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Aprender a convivir con los 'bichos'

Una guía para defenderse de picaduras y mordeduras

Una noche acosados por el vuelo incesante y zumbón de una plaga de mosquitos constituye una experiencia veraniega inolvidable, sobre todo si la ofensiva deja como secuela un reguero de molestas ronchas. Pero con ser los insectos cuyo ataque sufrimos con mayor frecuencia, no son los únicos animales que pueden causarnos algún trastorno e, incluso, afectar a nuestra salud.Agrupados bajo la genérica, popular y peyorativa definición de bichos, se encuentran numerosas especies que presentan un cierto nivel de riesgo y que conviven habitualmente con el hombre o bien entran en contacto con él fortuitamente. Sin embargo, y como señala el Servicio Andaluz de Salud (SAS) en su publicación Fauna y salud, la existencia de estos riesgos -mal identificados por la población con las especies animales responsables de los mismos-, "provoca una reacción de rechazo o temor generalizado hacia una gran mayoría de especies animales que en nada afectan a la salud, por el simple hecho de poseer un aspecto parecido o porque debido a su pequeño tamaño o rareza son difícilmente distinguibles por el profano".

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Cuando rascarse no basta

En los ecosistemas costeros (playas y dunas), especialmente frecuentados en esta época del año, es posible encontrar al menos una docena de especies que pueden acarrear algún tipo de problema sanitario. En el medio marítimo abundan los celenteros, grupo de animales entre los que se incluyen las medusas, anémonas y actinias, todas ellas dotadas de órganos que inyectan de forma automática un líquido urticante en la piel del organismo que contacta con ellas. Los erizos de mar, habitualmente escondidos en cavidades o bajo las algas, pueden clavar sus espinas que al fraccionarse, ocasionan dolorosas heridas.

Aguijones

Sin salir del agua, y dentro del grupo de los peces, podemos encontrar algunas especies dotadas de aguijones como el águila marina o las pastinacas «muy parecidas a la raya), el cabraño, el rascacio y los peces araña.

En las dunas cercanas a la línea litoral y zonas áridas suelen vivir escorpiones, de los que en Andalucía sólo habitan dos especies: el amarillo y el negro. El contacto con estos temidos animales es muy raro y suele producirse al levantar las piedras o manipular sus escondrijos. Su picadura es muy dolorosa y puede llegar a producir convulsiones, aunque no se considera mortal. El escorpión negro es menos agresivo que el amarillo y su picadura es más leve.

Las arañas, en general y a pesar de su mala fama, no constituyen ningún peligro, actuando además como excelentes insecticidas biológicos. La especie que puede causar picaduras dolorosas es la tarántula, que vive en madrigueras construidas en el suelo y nada tiene que ver con las enormes arañas peludas de otras latitudes.

Las zonas pedregosas y el suelo desnudo al borde de matorrales es el hábitat preferido de la víbora hocicuda, la menos peligrosa de las españolas. El veneno que inocula a través de los colmillos delanteros es tóxico, aunque sus efectos no suelen ser tan graves como se piensa. Más difícil es la mordedura de una culebra, por la disposición retrasada de los colmillos, y en todos los casos lo habitual es que un reptil huya ante nuestra presencia a no ser que se sienta acorralado.

En marismas y lagunas, además de los habituales mosquia única tos, tábanos, avispas y murciélagos, viven algunas variedades de chinches acuáticas, un insecto característico por poseer un pico taladrador succionador, capaz de originar dolorosas picaduras si se le manipula. Centro de este grupo las más comunes son los garapitos, escorpiones de agua, chinches vikingas y zapateros de agua. Las larvas y adultos de ditisco, un escarabajo de fuertes mandíbulas, también pueden ocasionar mordeduras si son molestados.

En los ecosistemas serranos, además de algunas de las especies señaladas en otros medios, es fácil toparse con una escolopendra, el único ciempiés que puede clavar sus pinzas venenosas, fácilmente distinguible por su tamaño (entre 70 y 120 milímetros) y su color amarillento oliváceo. Las zonas boscosas ofrecen igualmente refugio a algunas variedades de chinches, garrapatas y orugas urticantes, así como al sapo común. Este último, inofensivo, posee sin embargo glándulas en la piel que producen en el hombre irritación de mucosas cuando, tras haberlo manipulado, se tocan con las manos nariz y ojos.

La fauna de ciudad es, sin duda, la más conocida y más fácilmente identificable. Además de ratas, ratones, cucarachas, moscas y murciélagos son habituales los piojos, chinches y ladillas.

Las medidas preventivas en el medio urbano se resumen, a juicio del SAS, en dos premisas: "No darles de comer ni ofrecerles vivienda. Esto es, acentuar la higiene de nuestras casas, evitando el depósito de residuos sólidos o líquidos".

Ataque y defensa

En opinión de los técnicos del SAS que han elaborado la guía Fauna y salud, la primera y más importante repercusión de algunos animales sobre la salud humana la constituye la transmisión de algún microorganismo patógeno causante de una enfermedad, "como puede ocurrir en el caso de los mosquitos que, tras ingerir durante la picadura sangre de un individuo enfermo, pueden contagiar el mal a un individuo sano al realizar una segunda comida en él". Otros insectos o ácaros, como las garrapatas, pulgas, piojos o chinches, que se alimentan igualmente de sangre, pueden actuar de la n-dsma forma, transmitiendo enfermedades como la peste bubónica o la fiebre exantemática mediterránea.En otros casos, son los propios invertebrados los agentes infecciosos, como ocurre en el caso de la pediculosis (piojos) o la sarna (causada por un ácaro). En todos estos casos, la acción de perforar la piel puede acarrear otros síntomas, más o menos graves, como escozor, reacciones alérgicas, inflamaciones o posibles infecciones.

A veces los animales lo único que hacen es defenderse ante una amenaza con las armas que la naturaleza ha puesto a su disposición.

Rozar por descuido una medusa, pisar inadvertidamente un erizo de mar, molestar a una víbora o intentar capturar a un murciélago, puede acarrear desagradables consecuencias, evitables con un mejor conocimiento de sus costumbres y los lugares que frecuentan.

"Lo que mata a una mosca es capaz de matar a un elefante, sólo es un problema de dosis". De esta manera suelen expresarse algunos toxicólogos a la hora de advertir los riesgos de la desordenada proliferación doméstica de productos químicos, como insecticidas y raticidas altamente tóxicos y no siempre efectivos.

Algunos repelentes de insectos contienen sustancias que pueden provocar afecciones cutáneas. Una fórmula natural para evitar el ataque de moscas y mosquitos consiste en frotarse la piel con vinagre, o bien con una mezcla de algunas gotas de aceite esencial de limón y lavanda en un aceite vegetal (oliva, por ejemplo).

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