Responsabílidad
Felicitaciones a los autores del artículo Incendios forestales y parques naturales -María Victoria y José Joaquín Erviti, ingenieros de montes ambos: EL PAÍS, 19 de septiembre de 1994- Si siempre es alentador ver compartido un análisis, más lo es cuando se realiza desde la perspectiva profesional comprometida. Pocas veces se recuerda a la opinión pública que la práctica totalidad de nuestros espacios naturales protegidos o son o incluyen extensas áreas agrícolas, forestales y ganaderas. Y pocas, que precisamente a tales usos se debe la pervivencia de los valores naturales y culturales que deseamos conservar -los mismos que sustentan la declaración de parque"-.Se diría, sin embargo, que durante siglos estas zonas, con sus tesoros, permanecieron ocultas al hombre hasta que llegó el político, quien buscando su conservación las denominó "espacios protegidos": la eterna confusión entre poner un nombre y resolver un problema. A pesar de todo, me parece exagerado culpar al político de este tipo de ignorancias. Pertenecemos todos a una sociedad muy analfabeta en la valoración de lo propio, con notorias dificultades para conciliar lo que considera su "alma universal" y lo que siente un inconveniente "cuerpo mediterráneo".
Y, así, no es raro que nuestros climas cálidos y secos los veamos portadores de erosión y desertización, que nuestros montes y bosques nos parezcan raquíticos y pinchudos -¡y además combustibles!-, o nuestros campos y campesinos un espacio hostil y, una raza diferente. Es verdad que el político no cuestiona las bases de la modernidad, pero tampoco lo hace el asesor técnico o científico en el que apoya sus decisiones. No lo hacemos los ciudadanos.
Y si, como consecuencia de todo esto, el paradigma del político resulta ser una acción inmediata con resultados en tiempo real, no hay que extrañarse que denueste cuanto se lo limita: un medio ambiente imprevisible, un espacio orográfico, biológica y ecológicamente complejo y, ¡encima!, ocupado por una población empecinada en seguir ahí. Ni que, en su lucha contra los elementos, ¡eso tan patrio!, no deje en comprarle más aviones al que combate el fuego, en mandar a sus científicos al extranjero para que estudien esto, y en subvencionar a los campesinos para que desalojen el campo. Todo, me parece, es mucho más la historia de una triste responsabilidad colectiva que la obra de un torpe, por arribista que alguno sea.-
Ingeniero de montes, CSIC.
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