_
_
_
_
_
Reportaje:

El ejército de la noche argelina

Una milicia popular ha empezado a armarse clandestinamente para hacer frente a la guerrilla islamista

"Agarra con fuerza el volante. Aprieta a fondo el acelerador. No intentes soslayar los socavones de la carretera. Recuerda siempre que es más importante tu vida que los amortiguadores del coche. No pares ni un solo instante hasta llegar a Argel. No olvides en ningún momento que tú eres para ellos un maldito extranjero y que cualquier comando integrista necesita menos de 30 segundos para aparecer por detrás de las matas, interrumpir tu camino y levantarte de un solo disparo la tapa de los sesos".Quien habla así es un miembro anónimo de un ejército clandestino que se está configurando y armando en Argelia para luchar contra el integrismo islámico. Imparte sus consejos sin ningún pudor desde el otro lado de una mesa, en un despacho situado en los suburbios de Tizi Uzu, en el corazón de la región de la Kabilia, a poco menos de 90 kilómetros al sur de Argel, la capital.

Este soldado de la noche, como otros muchos vecinos de la región, ha decidido buscarse un arma y alistarse en una milicia popular, que ha ido creciendo en los últimos meses en torno a las pequeñas poblaciones, con el objetivo de servir de muro de contención a las razzias de las facciones islamistas y suplir las deficiencias de unas fuerzas de seguridad que se encuentran totalmente desbordadas.

Por ahora han configurado núcleos armados aislados, que actúan de forma independiente y desarticulada, pero que se confiesan dispuestos a unirse y coordinarse en cuanto escuchen una voz enérgica del mando que aún no ha surgido. Son la primera respuesta a las llamadas de los líderes ultras que instan insistentemente a la población a la lucha armada, la resistencia y el enfrentamiento hasta la muerte para impedir cualquier intento de pacto entre el Ejército y las fuerzas integristas del Frente Islámico de Salvación.

Son, en definitiva, la carne de cañón de una quinta columna que trata de hacer descarrilar el proceso de diálogo que el presidente de la República, general Liamin Zerual, está trenzando desde hace varias semanas con los líderes históricos del movimiento fundamentalista. Estos soldados clandestinos aceptan la "misión histórica" y señalan que sus líderes naturales son el ex primer ministro Reda Malek o el psiquiatra Saíd Saadi, presidente del partido ultra Agrupación por la Cultura y la Democracia.

Pero aseguran que su principal objetivo no es hacer avanzar los proyectos políticos de tal o cual personaje de la vida argelina, sino defender sus propias vidas, sus hogares, mantener intacto el honor de sus mujeres y continuar empuñando sus escopetas; no en vano se consideran los dignos sucesores de los viejos kabiles, una aristocracia cazadora que controlaba la región mucho antes de la llegada de los árabes.

El escenario de combate de estas milicias populares es la región de la Kabilia, una de las zonas más prósperas y desarrolladas del norte de Argelia. Está configurada por cuatro wilayas o provincias -Tizi Uzu, Bumardes, Bejaia y Buira-, pobladas por una sociedad compacta y solidaria en torno a su cultura bereber, una lengua hablada usualmente por un cuarta parte del censo argelino. Esta región, que hasta hace poco más de dos años ha vivido al margen de la lucha que enfrenta al Ejército con las fuerzas integristas, se ha convertido ya en un verdadero campo de batalla, como el resto de Argelia.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"Evidentemente yo tengo mi pistola", confiesa este responsable local del ejército de la noche. Afirma haberla adquirido en un mercado clandestino, en un zoco etéreo que ha ido creciendo en los últimos meses y donde por cifras astronómicas se puede adquirir cualquier tipo de artilugio. Los comerciantes son los antiguos contrabandistas de tabaco o electrodomésticos, ahora reciclados.

Por poco más de 40.000 dinares (unas 160.000 pesetas) se puede comprar en este mercado una pistola o un revólver, y por 150.000 o 200.000 dinares, (600.000 u 800.000 pesetas), un fusil de asalto kaláshnikov en perfeccto estado. Lo más difícil, caro y escaso, son las municiones, como lo demuestra el precio de un cargador de kaláshnikov de 32 disparos que cuesta más de 10.000 dinas es decir, a 1.500 setas el tiro.

Todo ello se compra con la mayor de las discreciones, sin preguntar el origen ni reclamar papeles, pero con la absoluta convicción de que muchas de estas armas, sobre todo las más modernas, proceden del Ejército. ¿Es un tráfico de armas generado por los propios integristas que arrancan los fusiles de sus víctimas?, se pregunta en voz alta este soldado clandestino, o, por contra, ¿son armas que proceden de los polvorines del Ejército? Nadie se atreve a dar una respuesta.

Pero las milicias armadas, por ejemplo, del pueblecito de Iguyal no sólo empuñan armas de guerra adquiridas en el mercado clandestino, sino también las conservadas después de la guerra de liberación. Todo mezclado en un arsenal confuso e inconfesable, junto con las escopetas de caza. Con ellas en la mano patrullan incesantemente en los accesos del pueblo, esperando la llegada de las facciones integristas, a las que hace pocos días causaron tres bajas. Lo mismo sucede en Atuch, donde un antiguo dirigente de la guerra de liberación contra Francia fue abatido cuando se encontraba sentado en la terraza del bar. Sus amigos esperan también la venganza con el arma en la mano.

Pero eso no es nada comparado con Draa Ben Jeda, a poco más de 10 kilómetros de Tizi Uzu, una ciudad de 50.000 habitantes, donde en las últimas semanas se multiplican los hallazgos macabros, como la de esa cabeza separada de un cuerpo que fue localizada seis kilómetros más abajo. 0 donde un soldado de quintas fue sacado de su casa por un niño de poco menos de 10 años, con un artilugio, y conducido a punta de pistola hasta un descampado para ser cercenado de arriba a abajo, como una res, con una sierra metálica.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_