El FMI sonríe
POCAS OCASIONES ha tenido el Fondo Monetario Internacional (FMI) en los últimos años para presentar un cuadro de perspectivas de la economía mundial tan favorable como el que acaba de hacer público. El último World Economic Outlook anticipa una tasa de crecimiento del 3% para el conjunto de la economía mundial en 1994, y del 3,5% en 1995, prácticamente el doble del promedio registrado en el periodo 1990-93. La recuperación de las economías europeas va a coexistir con la de países -EE UU, principalmente- que iniciaron hace más tiempo la senda del crecimiento. El conjunto de las naciones industrializadas crecerá, según el FMI, a un ritmo del 2,7% en 1994 y 1995, con ventaja para los de la Unión Europea, que lo harán al 2,9%.Como corresponde a su tradición, el FMI alerta sobre algunos obstáculos que pueden alzarse en esa senda expansiva. No existen en esos países evidencias de graves tensiones inflacionarias, ni de que los precios de las materias primas más importantes vayan a subir a medio plazo. Pero ello no quita para que el FMI advierta a los Gobiernos sobre la necesidad de sanear sus finanzas públicas: el agravamiento de ese desequilibrio daría al traste con las expectativas de crecimiento. El FMI es especialmente sensible a ese problema, como lo muestran sus referencias a la situación de los mercados de bonos, entre ellos el español. Los elevados niveles de deuda pública alcanzados en esos países ejercen una presión al alza de los tipos de interés a largo plazo que no favorece la inversión, ni, por tanto, la reducción del desempleo.
Con todo, son los países en desarrollo los que seguirán marcando la diferencia, con una tasa de crecimiento global del 5,6%, similar a la alcanzada en el periodo 1992-93. En el seno de este grupo coexisten, sin embargo, economías muy distintas: las del sureste asiático y algunas de América Latina, que llevan años mostrando un gran dinamismo y una pujante competitividad, y aquellas otras, como las localizadas al sur del Sáhara, que soportan un atraso secular y que, de momento, no presentan expectativas de mejora. Son países en los que el ritmo de crecimiento de su población sigue siendo superior al de generación de riqueza, lo que se traduce en un constante retroceso de renta por habitante. Algunos de ellos ni siquiera podrán beneficiarse de la previsible mayor demanda de los países industrializados. Las fuertes deficiencias de su sistema productivo no se lo permitirán.
Tampoco es posible anticipar mejoras significativas en el ritmo de crecimiento económico de los países del desaparecido bloque soviético. En la mayoría de ellos, la transición hacia sistemas de producción basados en el mercado no está generando, de momento, mejoras significativas en el bienestar de las poblaciones.
De otro lado, las reformas estructurales que esas economías tienen que acometer para garantizar un crecimiento económico estable son una fuente de tensiones sociales. Y la lentitud del proceso reformista facilita también la aparición de numerosos vicios en sus prácticas económicas. La caída, en algunos casos muy significativa, de su ritmo de crecimiento es compatible con un no menos significativo aumento de su tasa de inflación. El FMI ha asumido importantes responsabilidades en la financiación externa de estos países, instrumentalizada a través de una línea crediticia específica que deberá ser evaluada en su próxima asamblea de Madrid.
La mejora global de las condiciones de la economía mundial en los próximos meses será un buen telón de fondo para esa prevista reunión de sus máximos responsables: facilitará, sin duda, que aflore en ellos una discreta sonrisa de satisfacción, admisible siempre que no sea sinónimo de complacencia con una economía mundial sometida a intensas y crecientes desigualdades y sin efectiva capacidad para superar sus más serias deficiencias.
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