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La "mutilación" del legado de Nietzsche

Un simposio en Mallorca celebra el 150 aniversario del nacimiento del filósofo

El filósofo Eugenio Trías inauguró el lunes en Palma de Mallorca un simposio sobre Nietzsche, conjuntamente organizado por la Universidad y la Asociación de Filósofos de las Islas Baleares, con motivo del 150º aniversario del nacimiento del pensador alemán, que se cumplirá en octubre próximo. Trías coincide con otros participantes en denunciar la "mutilación" de que ha sido objeto el legado del filósofo, no sólo a causa del reduccionismo de la razón fustrada, en la modernidad, sino también por parte del pragmatismo posmoderno.

El kitsch de Nietzsche, en uno y otro tiempo -desde un irracionalismo mal comprendido hasta un propiciatorio "nihilismo de guardarropía", como califican algunos al nietzschenismo divulgado en la década de los ochenta-, será despellejado a lo largo de las jornadas, para ahondar en la figura del pensador que se definió a sí mismo como "el más encubierto de todos los encubiertos".Friedrich Nietzsche ha sido siempre objeto de las más contradictorias interpretaciones. La complejidad de su escritura, de una audacia sin precedentes en su época, y pocas veces superada en otras, además de la alta calidad literaria de sus obras, lo han hecho una figura atractiva y perturbadora para quienes han intentado penetrar en sus mensajes.

"No soy un hombre: soy dinamita", proclamó Friedrich Nietzsche (1844-1900), situando por su propia cuenta para el año 2000 el horizonte de esclarecimiento de su obra, cuya complejidad y aparente ambivalencia ha dado para catapultarlo como el teórico de las corrientes más adversas, desde el nacionalsocialismo hasta las más sui generis y psicodélicas anarquías. Incluso Hollywood inspiró en su cuño de Superhombre una épica versión alada.

Visión superficial

"La visión que se tiene de Nietzsche sigue siendo superficial y reduccionista. Sobre todo desde que la tradición ilustrada cercenó su dimensión espiritual más profunda; ha sido ciega al fenómeno religioso, que es el aspecto decisivo de su legado", estima el filósofo Eugenio Trías, al hilo de su conferencia preparada para este simposio, titulada Nietzsche y la religión del espíritu. "Su libro más importante es, sin duda, Así habló Zaratustra, donde explica las tres metamorfosis del espíritu hasta llegar a la plenitud superhumana: ese instante eterno, de autoafirmación vitalista y creadora, más adentro de toda cáscara moral. Hay en Nietzsche un ateísmo sagrado, algo que podríamos denominar una mística terrenal, que resulta imprescindible para entender el más profundo sentido religioso hoy", subraya Trías.

"La muerte de Dios se hace necesaria para que emerja el Superhombre,,que, según el esquema nietzschiano, no termina nunca de ser una presencia: es una voluntad, un in-tendere. Consiste en un anthropos,celeste y a la vez terrenal. En eso consiste la genialidad religiosa de Nietzsche: en la fusión de contrarios. En la posibilidad que brinda -aquí, en la vida presente y concreta- de morar en algo tan contradictorio como el ápice infinito; de alcanzar el instante eterno", afirma Trías.

La verdad moral es para Nietzsche un error convencional, una mentira altamente consensuada. La línea directa que va de Sócrates a Cristo es el máximo exponente de esa trampa, que el filósofo trata de dinamitar. "La voluntad de sistema es una falta de honestidad", proclamaba el filósofo alemán, para oponerle la voluntad de poder: de creación, de saber instintivo, supramoral, no reglado.

"Redimir el azar" no significa anestesiarlo, sino sobrellevarlo como una "mónada feliz y catastrófica". "Vivimos en la cuerda floja", y no hay tregua para el funambulista; para el arquero que, a cada paso, debe reinventar su blanco. Para el Jano bifronte; para el demasiado humano conminado a soportar, como una doble giba en la mirada, a los gemelos Cástor y Pólux: sensaciones perfectamente opuestas ante un mismo objeto en un mismo instante. De ahí la extrañeza que provoca en algunos un cierto modelo conformado, quietista y unidimensional, de hombre nietzschiano, propiciado en los años ochenta.

"Creo que el pensamiento débil y otras corrientes han caído en un exceso de pragmatismo individualista, a la hora de la interpretación nietzschiana", critica el filósofo Juan Luis Vermal, coordinador del área dedicada al análisis de la metafísica en Nietzsche. "Hay que revisar el concepto de ruptura, y no limitarse a un mero vaciado, como se ha hecho recientemente; auspiciados tal vez por el aparente vacío de las ideologías", observa Vermal. "Nietzsche pertenecía a un tiempo de idealismo, y él mismo queda imbuido de elementos que cree superar. Por eso es importante microanalizar cada ruptura, y no meramente tirar de la cadena, como a menudo abusa nuestra época".

Individualismo

El estudio del individualismo en Nietzsche, coordinado por Ferruccio Andolfi, y el análisis de su dimensión como literato, a cargo de Andrés Sánchez Pascual, completarán los módulos del simposio.

"Su noción de individualismo supera al mero yoísmo mecanicista que se le ha adjudicado. De un modo racionalista en la modernidad, y de una manera más narcisista y pragmática en los últimos tiempos, su noción de individuo ha sido congelada, reducida a un corsé que para nada se corresponde con la pluralidad cambiante de tendencias subjetivas en pugna, tal y como lo consigue Nietzsche", señala el filósofo.

Sánchez Pascual repara en la moderna "voluntad de estilo" que guía a la obra del pensador alemán y en la transfusión de áreas que practica, conjugando filosofía, poesía y dramaturgia. "Es un precursor indudable en la sabiduría de que todo lenguaje es retórica y de que, en rigor, todas las palabras son en realidad sus propias metáforas". Algunos de los versos más horadantes de Nietzsche resumen a la perfección el imaginario esquizofrenés de hoy: "Y de pronto, amiga mía, de uno se hizo dos".

En el ecuador de la locura

Cualquier tarde entre 1989 y 2000 se cumple el primer centenario de una tarde cualquiera de la locura de Nietzsche hasta su muerte. Ahora atravesamos el ecuador conmemorativo de ese paréntesis. Desde que, el 3 de enero de 1889, paseando por la plaza de Carlo Alberto, en Turín, se abalanzó sobre el lomo de un caballo que estaba siendo duramente fustigado, por su cochero, y lo abrazó para protegerlo, ingresando así en un silencio vitalicio. Una breve euforia, acto seguido, le alcanzó para escribir lo último de su vida, una carta a Burckardt en la que decía: "Hubiera sido mejor ser catedrático en Basilea en vez de ser Dios, pero no me he atrevido a llevar tan lejos mi egoísmo como para abandonar la creación del mundo". ¿Es posible, desde hoy, rescatar a Nietzsche de la locura? O mejor dicho: ¿es posible seguirle hasta sus últimas consecuencias sin pasar el umbral de la locura? Para Eugenio Trías, "de eso se trata, desde la reinterpretación adecuada de su legado. Nos proporciona una mística terrenal que para nosotros es ya un camino de cordura". Según Juan Luis Vermal, continúa siendo un reto encarnarse a las afueras de un logos, de un mínimo modelo de verdad.En sendos ensayos narrativos, Martín Santos intentó la cura de Nietzsche haciéndolo pasar por el diván de Freud. El resultado fue bastante desconsolador. Aparte de la incompatibilidad de caracteres, entre el cochero que doma a los caballos del azar y el que se aferra a ellos, a la jineta, está el problema añadido de la caída de Marx. Desmantelada la carpa del marxismo, se le aflojaban también los hierros de la red protectora del psicoanálisis al acróbata nietzschiano. Con la mirada clavada en el columpio aguarda a ver qué pasa. Al menos, hasta el horizonte del 2000, sigue loco.

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