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ELECCIONES VASCAS

El auge de los mozárabes

Nacionalistas y no nacionalistas se han esforzado por hallar un terreno común

Luis R. Aizpeolea

El presidente del PNV, Xabier Arzalluz, suele comentar a sus próximos la sorpresa que le produjo, hace ya meses, cuando, al llamar por teléfono a la sede del Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE) para hablar con su secretario general, Ramón Jáuregui, se encontró con que al otro lado del hilo telefónico una secretaria le contestaba en euskera.Si Arzalluz se quedó de piedra fue porque tenía en la mente la etapa en la que gobernaban el socialismo vasco Txiki Benegas y Ricardo García Damborenea. A mediados de los ochenta. Era impensable algo así. Entonces, García Damborenea iniciaba sus mítines con una parrafada en euskera y, luego, reñía a sus seguidores, que le aplaudían, acusándoles de fariseos porque no habían entendido nada.

Utilizaba el euskera como una mofa y hacía del ataque a los símbolos vascos (idioma, bandera, himno...), que identificaba con el nacionalismo, el eje de su política. Por eso el cambio experimentado en el PSE-EE por Ramón Jáuregui, Mario Onaindía y Fernando Buesa -el llamado socialismo vasquista- es aún más espectacular.

Hace aún poco tiempo sorprendería lo que ahora empieza a ser normal en Euskadi, como que Jáuregui se haya pasado los tres meses de verano en un barnetegi para aprender euskera. O que conteste en euskera las preguntas que en las ruedas de prensa le hacen en ese idioma. Y más aún, que dé una conferencia íntegra en euskera, como sucedió hace 15 días en el galtzaundi de Tolosa, la misma sede en la que el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, montó el escándalo del RH hace algo más de un año.

El esfuerzo del PSE por salir de los guetos de su margen izquierda, obreristas y antinacionalistas, y abrirse al mundo euskaldun es histórico. La fusión con Euskadiko Ezkerra, con un euskaldun como Mario Onaindía a las cabeza, lo ha facilitado. Pero no es un esfuerzo sólo de los socialistas. También lo está haciendo el Partido Popular con Jaime Mayor Oreja.

El PP vasco, animado por el sucesivo tirón de las dos últimas elecciones , las generales y las europeas, ha empezado a salir del gueto del españolismo. Para ello nada mejor que iniciar la compaña de unas elecciones vascas en la ciudad más simbólica de los vascos, Gernika. Y así ha sido.Pero el esfuerzo viene de más atrás. Todavía sorprende en Euskadi que el portavoz del PP del País Vasco sea un euskaldun (euskerahablante), Carlos Iturgaiz, bilbaíno, de la nueva generación de la derecha vasca. "En el PP vasco ha habido una transformación. Que la derecha vasca asuma un Parlamento, un estatuto de autonomía y la descentralización ha significado un cambio muy, importante". Quien así habla es Jaime Mayor Oreja, presidente del PP vasco. Hace menos de una década, Mayor Oreja estuvo marginado porque la entonces Alianza Popular no asumía sus pretensiones de autonomizar en Euskadi la derecha vasca. La antigua AP no admitía la ikurriña y recelaba del euskera. Consideraba ambos símbolos exclusivamente nacionalistas y no de todos los vascos. AP se reafirmaba con la utilización exclusiva de la bandera española en todas sus actividades.

La aceptación de un terreno común, el de la simbología vasca, prestada de la cultura nacionalista, no ha sido fácil y ha costado mucho esfuerzo a los partidos de ámbito estatal. Pero la aceptación de los símbolos es la expresión de algo más profundo, la superación del enfrentamiento entre las dos comunidades -la castellanohablante y la euskera hablante-, latente desde hace más de una década. Entonces había brotes de guerras escolares, asesinatos de ETA, de militantes del PP y del PSOE, no sólo justificados por Herri Batasuna, sino contemplados con frialdad e in diferencia por el resto de los par tidos nacionalistas.

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Todos los interlocutores, entre ellos el lehendakari, Ardanza, coinciden en que el esfuerzo colectivo de todos los partidos vascos, con excepción de HB, por alcanzar el Pacto de Ajuria Enea en enero de 1988, marca una nueva pauta histórica. Más allá del contenido del pacto antiterrorista, las decenas y decenas de horas que pasan juntos los líderes de los partidos nacionalistas y no nacionalistas crean una cultura común y una mejor comprensión de las posiciones ajenas. El resultado será la reafirmación del Estatuto de Gernika como base del entendimiento político vasco. Y sus consecuencias se palpan ahora. En esta misma legislatura, el Gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas ha dado luz verde a un pacto educativo en Euskadi que termina con los peligrosos brotes de guerras escolares e idiomáticas de hace años.

Mayor Oreja dice que los partidos de ámbito estatal son los que más se han esforzado por buscar un entendimiento. Pero el PNV también ha hecho algún esfuerzo. El discurso de Arzalluz en el teatro Arriaga de Bilbao en 1988 marca la frontera del cambio nacionalista. Allí, rompió un tabú del nacionalismo al afirmar que se podía ser vasco sin ser nacionalista. El mensaje de Arzalluz fue acompañado de un cambio de estilo, más abierto, obligado también por el recién estrenado Gobierno con los socialistas en el País Vasco. Se produce en el nacionalismo una especie de movimiento simétrico al que han realizado los partidos españolistas. Es el auge del mozarabismo (la mezcla de cristianos con moros), una expresión acusatoria que García Damborenea utilizaba contra Txiki Benegas y Ramón Jáuregui por su tendencia a entenderse con los nacionalistas, según recuerda el actual secretario general del PSE en el libro -El país que yo quiero- que acaba de publicar.

La política vasca, crecientemente normalizada y tejida por el consenso, ha ido eliminando extremos como el españolismo de Ricardo García Damborenea y minado el radicalismo nacionalista de Eusko Alkartasuna de Carlos Garaikoetxea, así como el nacionalismo justificativo de ETA, representado por HB. Se va forjando un gran centro político que representan los partidos que han sabido limar bien sus aristas, los partidos mozárabes. No es menos cierto que el gran beneficiado electoralmente por el experimento ha sido el PNV, según suele recordar Jáuregui.

La aceptación de las reglas de juego entre los partidos vascos, con la reafirmación del Estatuto de Gernika, puede sufrir un cuestionamiento en el futuro, al final de la violencia. Los partidos nacionalistas entrarán entonces en una carrera por el derecho a la autodeterminación que puede dejar de lado al estatuto. "Pero la experiencia de estos años no es inútil. Ha arraigado la importancia de que las dos sociedades, la nacionalista y la no nacionalista, convivan, y el riesgo del desgarro por la imposición de unos sobre otros ya es mínimo", vaticina un cualificado nacionalista que no quiere dar su nombre. También es éste, el del mozarabismo, un proceso irreversible, según Jáuregui. Cualquiera que sea el resultado electoral, afirma, la apuesta de su partido por el socialismo vasquista es ya irreversible. No es una cuestión de táctica, sino de sociología, afirma el secretario general del PSE-EE.

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