unos con otros, llevan siete derrotas consecutivas en las elecciones regionales y las europeas, pero conservan, a pesar de todo, la esperanza de rebasar el 5% de votos y entrar en el futuro Parlamento Federal (Bundestag) tras las elecciones federales del próximo domingo. Sólo la tradición parece jugar a su favor: en 45 años de historia de la República Federal de Alemania (RFA), el FDP ha quedado por debajo del 5% en 26 elecciones regionales pero jamás en las federales.La suerte que corra el FDP, el pequeño partido bisagra que mas anos ha disfrutado del poder en Alemania, puede resultar decisiva para determinar quién gobernará el país en los próximos cuatro años. Si no llega al 5% de votos se quedará sin diputados y fuera del Bundestag; la democracia cristiana (CDU/CSU) perdería al socio de coalición e incluso podría producirse un cambio de canciller y la caída del actual, Helmut Kohl (CDU).

La historia de la RFA ha quedado marcada por el liderazgo de los cancilleres federales. Se habla de la era Adenauer (CDU) y de la Ostpolitik del socialdemócrata Willy Brandt (SPD); se valora la capacidad de gestión de un Helmut Schmidt (SPD), y Kohl se ha convertido en el canciller de la reunificación alemana.

No obstante, el partido que más tiempo ha disfrutado del poder en Alemania es el FDP, más aún que los dos grandes (democristianos y socialdemócratas). En los 45 años de República de Bonn sólo en dos intervalos de siete años en total, entre 1957 y 1961 y durante la gran coalición (CDU/CSU-SPD) de 1966 a 1969, se quedó el FDP sin poltronas ministeriales."

En dos ocasiones el cambio de pareja del FDP hizo girar la política alemana -a la izquierda en 1969 y a la derecha en 1982- al permitir con sus votos la llegada a la cancillería de Brandt y Kohl. La evidente desproporción entre la magnitud del partido y la abundancia de carteras ministeriales y subsecretarías cosechadas ha marcado al FDP con el estigma del oportunismo. Sus socios de coalición han recurrido con frecuencia a la expresión "se trata de un matrimonio de razón y no de amor". La expresión "liberales de mierda" la han pronunciado en la historia reciente alemana muchas veces tanto democristianos como socialdemócratas, indignados ante las elevadas exigencias y concesiones a un socio tan minoritario como imprescindible por su condición de partido bisagra.

La apuesta más repetida estos días en Bonn es la de si el FDP conseguirá o no el 5%. Los sondeos tampoco coinciden. Una nueva empresa denominada Forsa, que hace encuestas semanales para el semanario Die Woche, coloca a los liberales desde hace dos semanas con un 4%, que se traduciría en cero escaños, su desaparición del Bundestag y tal vez la del liberalismo organizado. Otra encuesta publicada estos días por el semanario liberal Die Zeit sitúa al FDP exactamente en el 5% fatídico. En cambio, la vieja pitonisa nacional, Elisabeth Noelle-Neumann, a través de su bola de cristal del Instituto de Demoscopia de Allenbach, asegura que el FDP cuenta con un 7,5% de votos y se muestra segura de que entrará en el Bundestag.

Por tradición, el FDP ha sido el partido que articula los intereses de los profesionales liberales, de los empresarios y de la clase, media alta partidaria de un liberalismo económico. Hay todavía quien cree que el FDP representa y defiende los valores del liberalismo frente al estatismo, cierto progresismo en temas de moralidad y defensa de los derechos cívicos y de las minorías. De este liberalismo se advierte poco en el actual FDP.

Con el transcurso del tiempo, el FDP ha perdido cada vez más perfil ideológico. La alianza con los democristianos desde hace ya 12 años en el Gobierno de Bonn le ha convertido en un mero apéndice de la CDU/CSU. Esto se ha acentuado con la retirada de su último gran líder, el ex ministro de Exteriores Hans-Dietrich Genscher, y el ascenso de su sucesor, Klaus Kinkel, nuevo ministro de Exteriores y vicecanciller. Genscher era un peso pesado de la política que no se dejaba merendar por el hambre de poder de Kohl. Sin embargo, Kinkel ha quedado sin un perfil propio que presentar al electorado como alternativa liberal atractiva.

Desde hace pocas semanas, Kinkel parece haber comprendido que tiene que desmarcarse de los democristianos y lanza mensajes en esa dirección. Por eso se ha agarrado como un clavo ardiendo contra la propuesta democristiana del núcleo duro en la Unión Europea (UE), aunque un par de días antes él mismo defendía ideas similares. Se ha enzarzado también en una polémica con el ministro de Defensa, Volker Rühe (CDU), sobre la ampliación de la OTAN hacia el Este. Queda la duda de si estos intentos de distanciarse de los democristianos llegan a tiempo y si servirán para dar al FDP algo de su perfil perdido.

No siempre los líderes del FDP gozaron de un prestigio indiscutible, que tuvieron que ganarse a pulso. Walter Scheel tenía una marcada imagen de cantamañanas, pero acabó convertido al lado de Brandt en un símbolo de la Ostpolitik y un buen presidente federal a fines de los años sesenta y en los setenta. La imagen de Genscher era bastante lamentable como ministro del Interior, pero creció al frente de Exteriores hasta llegar a ser uno de los pilares de la política europea. Kinkel no ha tenido tiempo suficiente para desarrollar un perfil propio y quitarse de encima la impresión de que se trata de un jefe de negociado metido por error a líder político.

La clave de la salvación del FDP reside en el famoso segundo voto. En las elecciones federales, el elector alemán cuenta con dos votos. El primero para elegir el diputado del distrito donde vota. El segundo para la lista de un partido. La ley permite diferenciar los votos y elegir a un diputado de la CDU y la lista del FDP, o al revés. El porcentaje de segundos votos determina, con un reparto proporcional, el número de escaños en el Bundestag. El FDP confía en que muchos democristianos se darán cuenta de que casi la única posibilidad de que su partido siga en el poder en Bonn se basa en que, el FDP no desaparezca y pueda contribuir con sus diputados a apoyar la mayoría que Kohl (CI)U) necesita para continuar como canciller y gobernar con comodidad.

A este segundo voto se dirige toda la propaganda del FDP, que trata de conseguir prestados los votos de los democristianos, temerosos de que si el FDP no llega al 5% pierda el poder.

A ese sector de electores, que reflexiona mucho a la hora de emitir su voto, se dirige la propaganda de los liberales con su eslógan "ahora está en juego todo". La esperanza del FDP se basa en que este porcentaje de votantes tácticos resulte suficiente para llevarles por encima del 5%. Con votos propios, la tarea sería imposible, porque como se dice con ironía "no hay suficientes dentistas en Alemania para que el FDP tenga una base electoral sólida".

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