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Entrevista:

"Tendremos que asumir más responsabilidad internacional"

Helmut Kohl está inmerso en una campaña electoral que desembocará el 16 de octubre en unos comicios que él mismo ha calificado de decisivos para el futuro de Alemania. En un alto de sus actividades como jefe de Gobierno y antes de salir para una sesión de tres mítines de la Unión Cristiana Democrática (CDU), Kohl habló durante casi hora y media, en su despacho de la cancillería en Bonn, a los corresponsales en Alemania de EL PAÍS, The Independent, La Repubblica y Le Monde.El resultado de esa entrevista fueron 20 folios de apretado texto a los que han de añadirse 16 de un cuestionario previo respondido por Kohl. El resumen de todo ello es la siguiente entrevista en la que Kohl reitera su voluntad de hacer de Alemania y de su Gobierno el motor de la unidad europea, que él no quiere que sea a la carta. Kohl certifica que Alemania ha dejado de ser un gigante con los pies políticos de barro y está dispuesto a hacer que su país desempeñe un papel más activo en la escena internacional, pero no en solitario, sino de acuerdo con sus aliados.

Pregunta. Usted ha dicho: "De ningún modo queremos que el barco más lento de la flota determine la velocidad de la evolución europea". ¿Significa eso que usted está dispuesto a dividir la flota en varios grupos, para que naveguen en alta mar?

Respuesta. Mi Gobierno ha sido el motor de la unidad europea en los años pasados. Eso seguirá siendo así en el futuro. Quiero dejar una cosa clara sobre esto: Alemania no quiere excluir a nadie de este proceso, ni relegar a nadie a la segunda fila. Buscamos la cooperación estrecha con todos los países que como nosotros tienen en el desarrollo de Europa uno de sus intereses vitales. Eso lo muestran ya nuestros esfuerzos por armonizar el trabajo de la presidencia alemana de la Unión Europea con la Comisión Europea, así como con las presidencias posteriores de Francia, España e Italia.

P. Si no quiere orientarse por el barco más lento de flota, ¿acepta entonces la idea de las distintas velocidades?

R. Si algunos Estados miembros no pueden todavía participar en algunos campos o si, según criterios objetivos, no están en condiciones de poner en práctica la totalidad de los acuerdos, entonces tenemos que reflexionar acerca de cómo pueden solucionarse eventuales problemas sin parar la flota con periodos de transición y excepciones limitadas en el tiempo. En principio, también puedo imaginarme que hay campos en los que algunos Estados miembros quieren avanzar más rápidamente que otros en la integración. Pero eso no significa que queramos partir la flota en distintas partes. Nosotros no queremos una Europa a la carta. Creo que deberíamos desarrollar una mayor comprensión para con las diferentes experiencias históricas de los distintos Estados miembros.

P. ¿Cuáles son las prioridades para la conferencia de revisión de la Unión Europea en 1996?

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R. Desde la perspectiva actual hay dos complejos temáticos que deberían estar en el centro de las conversaciones. Por una parte, tenemos que someter las disposiciones del Tratado de Maastricht a una revisión crítica basada en las primeras experiencias y ampliar éstas en los campos en que hayan sido insuficientes. Por otra parte, tendremos la tarea de adaptar la Unión Europea a los retos venideros. Tenemos que crear las condiciones para que la capacidad de acción interna, la eficiencia y la toma de decisiones estén aseguradas, aun considerando el ingreso de más países.

P. ¿Estaría usted de acuerdo con la eliminación del derecho del veto?

R. Con seguridad habrá cuestiones en las que durante un tiempo la unanimidad seguirá siendo necesaria. Sin embargo, hay que empezar a desmontar paulatinamente esta disposición. Lo veo de manera completamente pragmática. Pero de ninguna manera debemos dar la impresión a nuestros pueblos de que la unidad europea es a la larga cuestión de tecnicismos, modalidades de votación y otras cosas similares. Siempre tiene que estar claro que también se trata de una cuestión vital. De ello hay muchos ejemplos, precisamente, en el trabajo de cooperación franco-alemán. Cuando las cosas funcionan entre Bonn y París, se nos acusa de querer formar un directorio que conquiste la hegemonía en la Unión Europea. Pero si en algún caso no funciona la cooperación, entonces se dice que Francia y Alemania no han aprendido de la historia.

P. ¿Habrá unión monetaria, aunque los adelantos hacia la unión política vayan más despacio que lo que usted desearía?

R. El Tratado de Maastricht ha fijado unos criterios precisos y un calendario claro para el desarrollo de la unidad económica y monetaria y el ingreso en la tercera etapa. No veo razón para desviamos de esas determinaciones. Ni Alemania aceptará forma alguna de relajamiento de los criterios, ni el calendario está en discusión. Sobre todo teniendo en cuenta que los datos económicos permiten ser optimistas con respecto a que muchos Estados, y también Alemania, podrán satisfacer todos los criterios.

P. El documento de su partido sobre el núcleo de Europa habla del año 2000 como fecha de la posible entrada de países del centro y del este de Europa. ¿Considera esto realista?

R. Sin duda, es aún muy pronto para fijar fechas de ingreso, pero la integración de estos Estados en una Europa unida es una tarea de gran significación. No debe surgir un nuevo telón de acero, que separe a los pobres de los ricos en Europa. Por eso, para nosotros, en Alemania, es inconcebible que la frontera occidental de Polonia siga siendo indefinidamente la frontera oriental de la Unión Europea (UE). Estamos convencidos de que el apoyo a la reestructuración de estos países es una inversión en nuestro futuro común. Pero Alemania no puede, naturalmente, echarse sola esta carga sobre los hombros. Por eso nuestros socios están aquí llamados a asumir un mayor compromiso financiero.

P. Muchos expertos creen que Aleman¡a ha salido de la recesión. ¿En qué medida lleva una economía fuerte a una mayor responsabilidad política?

R. La economía en Alemania ha dejado atrás la recesión, pero también ha sido así en otros países miembros. Casi en toda Europa la coyuntura ha mejorado notablemente. Ya en 1994 alcanzaremos en conjunto un crecimiento de cerca del 2% y en 1995 será probablemente del 3%. La UE entrará fortalecida a esta nueva etapa de crecimiento. Tenemos que aprovechar este nuevo crecimiento para crear nuevos puestos de trabajo y asegurar la capacidad competitiva de Europa.

P. Usted ya no habla de los Estados Unidos de Europa, sino del "triángulo del futuro: Heimat (suelo natal), patria, Europa". ¿Por qué retorna usted a este concepto de patria?

R. A mí me sigue gustando tanto como antes el concepto de Estados Unidos de Europa, utilizado por Winston Churchill en su discurso de 1946 en Zürich. Sin embargo, con el tiempo he advertido que muchos malinterpretan esta idea. Creen que queremos una especie de reproducción de los EE UU de América. Naturalmente, eso no es, ni ha sido mi meta. Nuestro continente está marcado por la variedad de sus culturas regionales y nacionales. Yo quiero que esta variedad se mantenga. Ninguna persona sensata puede desear que las diferencias nacionales y regionales se disuelvan en un melting pot europeo. A eso es a lo que me refiero al hablar del triángulo Heimat, patria, Europa.

P. ¿Cree usted que ha terminado la época en la que la República Federal de Alemania fue un gigante económico y un enano político?

R. Hay que tener cuidado con esa expresión. Los alemanes nos equivocaríamos cayendo en el triunfalismo y la arrogancia. Mantener cierta actitud reservada después de 1945 tenía su razón de ser y sigue teniéndola. Nuestros amigos, nuestros socios y nuestros vecinos saben apreciar esto. Además, no debe olvidarse que nuestras posibilidades de actuar durante las décadas del conflicto Este-Oeste fueron extremadamente limitadas. Eso no ha hecho las cosas más cómodas y ha llevado a que en Alemania haya más provincialismo que en ninguna otra parte. Ahora tenemos que acostumbrarnos a la idea de que nuestros socios y amigos esperan de nosotros un mayor compromiso intemacional. Eso no ocurrirá de la noche a la mañana, ya que implica todo un cambio de actitud y un abandono de posiciones que se habían vuelto queridas. De todos modos, quiero agregar que nuestros vecinos no verían con gusto que Alemania intentara otra vez representar el papel de gigante político. Tendremos que asumir más responsabilidad internacional, pero nunca en solitario, sino siempre al lado de nuestros socios y amigos. Así es como queremos usar nuestra soberanía reconquistada.

P. ¿No cree usted que existe el peligro de que este debate tome un giro hacia la derecha, en un sentido nacionalista?

R. No veo ese peligro por ninguna parte. En las elecciones europeas y en las elecciones regionales de los últimos meses, los extremistas de derecha sufrieron derrotas desoladoras y no conquistaron ningún escaño.

P. ¿Aceptaría usted una gran coalición, en caso de que ésta fuera la única posibilidad después del 16 de octubre?

R. No estoy dispuesto a entrar en esa discusión. Estoy seguro de que los problemas del día en Alemania no serían más fáciles, sino más difíciles de solucionar en una, gran coalición a pesar de las grandes mayorías parlamentarias. Pero en lo fundamental está claro que todos los partidos democráticos tienen que tener la capacidad de hacer coaliciones entre sí. Hay varios ejemplos de ello en algunos Estados federados y también en todo el país entre 1966 y 1969. Pero ésos son planteamientos teóricos. Yo quiero, lo mismo que mis amigos de la CDU y la CSU [Unión Social Cristiana], continuar la exitosa coalición con el FDP [Partido Liberal]. La coalición tiene buenas posibilidades de ganar y yo no tengo dudas de que el FDP logrará mantenerse en el Bundestag [Parlamento Federal]. En la discusión actual sobre la gran coalición veo una maniobra táctica del SPD [Partido Socialdemócrata Alemán], que ve cómo sus posibilidades para el 16 de octubre se desvanecen.

P. Usted ha hecho una campaña contra la colaboración del SPD en el Este con los "fascistas pintados de rojo" [el Partido del Socialismo Democrático, PDS, poscomunista]. Esta retórica no parece haber sido bien recibida en el Este. ¿No sirvieron sus palabras para fortalecer al PDS?

R. La calificación de los comunistas como "fascistas pintados de rojo" no es mía, sino de Kurt Schumacher, el gran líder de la oposición socialdemócrata en los comienzos de la República Federal. Schumacher había sido un perseguido de los nazis y a la vez fue uno de los más radicales enemigos de la unificación forzosa del SPD con el KPD en la zona de ocupación soviética. Aquí no se trata de retórica, sino de algo concreto. Yo creo que el SPD traiciona su propia tradición antitotalitaria, si por su ansia de poder, como ahora en Sajonia-Anhalt, colabora con los comunistas del PDS, es decir, con los sucesores del SED [Partido Socialista Unificado, comunista, en la desaparecida República Democrática Alemana]. Eso ya implica una cesura en la historia de nuestra república. Hasta ahora todos los partidos democráticos se habían atenido al principio de no colaborar con extremistas de izquierda ni de derecha.

P. ¿El éxito del PDS testimonia un fracaso de la política de los últimos cuatro años?

R. Tampoco creo que mis palabras hayan fortalecido al PDS. El PDS tiene un grupo fijo de electores, compuesto principalmente de antiguos miembros del SED. Si hay una participación electoral alta, como ocurrirá en las elecciones generales, entonces la votación del PDS será porcentualmente menor. No hay que olvidar que en las recientes elecciones regionales la participación fue extremadamente baja. El PDS pudo movilizar todo su potencial electoral y eso explica su éxito relativo. Todo eso tiene poco que ver con las dificultades del desarrollo social y económico en los nuevos Estados federados [la ex RDA]. No puede hablarse de fracaso. Una gran mayoría de los alemanes del Este cree que los últimos cuatro años hemos logrado progresos. Basta con observar los nuevos Estados para ver la febril actividad de la industria de la construcción. En el Este de Alemania se están construyendo las industrias más modernas del mundo. En 1990 había 1,8 millones de líneas telefónicas, ahora son casi cinco millones. Este año ha habido 120.000 licencias de construcción. Una tercera parte de las autopistas, más de la mitad de las carreteras nacionales y 3.000 kilómetros de líneas férreas se han modernizado o ampliado. En el Este de Alemania hay un crecimiento económico del 9%, un caso único en Europa.

P. Usted ha dicho que no está dispuesto a trabajar con comunistas ni con fascistas. Pero Italia tiene ahora un Gobierno con algunos miembros de un partido con claras raíces fascistas.

R. El Gobierno italiano del primer ministro [Silvio] Berluscon¡ surgió de unas elecciones democráticas y defiende los objetivos de la libertad, la democracia, los derechos humanos y la unidad europea. Italia siempre ha estado en el centro del proceso de unificación europeo. No puedo imaginarme una Europa en la que Italia no desempeñe ningún papel.

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