Maltrato y cobardía
Un combinado, perfecto para que un año más la barbarie, la crueldad y el maltrato a los animales, cual fiel requisito indispensable de los festejos populares, se cumpla a rajatabla.Este fenómeno cruento y esperpéntico unido tradicionalmente, o no tan tradicionalmente, a las celebraciones de los patronos de los pueblos, parece la única forma de dar colorido a las fiestas; será por la sangre, rojo intenso como el sufrimiento de los animales.
Mayores, jóvenes y hasta niños se preparan alegremente, bajo el auspicio de las autoridades municipales para agredir, apedrear, rajar, maltratar y matar a unos pobres animales, de los que se dice "nacidos para este fin y que no sufren".
Desde la perspectiva de la protección animal venimos desde hace muchos, muchísimos años rechazando, combatiendo y luchando por erradicar estas bárbaras tradiciones, que se han promocionado y propagado en los últimos años de forma alarmante. No hay fiesta sin toros, vaquillas, toros del campo, toro de los mozos, en cierros, toro embotado, toro de las lanzas; en fin, la gran variedad de formas de maltratar a los animales es realmente amplia y para todos los gustos.
Afortunadamente, en estos momentos las voces discrepantes ante tanta barbarie han surgido de forma tal que este fenómeno al cual aludimos parece no ser ya del gusto de todos. La labor se ha debido, en gran parte, a las sociedades protectoras de animales, que no han dudado en alzarse contra todo aquello que implique violencia, crueldad y dolor en los mismos, pero frente a esta valiente actitud nos topamos con la cobardía de los gobernantes, especialmente los alcaldes, que tiemblan sólo con pensar en cumplir la Ley de Protección Animal e incluso el propio Reglamento Taurino por temor a perder votos.
El porqué lo sabemos, es una forma como otra cualquiera de embrutecer a la población, de entretenerla liberando sus más crueles instintos y una forma también de no dejarles pensar abiertamente en situaciones por las que atraviesa el país, ignorando al mismo tiempo las carencias de los propios municipios. Mientras los ciudadanos se embelesan viendo correr unas gallinas, cortar los cuellos de gansos colgados de una cuerda y perseguir con caballos y tractores un toro por los campos, vaquillas y terneros ensangrentados y mutilados corren despavoridos por las plazas entre gritos y ruidos de toda índole. A los toros les son colocadas bolas de fuego en sus cuernos, cuyos destellos y calor terminan por dejarlos ciegos, o los acribillan con lanzas en nombre de una fiesta o tradición; el pueblo no pide más.
Para dormir sus conciencias y su propia falta de autoridad para cumplir las leyes tratan de incluir estos "espectáculos dantescos" en el catálogo cultural. ¿Desde cuándo es cultura perseguir, acribillar, quemar, golpear, mutilar y matar a un, animal sea cual sea?
El hombre lleva erigiéndose en dueño y señor de la naturaleza y de la vida animal, disponiendo a su antojo de cuanto le rodea para su diversión y disfrute, y así poco a poco, igual que mata un animal, quema un bosque, acabando sin prisa pero sin pausa con todo. Cuando exista una autoridad competente dispuesta a que se cumplan las leyes, que para eso están, puede que sea tarde incluso para la propia dignidad del hombre, y reconstruir este precioso mundo resulte ya imposible.
Rosa Solá Martínez de Bedoya es presidenta del Consejo Regional de Protección Animal de Madrid.
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